Hacer una película
requiere una inversión económica que hay que amortizar. Esto ha sido siempre
así, pero desde hace algún tiempo, las corporaciones que manejan los grandes
estudios ejercen una presión extrema para asegurar beneficios en cada película.
El efecto inmediato es la mutilación de cualquier veleidad artística que se
salga de lo que se ha comprobado que funciona comercialmente. En una primera
época del cine, todavía había “locos” que gastaban su dinero en películas arriesgadas
que iban más allá de sus objetivos comerciales, que ponían los valores artísticos
por delante de las garantías económicas. Hoy es muy difícil que ocurra esto. Si
echamos un vistazo a la cartelera podemos ver que la gran mayoría de
producciones están pensadas para amortizar la inversión sin ningún tipo de
riesgo. Otro Supermán, otro Spiderman, otro Batman, más Vengadores, otro
Robocop, más Zombies, otro Thor, más X-men, otro Lobezno, y para que no se nos
escape nada, alguna de “dibujos”. Son producciones perfectamente diseñadas para
hacer dinero, y secundariamente, dependiendo del interés y el talento del
director, pueden tener más o menos calidad artística.
Por eso siempre me
produce alegría encontrar una película que hace lo contrario, que antepone los
valores artísticos a los comerciales. Este es el caso de “Sólo Dios perdona”.
La misma historia se podría haber rodado para que acabara siendo un éxito de público
y por tanto recuperara la inversión, bastaba con “narrarla” de otra manera, de una manera más ortodoxa, más
comercial.
A “Sólo Dios perdona” la
abuchearon en Cannes (en el mismo festival en el que su director optó a la
Palma de oro con “Drive” y obtuvo el Premio al mejor director) y la crítica le
ha dado por todos lados.
Ya he dicho en varias
ocasiones que la crítica anda muy perdida desde hace tiempo y ha devenido,
también, como la producción cinematográfica, en una crítica comercial que basa
sus comentarios en todo menos en los aspectos artísticos de la obra que critica.
A mi entender, la crítica debe analizar la película desde el punto de vista
artístico, de la misma manera que se analiza un cuadro una escultura o un libro.
Desde este punto de
vista, “Sólo Dios perdona” es una gran película, una obra de arte
cinematográfica.