sábado, 26 de noviembre de 2011

La fiera de mi niña, (Howard Hawks, 1938)


No se me ocurre ninguna película más opuesta a “Melancolía”, de Lars von Trier que “La fiera de mi niña”, de Howard Hawks.
En el número 6 de la revista Nickel Odeon, dedicado monográficamente a la Screwball Comedy, se publicaron los resultados de una encuesta realizada a 100 personas: críticos de cine, directores, actores, escritores y cinéfilos en la que cada uno elegía sus 10 comedias favoritas; la ganadora fue “La fiera de mi niña” y el director más votado Howard Hawks con 7 películas. Hay que decir que Howard Hawks hizo 9 comedias que ya os adelanto que considero 9 obras maestras.
Es difícil, para mí, decidir cuál de las 9 comedias de Howard Hawks es la mejor, todas son magníficas, pero la más divertida es, sin duda, “La fiera de mi niña”.
Sinopsis
David Huxley (Cary Grant) es un ingenuo y manipulable paleontólogo que trabaja en el Museo de Historia Natural y dedica todo su tiempo a la reconstrucción del esqueleto de un brontosaurio del que sólo le falta la “clavícula intercostal” que ya ha localizado y está a punto de recibir. Nuestro protagonista está prometido con Alice (Virginia Walker) una rígida mujer que también trabaja en el museo y que antepone el trabajo de los dos a todo lo demás, incluso a tener una luna de miel o a la posibilidad de tener hijos.
El museo necesita dinero y David Huxley pretende obtenerlo mediante una donación que podría hacer una millonaria, la Sra. Carleton Random. Para conseguir la donación Alice concierta una cita en el club de golf con el abogado de la Sra. Carleton Random, el Sr. Alexander Peabody.
En el transcurso del partido de golf, David Huxley conocerá a Susan Vance (Katharine Hepburn) una joven que cambiará la vida del apocado profesor en tan sólo 24 horas. En este día que cambiará la vida de nuestro protagonista, David Huxley se las verá, además de con Susan Vance, con un perro llamado George, un leopardo llamado Baby, un psiquiatra con monóculo y tic nervioso que se llama, por supuesto, Fritz, un cazador de caza mayor experto en imitar el sonido de los animales salvajes que se llama, por supuesto Mayor Horace Applegate, un abogado que se llama, por supuesto, Peabody y que representa a una millonaria dispuesta a donar un millón de dólares al museo, un criado borrachín, un sheriff estrambótico, otro leopardo y, desde luego, la clavícula intercostal del brontosaurio. Todos estos elementos colaborarán con Susan Vance para hacer de este día una experiencia inolvidable para nuestro paleontólogo favorito.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Melancolía, (Lars von Trier, 2011)


Lars von Trier, el niño mimado de la crítica y de los festivales de cine europeos, galardonado en Cannes hasta en tres ocasiones por: “Rompiendo las olas”, “Bailando en la oscuridad” y “Europa”, fue declarado “persona non grata” en el último festival de Cannes y expulsado del mismo, a causa de unos comentarios de sesgo pro-nazi, realizados en rueda de prensa.
Aludo a este episodio porque tiene que ver con algo que comentaré sobre la última película de este cineasta polémico, su aclamada y denostada al mismo tiempo, “Melancolía”.
Voy a decir ya, de entrada, que “Melancolía” me parece una gran película y lo que me irrita es que podría haber sido una obra maestra y no lo es.
El tema
Ya he comentado en otras entradas del blog que lo primero que me pregunto al ver una película es: ¿Cuál es el tema? A veces está claro, a veces no. Cuando no está claro, sospecho.
Se han escrito muchas tonterías sobre el tema de la película. Muchas de estas tonterías se han escrito por pretender ir más allá de lo que vemos, por un afán de ser más listo o parecer más informado o aparentar que se está en posesión de claves que los simples mortales no tenemos. Se habla de que el tema son las relaciones establecidas, entre un grupo de personas en los últimos momentos de su vida, amenazados por la destrucción del planeta debido a una colisión con otro planeta, como una especie de alegoría de las relaciones humanas; se dice que el tema es el fin del mundo; el egoísmo del ser humano; la banalidad de la sociedad moderna, en fin, cada uno la suelta como le viene y se queda tan a gusto.
En realidad el tema es la melancolía. Si así de fácil, Lars von Trier nos da el tema en el título, no hay que buscar más.
La melancolía es un estado de ánimo que se conoce desde la antigüedad y que Hipócrates reconoce como enfermedad en el siglo IV a. C., Hipócrates la define de la siguiente manera: “Si el miedo y la tristeza se prolongan, es melancolía”. Hoy en día le llamamos depresión. Me gusta más melancolía.
Si alguien tiene alguna duda de que la melancolía es el tema, basta con ver la imagen con que se abre la película, el rostro de Kirsten Dunst, en primer plano, con los ojos caídos, la mirada perdida, la tez macilenta y el pelo descuidado mientras caen del cielo pájaros muertos y comienza a sonar la obertura de "Tristán e Isolda" de Richard Wagner.

jueves, 17 de noviembre de 2011

La noche del cazador, (Charles Laughton, 1955)


La noche del cazador” es la primera y última película que dirigió Charles Laughton, (1899-1962), actor inglés de cine y teatro que se nacionalizó estadounidense en 1950.
La película fue un rotundo fracaso de crítica y público lo que supuso un duro golpe para Laughton que no volvió a dirigir más películas a pesar de tener en marcha otro proyecto para una versión cinematográfica de “Los desnudos y los muertos” de Norman Mailer.
Hoy está considerada como una obra maestra del cine y se incluye, en todas las listas, entre las mejores películas de la historia del cine. Se han escrito libros enteros sobre ella, se ha estudiado incluso plano a plano y se han realizado infinidad de comentarios y críticas lo que supone que se ha dicho prácticamente todo sobre ella; se ha convertido en lo que llamamos una película de culto, de esas que los amantes del cine, entre los que me incluyo, decimos que hay que ver “de rodillas”.
Sinopsis
En la Norteamérica de la gran depresión, Ben Harper, casado con Willa y padre de dos hijos pequeños, John y Pearl, agobiado por la situación económica comete un atraco en el que mueren dos personas. Perseguido por la policía, tiene tiempo de llegar a su casa y esconder los 10.000 dólares del atraco y les hace prometer que no se lo dirán a nadie (ni siquiera a su madre) y guardarán el dinero hasta que sean mayores y lo necesiten.
Apresado y condenado a muerte, mientras espera la ejecución de la sentencia, Ben Harper comparte celda con Harry Powell, un predicador que esconde, bajo su apariencia de hombre religioso, un despiadado asesino en serie y que ha sido detenido por robar un coche.
Harry Powell oye a Ben Harper hablar en sueños sobre el dinero del atraco e intenta sonsacarle el escondite pero lo único que consigue es saber que el dinero está escondido en su casa.
Ben Harper es ajusticiado y Harry Powell, cumplida su condena, es puesto en libertad y se dirige hacia la localidad donde vive Willa y sus dos hijos.
El predicador se las ingenia para seducir a Willa y casarse con ella para conseguir el dinero y tras darse cuenta de que Willa no sabe nada del dinero y que los que conocen su paradero son los niños, mata a Willa y acosa a los dos niños para hacerse con el botín.

sábado, 12 de noviembre de 2011

El origen del planeta de los simios, (Rupert Wyatt, 2011)


Lo primero que hay que decir de “El origen del planeta de los simios” es que tiene toda la pinta de que se trata de la primera parte de la película y que falta, por tanto, la segunda parte. No sé si la intención de 20th Century Fox es continuarla con “El origen del planeta de los simios 2”, pero si no es así, la propuesta se queda corta y acaba uno con la sensación de haber asistido al desarrollo de una historia inconclusa.
La película es muy entretenida, no aburre en ningún momento aunque tampoco emociona en ningún momento. Así pues un mero entretenimiento que, en otros tiempos, podría haber sido una digna película de serie B.
Los personajes, excepto César (el simio protagonista) que se erige en protagonista absoluto de la película, apenas están desarrollados: el protagonista es muy previsible, el padre hace lo que se espera que haga, el ayudante hace lo que se espera que haga, el vecino exactamente lo mismo, los malos, (malísimos) del refugio de simios no sólo son malos, sádicos y desagradables sino también tontos, y la novia, que se nos presenta como una experta en simios, acaba como un simple elemento decorativo. Es decir, se ha optado por el estereotipo más extremo para todos y cada uno de los personajes; por ejemplo si queremos que el espectador piense que al jefe de nuestro científico sólo le interesa el dinero, pues no hay problema, el personaje se encarga de decirlo sin más y varias veces para que no quede ninguna duda.
Así pues, el único personaje que está desarrollado es César, y en este punto también hay que decir que es el mejor actor de la película. A diferencia de lo que ocurría en las anteriores entregas de la saga, por primera vez las imágenes de los simios han sido generadas íntegramente por ordenador y hay que reconocer que la empresa Weta Digital (responsable de “Avatar” o “King Kong”) ha hecho un gran trabajo, de la misma manera que hay que señalar el excelente trabajo con la captura de movimiento que Andy Serkis (responsable del Gollum de “El Señor de los Anillos”) ha realizado para esta película.
A pesar de que la sensación que deja la película es la de una obra incompleta y desaprovechada, donde se renuncia al desarrollo de los personajes humanos y a una elaboración más cuidada del guión, tiene algunos aciertos que merecen un comentario.
El comienzo es muy potente, toda la primera secuencia de la captura de la madre de César y la presentación que James Franco hace en el laboratorio a la junta de accionistas es muy dinámica y engancha al espectador.
La evolución de César está muy bien contada y el incremento de su inteligencia, del pensamiento racional está presentado de manera admirable hasta el punto que podemos seguir esta evolución en su mirada y el espectador lo sabe sin necesidad de atender a sus acciones, sólo con observar su mirada.
El segundo acierto, sin duda, lo encontramos en las secuencias de acción. Todas las secuencias de acción están rodadas de tal manera que sabemos en cada momento dónde estamos y lo que está pasando, intuimos los planes de unos y otros y su desarrollo no decepciona las expectativas. Tanto las correrías de los simios al paso por la ciudad, camino del bosque, como la admirable secuencia final en el Golden Gate están rodadas de forma impecable.
Pero para erigirse en una auténtica precuela de “El planeta de los simios”, de 1968 que dirigió Franklin J. Schaffner nos falta el desarrollo de la propagación del virus que apunta la escena del ayudante tosiendo en la cara del vecino y que continúa en la secuencia incrustada en medio de los créditos finales, dónde se nos muestra cómo se va a propagar la enfermedad. También tendremos que saber cómo evolucionan las relaciones entre la comunidad de simios y los humanos. Además, también nos falta esa sensación de que estamos asistiendo al final de una civilización tal y como la hemos conocido.
A pesar de todos los defectos y carencias he de reconocer que ha supuesto una agradable sorpresa y que se agradece, de vez en cuando, una película que tiene su objetivo tan definido: entretener, y que es capaz de dejar de lado veleidades filosóficas y mensajes trascendentales para centrarse en la narración de la historia que quiere contar.
El guionista no se olvida de hacer alguna referencia a la película de 1968 como por ejemplo los subrayados de los collares que atan a César o más directamente todavía cuando podemos ver en las noticias que emite la televisión el despegue de una nave que no puede ser otra que la que lleva a Charlton Heston hacia “El planeta de los simios”. 

martes, 8 de noviembre de 2011

Léolo, (Jean-Claude Lauzon, 1992)


Dado que mi intención es comentar las películas de estreno, desde luego, pero también algunas películas que, por distintos motivos me parecen interesantes, he estado pensando largamente qué película, de este segundo grupo, elegiría para empezar.
En mi cabeza han aparecido, como en un listado, todas las películas que han ido marcando mi vida de cinéfilo y que todos tenemos en mente cuando pensamos en las mejores películas de la historia del cine, aquéllas que aparecen en todos los textos y cursos de Historia del Cine, pero conforme repasaba la lista, cada poco se colaba esta película, la borraba…, y al poco tiempo, volvía a aparecer como si tuviera vida propia, como si el mismo Léolo se empeñara en volver del sitio lejano y olvidado en que reposa su cuerpo desnudo.
Así que no me queda más remedio que hablar de "Léolo" y os aseguro que no es fácil. Hubiera sido más cómodo algo de: Ford, Hawks, Vidor, Buñuel, Hitchcok, Dreyer, Eastwood, Kurosawa, Wilder, Lubitsch, etc., en fin de los maestros conocidos y reconocidos del cine.
Para empezar, es muy posible que muchos de vosotros no la hayáis visto; bien, eso es un pecado mortal, por omisión, de acuerdo, pero un pecado mortal para todos aquellos que se consideren amantes del cine. Así que espero que después de leer este post os entre la necesidad irrenunciable de verla, con conseguir este objetivo me conformo.
"Léolo" es una película de producción franco-canadiense dirigida por Jean-Claude Lauzon, director nacido en Canadá y que sólo hizo dos largometrajes: “Un zoo la nuit,” en 1987, y "Léolo", en 1992.
Jean-Claude Lauzon, murió en agosto de 1997 tras estrellarse, contra una montaña al norte de Canadá, la avioneta Cessna que pilotaba. En el accidente murió también su novia.
Sinopsis
Un niño llamado Léo Lauzon, atrapado en una realidad insoportable, trata de evitar que el entorno trastorne su mente.
En medio de una familia genéticamente destinada a la locura, en los arrabales de Montreal, Léo intenta mantener la cordura refugiándose en el mundo de sus sueños. Así, imagina que es hijo de un tomate italiano fecundado, y por lo tanto se hace llamar Léolo Lozzone.
La realidad agobiante y desquiciada contrasta con la otra realidad, la de los sueños de Léolo. Además, Léolo, que tiene 12 años, está enamorado de Bianca, la vecina siciliana. Léolo escribe todas las noches sus pensamientos en unas hojas que va tirando conforme las escribe y que conocemos a través de un narrador en off que lee los escritos de Léolo recuperados por un peculiar Domador de Palabras, que recopila versos y frases para salvarlas de la destrucción.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El árbol de la vida, (Terrence Malick, 2011)



Acudí a ver “El árbol de la vida”, la última película de Terrence Malick, con la mente abierta y el ánimo dispuesto. No quise leer nada sobre la película antes de verla (aunque sí que había visto las 4 películas que Malick ha realizado desde 1973 en que debutó con el largometraje “Malas tierras”). Así pues, me dispuse a poner mis cinco sentidos en lo que se proyectaba en pantalla…, y 138 largos minutos después, mientras pasaban los títulos de crédito, no pude por menos que admitir que me había aburrido, me había aburrido como no me aburría desde que, en mi infancia, en los calurosos veranos de un pueblecito de Teruel, mi bendita madre que en paz descanse, en lugar de dejarme ir a jugar a “indios y vaqueros” me obligaba a dormir la siesta, o cuando, también de niño, en la playa de Zarautz me obligaban a esperar dos horas, antes de bañarme, tras haber engullido un bocadillo de tortilla de patata, para que no se me “cortara la digestión”.
Me dediqué, entonces, a leer todo lo que pillé sobre la dichosa película: críticas en páginas de cine especializadas, blogs de cine prestigiosos, revistas especializadas, etc. ¡Joder! Resulta que es una obra maestra. ¡Mecagüendiez!, por lo visto, no había entendido absolutamente nada. Resulta que acababa de ver una obra maestra, una obra de arte…, y a mí me había parecido una auténtica castaña.
Con la tozudez que nos caracteriza a los maños, con la ingenuidad que, milagrosamente, todavía no he perdido, una Pepsi de 37,5 cl. y un paquete de cigarrillos marca Royal Crown sin empezar, decidí verla otra vez, eso sí, esta vez con más interés, en mi casa y con los cascos puestos para no perderme nada…, y 138 largos minutos después, mientras pasaban los títulos de crédito, no pude por menos que admitir que me había aburrido todavía más que la primera vez y además, para mi desconsuelo, no había sido capaz de ver ni un atisbo de obra de arte en lo que había visto a pesar de haber pasado una y otra vez las secuencias y planos que los críticos ponderaban como una creación maravillosa.
Como quiero ser lo más honesto posible, tengo que decir que la fotografía de Emmanuel Lubezki es una maravilla, pero claro, eso no es suficiente.