miércoles, 21 de diciembre de 2011

Attack the Block, (Joe Cornish, 2011)


Debo confesar que no tenía grandes expectativas para esta película inglesa, la ópera prima de Joe Cornish, un comediante y director de televisión inglés, que también escribe y que, de hecho, ha colaborado en el guión del Tintín de Spielberg.
Lo primero que hay que decir de Attack the Block es que se trata de una auténtica gozada. Es una de esas películas que se disfruta desde el primer minuto hasta el último.
La historia no es nada original: en un barrio del sur de Londres, una banda de adolescentes atracan a una enfermera y en mitad del atraco algo cae del cielo sobre un coche aparcado al lado. Al investigar lo ocurrido y meterse al coche para desvalijarlo, un bicho ataca al líder de la pandilla y todos persiguen al bicho hasta darle caza y llevárselo como trofeo al bloque de apartamentos donde viven. Lo que no saben nuestros protagonistas es que hay más bichos y son mucho más grandes y feroces, y que acudirán al bloque siguiendo el rastro de su congénere.
A simple vista, nada original: un grupo de bichos extraterrestres y un grupo de humanos emprenden una batalla.
Así pues, la historia nada original, el director un debutante que procede de la televisión, los actores absolutamente desconocidos y sin apenas experiencia, y para terminar de arreglarlo el presupuesto tampoco es el de “Avatar”. Bueno, pues con todo en contra, Joe Cornish realiza una pequeña obra maestra del cine, y os aseguro que no estoy exagerando.

martes, 20 de diciembre de 2011

Contagio, (Steven Soderbergh, 2011)


Yo creo que el cine actual tiene problemas muy serios debido a la falta de creatividad en todos los aspectos: temas, historias, guiones, puesta en escena, música, etc. No voy a profundizar en el asunto pero es algo que se puede comprobar sin mayor problema al repasar la cartelera, repleta de secuelas, versiones de comic, versiones de versiones, precuelas y demás.
Entre todos los problemas quiero destacar dos que me parecen muy importantes: el primero es que, salvo contadas excepciones, la producción de películas está en manos de gente a la que no le gusta el cine y que están en el negocio únicamente por intereses financieros. Este hecho no se da exclusivamente en el mundo del cine, lo mismo pasa con las editoriales, o las fábricas de coches.
En una de las escenas de “Cautivos del mal”, (una gran película del subgénero “cine dentro del cine”) el productor de la película que se está rodando, descontento con el tratamiento de una de las escenas, le dice al director: “Para ser director hay que tener imaginación”, a lo que contesta el director: “Para ser director hay que tener humildad”. Y éste es el segundo problema que quería comentar, un problema que viene más al hilo del comentario de “Contagio”, y es que los directores actuales lejos de tener la humildad que el personaje de “Cautivos del mal” dice ser imprescindible para un director, lejos de tener esa humildad, digo, se nos muestran en sus obras con una actitud de prepotencia bastante por encima de su verdadero talento. Es el caso de Steven Soderbergh que se ha olvidado de que lo más importante en una película es contar una historia y desarrollar unos personajes.
“Contagio” cuenta la expansión de una enfermedad infecciosa (una pandemia) causada por un virus que ha mutado y ha pasado del reino animal (en este caso murciélago y cerdo) al ser humano.
Soderbergh plantea una estructura coral, con muchos personajes y subtramas al estilo de las películas de catástrofes como “El coloso en llamas”. Hasta aquí, nada original, un planteamiento que ha dado buenos resultados en edificios en llamas, aviones o barcos, pero Soderbergh y su guionista no parecen haber acertado con el planteamiento.

sábado, 10 de diciembre de 2011

In Time, (Andrew Niccol, 2011)


“No tengo tiempo, no tengo tiempo para preocuparme por cómo ocurrió, es lo que hay. Estamos modificados genéticamente para dejar de envejecer a los 25, el problema es que sólo vivimos un año más a no ser que consigamos más tiempo. El tiempo es, ahora, la moneda de cambio, lo ganamos y lo gastamos. Los ricos pueden vivir eternamente, y el resto…, yo sólo quiero despertar con más tiempo en mis manos que horas tiene el día.”
Así comienza “In Time” con la voz en off del protagonista sobre una imagen de un reloj digital y el sonido de los latidos cardíacos que se van consumiendo con cada segundo.
Me gusta la ciencia ficción, siempre me ha gustado. Desde muy joven he leído centenares de libros, los he leído casi todos, desde los más clásicos hasta los más recientes y cuando se estrena “una de ciencia ficción” no puedo evitar crearme expectativas que, casi siempre, acaban defraudadas.
En la ciencia ficción hay diferentes vertientes, hay historias sólo para entretener, las hay con la única finalidad de contar unos hechos comunes a cualquier otro género pero con el adorno de la ciencia ficción, etc. La ciencia ficción que más me interesa es la ciencia ficción “de ideas”, aquélla que propone escenarios y temas para que el lector o el espectador reflexione sobre aspectos fundamentales del ser humano y de la sociedad en que vivimos; historias como las que se cuentan en “1984” de Orwell, o “Un mundo feliz” de Aldous Huxley o “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury, por ejemplo.
Algo parecido nos ofreció Andrew Niccol en “Gattaca” (1997), una película muy apreciable aunque no sea la obra maestra que algunos dicen que es.
Como en “Gattaca” la idea, la premisa en la que se basa “In Time” es un auténtico filón de oro y ese es precisamente el problema que tengo con esta película, que partiendo de una idea estupenda, Niccol no ha sido capaz de sacarle todo el partido que le hubiera podido sacar otro director.
Quizás tenga algo que ver con el hecho de que Andrew Niccol es el guionista, director y productor de la cinta y, claro, acumular tanto poder al hacer una película puede ser bueno si se tiene el talento de Spielberg, pero, Andrew Niccol no es Spielberg ni de lejos.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Detour, (Edgar G. Ulmer, 1945)


Detour” nunca llegó a estrenarse en España. Cuando se pasó por televisión se tituló como “El desvío”, una traducción literal de su título original.
Dirigida por un director desconocido, con actores mediocres, y técnicamente imperfecta, “Detour” es, sin embargo, una joya del cine negro.
Sinopsis
Al Roberts, (Tom Neal), es un pianista que toca en un local de segunda o tercera categoría de Nueva York en el que también canta su novia Sue, (Claudia Drake). A pesar de que su sueño es tocar en el Carnegie Hall, Al prefiere casarse y seguir con su apacible vida pero Sue tiene otras ambiciones y está decidida a triunfar en Hollywood. Al, en un primer momento, no se decide a acompañarla pero al cabo de un tiempo se da cuenta de que no puede estar sin ella y emprende el camino hacia el Oeste.
Sin dinero, está obligado a viajar haciendo auto stop. En el transcurso del viaje se encontrará con Charles Haskell Jr. (Edmund McDonald) y más tarde con Vera (Ann Savage) y estos encuentros convertirán el viaje en una auténtica pesadilla.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Somewhere, (Sofía Coppola, 2010)


Una estrella de cine de Hollywood, Johnny Marco (Stephen Dorff), divorciado y padre de una hija de 11 años que vive con su madre, se hospeda en el mítico Chateau Marmont. Johnny Marco pasa los días entre fiestas desangeladas, alcohol y sexo, sin conseguir quitarse de encima la sensación de vacío y falta de interés hacia nada de lo que pasa a su alrededor. Durante unos días recibe la visita de su hija, Cleo (Elle Fanning) y tras su marcha, Johnny tomará verdadera conciencia de su vida sin sentido.
Sofía Coppola nos plantea en “Somewhere”, exactamente la misma situación que ya nos planteaba en “Lost in translation”. Ambos protagonistas son triunfadores, estrellas mediáticas a los que su vida no satisface. Ambos cumplen disciplinadamente con sus obligaciones como estrellas: ruedas de prensa, sesiones fotográficas, promociones, programas de televisión, galas de entrega de premios, etc. A los dos los vemos en las mismas situaciones: en el baño, en la piscina, en la cama, en la ducha. Hasta tal punto repite la directora los episodios que al ver “Somewhere” es imposible no recordar a Bill Murray haciendo las mismas cosas que Stephen Dorff y con el mismo desinterés.
Ahora bien, “Lost in translation” es una película que me encanta y “Somewhere” no me dice nada. ¿Cuál es la diferencia?

sábado, 26 de noviembre de 2011

La fiera de mi niña, (Howard Hawks, 1938)


No se me ocurre ninguna película más opuesta a “Melancolía”, de Lars von Trier que “La fiera de mi niña”, de Howard Hawks.
En el número 6 de la revista Nickel Odeon, dedicado monográficamente a la Screwball Comedy, se publicaron los resultados de una encuesta realizada a 100 personas: críticos de cine, directores, actores, escritores y cinéfilos en la que cada uno elegía sus 10 comedias favoritas; la ganadora fue “La fiera de mi niña” y el director más votado Howard Hawks con 7 películas. Hay que decir que Howard Hawks hizo 9 comedias que ya os adelanto que considero 9 obras maestras.
Es difícil, para mí, decidir cuál de las 9 comedias de Howard Hawks es la mejor, todas son magníficas, pero la más divertida es, sin duda, “La fiera de mi niña”.
Sinopsis
David Huxley (Cary Grant) es un ingenuo y manipulable paleontólogo que trabaja en el Museo de Historia Natural y dedica todo su tiempo a la reconstrucción del esqueleto de un brontosaurio del que sólo le falta la “clavícula intercostal” que ya ha localizado y está a punto de recibir. Nuestro protagonista está prometido con Alice (Virginia Walker) una rígida mujer que también trabaja en el museo y que antepone el trabajo de los dos a todo lo demás, incluso a tener una luna de miel o a la posibilidad de tener hijos.
El museo necesita dinero y David Huxley pretende obtenerlo mediante una donación que podría hacer una millonaria, la Sra. Carleton Random. Para conseguir la donación Alice concierta una cita en el club de golf con el abogado de la Sra. Carleton Random, el Sr. Alexander Peabody.
En el transcurso del partido de golf, David Huxley conocerá a Susan Vance (Katharine Hepburn) una joven que cambiará la vida del apocado profesor en tan sólo 24 horas. En este día que cambiará la vida de nuestro protagonista, David Huxley se las verá, además de con Susan Vance, con un perro llamado George, un leopardo llamado Baby, un psiquiatra con monóculo y tic nervioso que se llama, por supuesto, Fritz, un cazador de caza mayor experto en imitar el sonido de los animales salvajes que se llama, por supuesto Mayor Horace Applegate, un abogado que se llama, por supuesto, Peabody y que representa a una millonaria dispuesta a donar un millón de dólares al museo, un criado borrachín, un sheriff estrambótico, otro leopardo y, desde luego, la clavícula intercostal del brontosaurio. Todos estos elementos colaborarán con Susan Vance para hacer de este día una experiencia inolvidable para nuestro paleontólogo favorito.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Melancolía, (Lars von Trier, 2011)


Lars von Trier, el niño mimado de la crítica y de los festivales de cine europeos, galardonado en Cannes hasta en tres ocasiones por: “Rompiendo las olas”, “Bailando en la oscuridad” y “Europa”, fue declarado “persona non grata” en el último festival de Cannes y expulsado del mismo, a causa de unos comentarios de sesgo pro-nazi, realizados en rueda de prensa.
Aludo a este episodio porque tiene que ver con algo que comentaré sobre la última película de este cineasta polémico, su aclamada y denostada al mismo tiempo, “Melancolía”.
Voy a decir ya, de entrada, que “Melancolía” me parece una gran película y lo que me irrita es que podría haber sido una obra maestra y no lo es.
El tema
Ya he comentado en otras entradas del blog que lo primero que me pregunto al ver una película es: ¿Cuál es el tema? A veces está claro, a veces no. Cuando no está claro, sospecho.
Se han escrito muchas tonterías sobre el tema de la película. Muchas de estas tonterías se han escrito por pretender ir más allá de lo que vemos, por un afán de ser más listo o parecer más informado o aparentar que se está en posesión de claves que los simples mortales no tenemos. Se habla de que el tema son las relaciones establecidas, entre un grupo de personas en los últimos momentos de su vida, amenazados por la destrucción del planeta debido a una colisión con otro planeta, como una especie de alegoría de las relaciones humanas; se dice que el tema es el fin del mundo; el egoísmo del ser humano; la banalidad de la sociedad moderna, en fin, cada uno la suelta como le viene y se queda tan a gusto.
En realidad el tema es la melancolía. Si así de fácil, Lars von Trier nos da el tema en el título, no hay que buscar más.
La melancolía es un estado de ánimo que se conoce desde la antigüedad y que Hipócrates reconoce como enfermedad en el siglo IV a. C., Hipócrates la define de la siguiente manera: “Si el miedo y la tristeza se prolongan, es melancolía”. Hoy en día le llamamos depresión. Me gusta más melancolía.
Si alguien tiene alguna duda de que la melancolía es el tema, basta con ver la imagen con que se abre la película, el rostro de Kirsten Dunst, en primer plano, con los ojos caídos, la mirada perdida, la tez macilenta y el pelo descuidado mientras caen del cielo pájaros muertos y comienza a sonar la obertura de "Tristán e Isolda" de Richard Wagner.

jueves, 17 de noviembre de 2011

La noche del cazador, (Charles Laughton, 1955)


La noche del cazador” es la primera y última película que dirigió Charles Laughton, (1899-1962), actor inglés de cine y teatro que se nacionalizó estadounidense en 1950.
La película fue un rotundo fracaso de crítica y público lo que supuso un duro golpe para Laughton que no volvió a dirigir más películas a pesar de tener en marcha otro proyecto para una versión cinematográfica de “Los desnudos y los muertos” de Norman Mailer.
Hoy está considerada como una obra maestra del cine y se incluye, en todas las listas, entre las mejores películas de la historia del cine. Se han escrito libros enteros sobre ella, se ha estudiado incluso plano a plano y se han realizado infinidad de comentarios y críticas lo que supone que se ha dicho prácticamente todo sobre ella; se ha convertido en lo que llamamos una película de culto, de esas que los amantes del cine, entre los que me incluyo, decimos que hay que ver “de rodillas”.
Sinopsis
En la Norteamérica de la gran depresión, Ben Harper, casado con Willa y padre de dos hijos pequeños, John y Pearl, agobiado por la situación económica comete un atraco en el que mueren dos personas. Perseguido por la policía, tiene tiempo de llegar a su casa y esconder los 10.000 dólares del atraco y les hace prometer que no se lo dirán a nadie (ni siquiera a su madre) y guardarán el dinero hasta que sean mayores y lo necesiten.
Apresado y condenado a muerte, mientras espera la ejecución de la sentencia, Ben Harper comparte celda con Harry Powell, un predicador que esconde, bajo su apariencia de hombre religioso, un despiadado asesino en serie y que ha sido detenido por robar un coche.
Harry Powell oye a Ben Harper hablar en sueños sobre el dinero del atraco e intenta sonsacarle el escondite pero lo único que consigue es saber que el dinero está escondido en su casa.
Ben Harper es ajusticiado y Harry Powell, cumplida su condena, es puesto en libertad y se dirige hacia la localidad donde vive Willa y sus dos hijos.
El predicador se las ingenia para seducir a Willa y casarse con ella para conseguir el dinero y tras darse cuenta de que Willa no sabe nada del dinero y que los que conocen su paradero son los niños, mata a Willa y acosa a los dos niños para hacerse con el botín.

sábado, 12 de noviembre de 2011

El origen del planeta de los simios, (Rupert Wyatt, 2011)


Lo primero que hay que decir de “El origen del planeta de los simios” es que tiene toda la pinta de que se trata de la primera parte de la película y que falta, por tanto, la segunda parte. No sé si la intención de 20th Century Fox es continuarla con “El origen del planeta de los simios 2”, pero si no es así, la propuesta se queda corta y acaba uno con la sensación de haber asistido al desarrollo de una historia inconclusa.
La película es muy entretenida, no aburre en ningún momento aunque tampoco emociona en ningún momento. Así pues un mero entretenimiento que, en otros tiempos, podría haber sido una digna película de serie B.
Los personajes, excepto César (el simio protagonista) que se erige en protagonista absoluto de la película, apenas están desarrollados: el protagonista es muy previsible, el padre hace lo que se espera que haga, el ayudante hace lo que se espera que haga, el vecino exactamente lo mismo, los malos, (malísimos) del refugio de simios no sólo son malos, sádicos y desagradables sino también tontos, y la novia, que se nos presenta como una experta en simios, acaba como un simple elemento decorativo. Es decir, se ha optado por el estereotipo más extremo para todos y cada uno de los personajes; por ejemplo si queremos que el espectador piense que al jefe de nuestro científico sólo le interesa el dinero, pues no hay problema, el personaje se encarga de decirlo sin más y varias veces para que no quede ninguna duda.
Así pues, el único personaje que está desarrollado es César, y en este punto también hay que decir que es el mejor actor de la película. A diferencia de lo que ocurría en las anteriores entregas de la saga, por primera vez las imágenes de los simios han sido generadas íntegramente por ordenador y hay que reconocer que la empresa Weta Digital (responsable de “Avatar” o “King Kong”) ha hecho un gran trabajo, de la misma manera que hay que señalar el excelente trabajo con la captura de movimiento que Andy Serkis (responsable del Gollum de “El Señor de los Anillos”) ha realizado para esta película.
A pesar de que la sensación que deja la película es la de una obra incompleta y desaprovechada, donde se renuncia al desarrollo de los personajes humanos y a una elaboración más cuidada del guión, tiene algunos aciertos que merecen un comentario.
El comienzo es muy potente, toda la primera secuencia de la captura de la madre de César y la presentación que James Franco hace en el laboratorio a la junta de accionistas es muy dinámica y engancha al espectador.
La evolución de César está muy bien contada y el incremento de su inteligencia, del pensamiento racional está presentado de manera admirable hasta el punto que podemos seguir esta evolución en su mirada y el espectador lo sabe sin necesidad de atender a sus acciones, sólo con observar su mirada.
El segundo acierto, sin duda, lo encontramos en las secuencias de acción. Todas las secuencias de acción están rodadas de tal manera que sabemos en cada momento dónde estamos y lo que está pasando, intuimos los planes de unos y otros y su desarrollo no decepciona las expectativas. Tanto las correrías de los simios al paso por la ciudad, camino del bosque, como la admirable secuencia final en el Golden Gate están rodadas de forma impecable.
Pero para erigirse en una auténtica precuela de “El planeta de los simios”, de 1968 que dirigió Franklin J. Schaffner nos falta el desarrollo de la propagación del virus que apunta la escena del ayudante tosiendo en la cara del vecino y que continúa en la secuencia incrustada en medio de los créditos finales, dónde se nos muestra cómo se va a propagar la enfermedad. También tendremos que saber cómo evolucionan las relaciones entre la comunidad de simios y los humanos. Además, también nos falta esa sensación de que estamos asistiendo al final de una civilización tal y como la hemos conocido.
A pesar de todos los defectos y carencias he de reconocer que ha supuesto una agradable sorpresa y que se agradece, de vez en cuando, una película que tiene su objetivo tan definido: entretener, y que es capaz de dejar de lado veleidades filosóficas y mensajes trascendentales para centrarse en la narración de la historia que quiere contar.
El guionista no se olvida de hacer alguna referencia a la película de 1968 como por ejemplo los subrayados de los collares que atan a César o más directamente todavía cuando podemos ver en las noticias que emite la televisión el despegue de una nave que no puede ser otra que la que lleva a Charlton Heston hacia “El planeta de los simios”. 

martes, 8 de noviembre de 2011

Léolo, (Jean-Claude Lauzon, 1992)


Dado que mi intención es comentar las películas de estreno, desde luego, pero también algunas películas que, por distintos motivos me parecen interesantes, he estado pensando largamente qué película, de este segundo grupo, elegiría para empezar.
En mi cabeza han aparecido, como en un listado, todas las películas que han ido marcando mi vida de cinéfilo y que todos tenemos en mente cuando pensamos en las mejores películas de la historia del cine, aquéllas que aparecen en todos los textos y cursos de Historia del Cine, pero conforme repasaba la lista, cada poco se colaba esta película, la borraba…, y al poco tiempo, volvía a aparecer como si tuviera vida propia, como si el mismo Léolo se empeñara en volver del sitio lejano y olvidado en que reposa su cuerpo desnudo.
Así que no me queda más remedio que hablar de "Léolo" y os aseguro que no es fácil. Hubiera sido más cómodo algo de: Ford, Hawks, Vidor, Buñuel, Hitchcok, Dreyer, Eastwood, Kurosawa, Wilder, Lubitsch, etc., en fin de los maestros conocidos y reconocidos del cine.
Para empezar, es muy posible que muchos de vosotros no la hayáis visto; bien, eso es un pecado mortal, por omisión, de acuerdo, pero un pecado mortal para todos aquellos que se consideren amantes del cine. Así que espero que después de leer este post os entre la necesidad irrenunciable de verla, con conseguir este objetivo me conformo.
"Léolo" es una película de producción franco-canadiense dirigida por Jean-Claude Lauzon, director nacido en Canadá y que sólo hizo dos largometrajes: “Un zoo la nuit,” en 1987, y "Léolo", en 1992.
Jean-Claude Lauzon, murió en agosto de 1997 tras estrellarse, contra una montaña al norte de Canadá, la avioneta Cessna que pilotaba. En el accidente murió también su novia.
Sinopsis
Un niño llamado Léo Lauzon, atrapado en una realidad insoportable, trata de evitar que el entorno trastorne su mente.
En medio de una familia genéticamente destinada a la locura, en los arrabales de Montreal, Léo intenta mantener la cordura refugiándose en el mundo de sus sueños. Así, imagina que es hijo de un tomate italiano fecundado, y por lo tanto se hace llamar Léolo Lozzone.
La realidad agobiante y desquiciada contrasta con la otra realidad, la de los sueños de Léolo. Además, Léolo, que tiene 12 años, está enamorado de Bianca, la vecina siciliana. Léolo escribe todas las noches sus pensamientos en unas hojas que va tirando conforme las escribe y que conocemos a través de un narrador en off que lee los escritos de Léolo recuperados por un peculiar Domador de Palabras, que recopila versos y frases para salvarlas de la destrucción.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El árbol de la vida, (Terrence Malick, 2011)



Acudí a ver “El árbol de la vida”, la última película de Terrence Malick, con la mente abierta y el ánimo dispuesto. No quise leer nada sobre la película antes de verla (aunque sí que había visto las 4 películas que Malick ha realizado desde 1973 en que debutó con el largometraje “Malas tierras”). Así pues, me dispuse a poner mis cinco sentidos en lo que se proyectaba en pantalla…, y 138 largos minutos después, mientras pasaban los títulos de crédito, no pude por menos que admitir que me había aburrido, me había aburrido como no me aburría desde que, en mi infancia, en los calurosos veranos de un pueblecito de Teruel, mi bendita madre que en paz descanse, en lugar de dejarme ir a jugar a “indios y vaqueros” me obligaba a dormir la siesta, o cuando, también de niño, en la playa de Zarautz me obligaban a esperar dos horas, antes de bañarme, tras haber engullido un bocadillo de tortilla de patata, para que no se me “cortara la digestión”.
Me dediqué, entonces, a leer todo lo que pillé sobre la dichosa película: críticas en páginas de cine especializadas, blogs de cine prestigiosos, revistas especializadas, etc. ¡Joder! Resulta que es una obra maestra. ¡Mecagüendiez!, por lo visto, no había entendido absolutamente nada. Resulta que acababa de ver una obra maestra, una obra de arte…, y a mí me había parecido una auténtica castaña.
Con la tozudez que nos caracteriza a los maños, con la ingenuidad que, milagrosamente, todavía no he perdido, una Pepsi de 37,5 cl. y un paquete de cigarrillos marca Royal Crown sin empezar, decidí verla otra vez, eso sí, esta vez con más interés, en mi casa y con los cascos puestos para no perderme nada…, y 138 largos minutos después, mientras pasaban los títulos de crédito, no pude por menos que admitir que me había aburrido todavía más que la primera vez y además, para mi desconsuelo, no había sido capaz de ver ni un atisbo de obra de arte en lo que había visto a pesar de haber pasado una y otra vez las secuencias y planos que los críticos ponderaban como una creación maravillosa.
Como quiero ser lo más honesto posible, tengo que decir que la fotografía de Emmanuel Lubezki es una maravilla, pero claro, eso no es suficiente.

lunes, 31 de octubre de 2011

La crítica cinematográfica


No entiendo la mayor parte de las críticas de cine que aparecen en las revistas especializadas o en los diarios.
Alfonso Sánchez, (1911-1981)
Llevo toda la vida leyendo revistas de cine y críticas de películas y nunca he sentido que esos seres enigmáticos a los que llamamos críticos tuvieran nada que ver conmigo. Tras leer una crítica casi siempre me parecía que yo estaba equivocado en el juicio que había hecho de tal o cual película, pero nunca conseguía entender las razones de haber errado de forma tan clara en mi apreciación de la obra. Las más de las veces pensaba yo que me faltaba formación que, yo que había visto mucho cine y leído mucho sobre cine, no tenía ni idea de cine. Hasta tal punto estaba convencido de esta idea que intentaba no opinar sobre una película hasta no haber leído las críticas e incluso, después de leerlas me convencía de que opinaba yo lo mismo que tal o cual crítico famoso o prestigioso aunque no fuese así.
Hoy en día, después de muchos años, y ya en el otoño de mi descontento y camino del invierno shakespeariano, he comprendido que la crítica en España, salvo honrosas excepciones (Alfonso Sánchez, José Luis Guarner o Angel Fdez. Santos, los tres fallecidos ya), es una crítica a la altura de nuestra historia cinematográfica, es decir, muy pobre.
A la falta de profesionalidad y preparación que, históricamente, han tenido nuestros críticos hay que añadir, en las últimas décadas, algunos defectos que han propiciado que cualquier crítica de cualquier película sea un texto ininteligible en el que se usa un lenguaje florido y rimbombante pero vacío de sentido. Incluso, en alguna ocasión, he probado a coger párrafos de varias críticas de distintas películas y he conseguido hilvanar un texto que podría servir para cualquier reseña con el único cuidado de cambiar los nombres de los autores y el título.
José Luis Guarner (1937-1993), uno de nuestros mejores críticos, (olvidado hoy, injustamente, hasta el punto de que no soy capaz de encontrar ningún enlace decente que hable de él y de su trabajo) distingue dos clases de críticos:
José Luis Guarner, (1937-1993)
a)                 El crítico que parte en busca de profundas exégesis y significados simbólicos, que deforma todo cuanto ve y que hace del camelo una función vital.
b)                 El crítico que se ha inventado una escala de valores establecida de una vez para siempre, y la aplica a ultranza sin encomendarse a Dios ni al diablo, depositario “in aeternum” de los más profundos y recónditos secretos del arte.
Creo que, en nuestros tiempos, abunda una tercera clase de críticos, aquéllos que ven una película y a continuación, simplemente con haberla visto una vez, se ponen a escribir sin mediar ningún tipo de análisis, investigación o reflexión, únicamente por el impacto emocional que le ha producido, como lo haría cualquier espectador, aunque, al contrario que éste, no se limita a decir “me ha gustado”, “no me ha gustado”, “era muy lenta”, “la fotografía era muy bonita”; no, esta especie de crítico escribe un texto para el que el diccionario de sinónimos se queda corto, acumula adjetivos sin cuento e incluso se inventa verbos nuevos que alimenten su prepotente discurso. Muy posiblemente la crítica de cine es, como casi todo, un reflejo de la sociedad en que nos ha tocado vivir y que tiene en la velocidad, la superficialidad y la deshonestidad sus señas de identidad. 
Quienes me conocen, saben que podría seguir escribiendo indefinidamente, pero prefiero acabar ya transcribiendo lo que el personaje de Hemingway le dice al protagonista de “Midnight in París” con la ilusoria pretensión de que alguno de los críticos que pueblan nuestras revistas se sienta aludido: “Ningún tema es horrible si la historia es veraz y si la prosa es limpia y honesta y si manifiesta valor y elegancia bajo presión”.