El 26 de mayo de 2013 se clausuró, la 66ª edición del
Festival de Cannes con la proyección de una película francesa titulada “Zulú”,
dirigida por Jérôme Salle (“El secreto de Anthony Zimmer”, 2005; “Largo Winch”,
2008; “Largo Winch: Conspiración Birmania”, 2011). Inexplicablemente, Zulú no
ha llegado a estrenarse en España en salas comerciales y ha pasado directamente
al mercado del DVD y Blu-ray.
“Zulú” es la adaptación cinematográfica de la novela
homónima de Caryl Ferey publicada en 2008. Se trata de un excelente thriller que
acontece en Sudáfrica, un país marcado por uno de los episodios más infames de
la historia de la humanidad; el apartheid.
Ali, un policía perteneciente a la etnia zulú y su
compañero Brian de raza blanca, serán los encargados de resolver el asesinato
de una adolescente en Ciudad del Cabo. La investigación acabará enfrentando a
los dos protagonistas con un pasado de odio racial y crímenes relacionados con
la limpieza étnica, abominable término que esconde conductas de exterminio de
un grupo humano a manos de sus semejantes.
La película refleja, de forma inmejorable, la compleja
personalidad de los dos protagonistas. Ali, perseguido por un pasado que le marcó
física y psicológicamente; y Brian atormentado por sus propios demonios y
sumergido en una espiral autodestructiva de sexo, alcohol y drogas. Estos dos
policías torturados y, a simple vista, tan diferentes mantienen una relación de
compañerismo, lealtad y tolerancia más allá de sus propias soledades.
El tercer protagonista de la película es…, Sudáfrica.
Jérôme Salle, con la ayuda de su director de fotografía Denis Rouden, recorre
los paisajes de Ciudad del Cabo; mansiones de lujo, chabolas de los barrios
marginales y playas desiertas tienen una presencia agobiante y premonitoria. El
tipo de encuadre, la iluminación contrastada y las estudiadas localizaciones
consiguen que el espectador tenga durante toda la película, la sensación de que
algo malo va a ocurrir.
A pesar del esquema ya conocido de dos policías investigando
un crimen, “Zulú” se aleja, en muchos aspectos, de las películas al uso: la
negrura de los personajes, la investigación casi siempre por separado de los
dos protagonistas, el realismo casi doloroso, el retrato cruel de sus fantasmas
y demonios, los diálogos secos, la absoluta ausencia de humor y la mirada de
frente hacia un pasado ignominioso, entre otras cosas, hacen que nos
encontremos ante un thriller absolutamente tan atípico como extraordinario.
Todas las situaciones; escenas de acción, conflictos entre personajes, muertes,
conflictos personales, etc., se cuentan de una manera distinta a como estamos
acostumbrados, el director se dirige a un público adulto, algo que se agradece
aunque me temo que no es lo ideal si se quiere hacer taquilla.
Forest Whitaker, en el papel de Ali, y Orlando Bloom, en el
de Brian, están magníficos. Orlando Bloom, muy alejado de los papeles que ha
realizado hasta el momento, construye el personaje de un policía autodestructivo,
pero honesto, con gran solvencia y credibilidad. Forest Whitaker no necesita
presentación y vuelve a estar estupendo en el papel de un personaje con un
pasado que le atormenta y en lucha constante con sus sentimientos de perdón y
venganza.
La última media hora de “Zulú” es una auténtica lección de
planificación que desemboca en uno de los mejores finales que se ha visto en el
cine desde “Seven”. La secuencia de la persecución de Ali por parajes
desérticos trasmite una sensación de angustia que se torna desolación al
comprender y asumir lo inexorable del destino, ese “fatum” que persigue a los
personajes y que el espectador ha intuido desde el principio.
Así como las similitudes que algunos quisieron ver entre
“La isla mínima” y “True detective” me parecen muy forzadas, las semejanzas del
film de Alberto Rodríguez con “Zulú” sí que me parecen relevantes; ambas
historias se desarrollan en países con un pasado oscuro que ha marcado a los
personajes y que no ha sido superado a pesar de las apariencias. Los
protagonistas han estado en lados opuestos del conflicto. Ambos tienen un
pasado que les persigue y una vida personal complicada y la película está
impregnada de una atmósfera que el director crea a partir de diálogos secos,
violencia inesperada, paisajes que envuelven a los personajes y un tipo de
narrativa sin concesiones para el espectador.
“Zulú” es una de las películas que mejor retrata el mal, el
mal absoluto, sin explicaciones, sin excusas, sin atenuantes, y esta
representación de la maldad golpea al espectador durante todo el metraje sin
darle ningún tipo de respiro. Se trata de un thriller descarnado con una
utilización realista de la violencia, que no hace concesiones ni muestra el
menor atisbo de complacencia y que no se pliega en lo más mínimo a las
exigencias del cine comercial que estamos acostumbrados a ver y, muchas veces,
a sufrir.
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