No se me ocurre ninguna
película más opuesta a “Melancolía”, de Lars von Trier que “La fiera de mi niña”, de Howard Hawks.
En el número 6 de la
revista Nickel Odeon, dedicado monográficamente a la Screwball Comedy, se
publicaron los resultados de una encuesta realizada a 100 personas: críticos de
cine, directores, actores, escritores y cinéfilos en la que cada uno elegía sus
10 comedias favoritas; la ganadora fue “La fiera de mi niña” y el director más
votado Howard Hawks con 7 películas. Hay que decir que Howard Hawks hizo 9
comedias que ya os adelanto que considero 9 obras maestras.
Es difícil, para mí,
decidir cuál de las 9 comedias de Howard Hawks es la mejor, todas son
magníficas, pero la más divertida es, sin duda, “La fiera de mi niña”.
Sinopsis
David Huxley (Cary Grant) es un ingenuo y manipulable paleontólogo que trabaja en el Museo de
Historia Natural y dedica todo su tiempo a la reconstrucción del esqueleto de
un brontosaurio del que sólo le falta la “clavícula intercostal” que ya ha localizado
y está a punto de recibir. Nuestro protagonista está prometido con Alice
(Virginia Walker) una rígida mujer que también trabaja en el museo y que
antepone el trabajo de los dos a todo lo demás, incluso a tener una luna de
miel o a la posibilidad de tener hijos.
El museo necesita
dinero y David Huxley pretende obtenerlo mediante una donación que podría hacer
una millonaria, la Sra. Carleton Random. Para conseguir la donación Alice
concierta una cita en el club de golf con el abogado de la Sra. Carleton
Random, el Sr. Alexander Peabody.
En el transcurso del
partido de golf, David Huxley conocerá a Susan Vance (Katharine Hepburn) una
joven que cambiará la vida del apocado profesor en tan sólo 24 horas. En este
día que cambiará la vida de nuestro protagonista, David Huxley se las verá,
además de con Susan Vance, con un perro llamado George, un leopardo llamado
Baby, un psiquiatra con monóculo y tic nervioso que se llama, por supuesto,
Fritz, un cazador de caza mayor experto en imitar el sonido de los animales
salvajes que se llama, por supuesto Mayor Horace Applegate, un abogado que se
llama, por supuesto, Peabody y que representa a una millonaria dispuesta a
donar un millón de dólares al museo, un criado borrachín, un sheriff
estrambótico, otro leopardo y, desde luego, la clavícula intercostal del
brontosaurio. Todos estos elementos colaborarán con Susan Vance para hacer de
este día una experiencia inolvidable para nuestro paleontólogo favorito.