jueves, 28 de febrero de 2013

Lincoln, (Steven Spielberg, 2012)


“Lincoln”, la película dirigida por Steven Spielberg, narra los últimos meses de la vida del que fuera decimosexto presidente de los Estados Unidos de América. En estos meses asistimos al final de la Guerra Civil, a la aprobación de la decimotercera enmienda a la Constitución por la que se abolía la esclavitud, y a su asesinato, en el Teatro Ford, a manos de John Wilkes Booth.
Así pues, lo que se nos cuenta ya lo conocemos: sabemos cómo acabó la guerra, sabemos que se aprobó la enmienda y sabemos cómo y dónde murió Lincoln. Pues a pesar de conocer la historia, "Lincoln", la película consigue que el espectador se interesé por lo que está viendo en pantalla y las dos horas y media que dura no se hagan largas. Esto es mérito de Spielberg al que, algunos, le podrán acusar de muchas cosas pero nunca de aburrir.
Steven Spielberg se disfraza de Clint Eastwood para dirigir esta biografía de uno de los presidentes más queridos y admirados de Estados Unidos. Al ver “Lincoln” no puedo dejar de recordar “J. Edgar”, el biopic de J. Edgar Hoover dirigido por Clint Eastwood. La película de Spielberg avanza como lo hace la de Eastwood, lenta pero sólida, sin artificios pero con una insuperable eficacia. Penetrando profundamente en el carácter del protagonista.
En la imagen aparece exactamente lo que tiene que aparecer, ni más ni menos, y la cámara se mueve lo que se tiene que mover, ni un centímetro más ni uno menos. Se prescinde en gran medida de grúas, travellings y grandes escenas de masas que tan bien domina Spielberg y a cambio nos ofrece una película de interiores, dialogada, una película de actores, una película sobria que podría haber firmado Clint Eastwood.
Leí en una entrevista que le hicieron a Spielberg que decía que ésta era su película más europea, me imagino que se refiere a lo que he comentado.
Por comentar algún plano en el que Spielberg no puede dejar de ser Spielberg mencionaré uno en el que aparece Lincoln y su esposa dialogando mientras ella está frente a un espejo y él, a sus espaldas aparece reflejado. Os he puesto un fotograma de este plano “made in” Spielberg.
Hay que destacar la excelente fotografía de Janusz Kaminski. La fotografía en las películas parece que únicamente se valora cuando se trata de grandes escenas con magníficos paisajes, puestas de sol, cielos nubosos, tormentas, etc., sin embargo la fotografía de interiores es parte fundamental en este tipo de películas de personajes. Uno de los ejemplos más famosos es “El padrino”, película en la que Gordon Willis realiza una fotografía oscura, contrastada, que acompaña la historia y potencia el aire de tragedia clásica que Coppola pretende conseguir.
La otra referencia obligada de “Lincoln” es su protagonista, el actor Daniel Day-Lewis. Creo que nadie tenía ninguna duda de que Day-Lewis iba a hacer un trabajo extraordinario, que iba a ser nominado y que iba a ganar el Oscar. Y así ha sido.
Day-Lewis es un actor que utiliza lo que comúnmente se llama “el método”, un método de interpretación que se basa en una interiorización del personaje y una exploración del propio actor para sacar de dentro los matices que le permiten meterse en la piel del personaje, identificarse con él. Uno de los actores paradigmáticos de este estilo de interpretación fue Marlon Brando.
Personalmente creo que hay papeles para los que va bien y otros para los que resulta un poco afectado y se corre el riesgo de pasarse de rosca. En esta ocasión Day-Lewis, me imagino que bajo la estrecha supervisión de Spielberg, logra mantenerse dentro de los límites…, aunque por los pelos.
La primera opción que manejó Spielberg para encarnar a Lincoln fue Liam Neeson. Estoy seguro que también hubiera hecho un gran trabajo, pero muy diferente, hubiera sido otro Lincoln, quizás más épico, con otra dimensión, casi sobrehumano. Me hubiera gustado verlo.