“Los descendientes”, la última película dirigida por Alexander Payne es, sin duda, su mejor
realización hasta el momento. En mi opinión es una gran película, a la altura
de las mejores que se han estrenado en los últimos años, y justa candidata a
los Oscars.
Pese
a ello, la película puede despistar a muchos espectadores. De hecho ha
despistado también a muchos críticos. El tono, el ritmo y la historia, no parecen
encajar entre sí. ¿Se trata de una comedia? ¿Un drama?
Estamos
educados en las convenciones del drama y de la comedia tal y como se entienden
en la actualidad: una comedia tiene un cierto tipo de música, de intérpretes,
de situaciones e incluso de fotografía que nos anticipa ya desde los títulos de
crédito que estamos ante una comedia. Y lo mismo ocurre en los dramas.
Pero
la vida no es comedia o drama, la vida es la mezcla de los dos y “Los
descendientes” nos muestra eso, un trozo de vida.
Alexander
Payne es un director con una tremenda cultura cinematográfica. Lo he oído y
leído en varias entrevistas y es un placer que un director de cine conozca los clásicos
y el lenguaje cinematográfico como los conoce él.
La
primera fase de un guión es, la idea. Hoy en día es muy difícil encontrar
historias nuevas, prácticamente el cien por cien de lo que vemos en el cine son
historias que ya se han contado antes y, en el mejor de los casos, alguien las
cuenta de otra manera. En Hollywood, para explicar esta primera idea de una
película se acuñó el término: “Pitch”. El Pich de una película es una frase con
muy pocas palabras que es capaz de definir el núcleo de la película que se pretende
hacer. Así pues, un buen Pich es capaz de explicar al productor, en una frase,
en qué tipo de película va a poner su dinero. Algunos de estos “Pich” se han
hecho famosos, como por ejemplo: Alien se definió como “Tiburón en el espacio”;
Cleopatra, como “Tetas y togas” y Titanic, como “Romeo y Julieta en el
Titanic”.
Pues
bien, parece ser que “El enigma del cuervo” tenía como Pich: “Seven en el siglo
XIX”. Es un buen Pich..., posiblemente lo mejor de la película.
“Un trabajo en los confines del mundo.
Cazador a sueldo para una gran empresa petrolera. No sé por qué hice la mitad
de las cosas que he hecho, pero sé que aquí es donde debo estar. Rodeado por
los de mi calaña: ex convictos, fugitivos, vagabundos, gilipollas; hombres
indignos del género humano”
Así
comienza “Infierno blanco”, con la voz en off del protagonista y la imagen de
Liam Neeson caminando hacia la cantina donde se reúnen todas las noches los ex
convictos, fugitivos, vagabundos y gilipollas de los que habla el protagonista.
Las críticas de la película, en
general, no han sido muy favorables y su trayectoria comercial, en España, ha
sido bastante anodina.
Es muy posible que esta falta de
interés de crítica y público se deba a que da la sensación, a primera vista, de
que se trata de una película más de aventuras, del subgénero de supervivientes
en medio de una naturaleza hostil, y amenazados por animales salvajes.
También ha podido influir que su
director, Joe Carnahan, no presenta unas credenciales que inspiren confianza si
tenemos en cuenta sus dos últimas películas: “Ases calientes” y “El equipo A”,
películas de entretenimiento bastante mediocres, la verdad.
Aunque en España ha recibido críticas
negativas, la película ha tenido buenas críticas y ha funcionado estupendamente
en Estados Unidos.
En el primer post de este blog
escribí sobre la crítica y por tanto no voy a volver sobre el tema, pero no
puedo dejar de decir que es una auténtica pena que los críticos no sean capaces
de ver más allá de lo obvio. Se supone que su función es, precisamente esa: ver
más allá de lo obvio.
“Infierno blanco”, me parece una
excelente película de aventuras y estoy seguro que con el paso del tiempo será
reivindicada por los mismos que ahora la han ninguneado.
Se
trata de la adaptación cinematográfica de una obra de teatro que, a su vez, adaptaba
un libro de no ficción basado, en gran parte, en la correspondencia que
intercambiaron Freud y Jung. Freud es considerado como el padre del
psicoanálisis y autor de la teoría psicoanalítica, y Jung, mucho más joven, fue
discípulo suyo aunque, más tarde, discreparía en algunos aspectos con su mentor y acabaría cuestionando varios puntos de la teoría psicoanalítica de Freud e introduciría nuevos
paradigmas que Freud rechazó con vehemencia. Estas diferencias, a la postre, acabarían produciendo el distanciamiento profesional y personal de los dos psiquiatras, lo que daría pie a la
aparición de diferentes escuelas psicoanalíticas, algo que Freud temía desde el principio.
Vaya
por delante que no me creo la teoría psicoanalítica y que tampoco creo en el
psicoanálisis aunque reconozco el genio de Freud al abrir una puerta que estaba
absolutamente cerrada por la neurología clásica.
A
pesar de no creer, tengo que reconocerle dos virtudes a la teoría psicoanalítica
y a su herramienta, el psicoanálisis: por un lado la formulación de la teoría es espectacular
y tremendamente atractiva, prueba de ello es que prácticamente todo el mundo ha
asumido gran parte de su terminología y la ha incorporado a la vida cotidiana:
el complejo de inferioridad, el lapsus freudiano, el complejo de Edipo, la interpretación
de los sueños, etc. Por otro lado, y relacionado con esto, la teoría
psicoanalítica y el psicoanálisis tienen un tremendo potencial cinematográfico
y si no, basta recordar la cantidad de películas que, en mayor o menor medida,
hacen alusión al tema o lo utilizan como base o explicación del comportamiento
de los personajes. Por no hablar de Woody Allen.
No
me imagino otro director más adecuado para esta película aunque se pueda
pensar, a priori, lo contrario. Películas como “Inseparables”, “Crash”, “M. Butterfly” y otras lo avalan como un director al que le gusta profundizar en
territorios oscuros de la mente humana.
Al
margen de su idoneidad, podríamos decir conceptual, David Cronenberg realiza un
trabajo de dirección de actores extraordinario, los tres protagonistas: Viggo
Mortensen en el papel de Freud, Michael Fassbender en el de Jung, y Keira
Knightley, están estupendos.
En
ocasiones una gran actuación es atribuible al actor en un gran porcentaje, se
me ocurre como ejemplo la Meryl Streep de “La dama de hierro”. En otros casos
es el director el que controla el trabajo de los actores y es, en gran medida,
el responsable de sus actuaciones.
¿Por
qué creo que, en este caso, David Cronenberg tiene gran parte del mérito? Pues
porque la “acción” de la película se desarrolla en el nivel interpretativo, y
por lo tanto Cronenberg se vuelca en este aspecto hasta controlar el más mínimo
gesto, el último matiz en la composición de cada uno de los personajes. Voy a
poner algún ejemplo: Tanto Freud como Jung están casados, el primero lleva la
alianza, el segundo no. Precisamente vemos en un primer plano cómo Marta, la
esposa de Jung, se quita la alianza cuando éste la somete a una especie de
polígrafo; no es una casualidad ni un error de atrezzo. Sabemos que Jung se
plantea su matrimonio, en ocasiones, como un lastre, algo que no le deja avanzar, además, siente carencias y acaba siendo infiel a su esposa repetidamente.
A Freud, sin embargo, lo vemos en una escena comiendo con toda su familia, no ofrece ninguna duda su lealtad férrea a su familia, de la misma manera que a su teoría.
Otro detalle de construcción del personaje es que Freud aparece en todas las escenas fumando, y parece que lo
hace de forma compulsiva mientras, exteriormente, mantiene una imagen de
tranquilidad y control.
Lo que nos narra la película es, por un lado, el nacimiento de una teoría
psicoanalítica que pretende explicar los comportamientos humanos, y por otro lado,
vemos esos mismos comportamientos en los actos de los tres protagonistas
principales y, cómo no, en el extraordinario Otto Gross, el tercer psiquiatra de la película,
interpretado inmejorablemente por Vincent Cassell.
Todo
esto necesita una minuciosa dirección de actores que Cronenberg lleva a cabo a
la perfección consiguiendo que los intérpretes alcancen registros que nunca
habían alcanzado en sus carreras, y el ejemplo más claro lo tenemos en Keira
Knightley.
Arropando
el excelente trabajo de los actores encontramos una puesta en escena muy clásica
que se ajusta a la perfección al tono de la película y consigue, además,
hacernos olvidar su origen teatral. Las conversaciones están filmadas en diferentes
escenarios (parques públicos, jardines, despachos, consultas médicas, el pequeño velero
de Jung, el barco que lleva a los dos psiquiatras a Estados Unidos, etc.).
Todo
lo anterior está fotografiado de forma maravillosa por el excelente Peter Suschitzky, fotógrafo, -casi
nada-, de “El imperio contraataca” y habitual en la mayoría de las
películas de Cronenberg.
Es obligatorio mencionar una maravillosa
banda sonora firmada por Howard Shore que incorpora piezas de Wagner, como no
podía ser de otra manera dado el tema de la película y su relación con las
óperas de Wagner.
Para
terminar dos cosas: la primera, que el maquillaje de Viggo Mortensen es una
chapuza, y la segunda que la película tiene un inconveniente y es que para
disfrutarla del todo, es necesario tener conocimientos, aunque sean básicos,
sobre la teoría psicoanalítica y el psicoanálisis.
PD: Me encanta el cartel de la peli.