No comparto el entusiasmo que ha despertado esta película entre amplios
sectores de la crítica. Seguramente sea esto debido a mi incapacidad de ver, en
la obra de Alex Garland, algo más que una discreta película de serie B sin
ningún atractivo cinematográfico, con unos efectos especiales mediocres, una
puesta en escena convencional, un desarrollo de los personajes inexistente y
que cuenta, además, una historia que no se entiende si alguien no te la explica
después.
El film está basado en el primer libro de una exitosa trilogía de Jeff
VanderMeer publicada en 2014, que se completa con los volúmenes, “Autoridad” y
“Aceptación”. Estamos, por tanto, ante un tercio de la historia que concibió su
autor y por tanto resulta muy complicado juzgarla como una obra terminada
cuando menos en lo referente a su desarrollo argumental.
“Los siete samuráis” de Akira Kurosawa además de ser una obra maestra
inauguró un género muy específico en el que se forma un equipo para llevar a
cabo una misión, en muchas ocasiones…, una misión suicida. Este esquema se ha
codificado a lo largo de los años y en este tipo de cintas entre las que
podemos citar “Doce del patíbulo”, “Los siete magníficos”, “Space Cowboys” y
muchas otras…, podemos ver una primera parte donde se plantea el problema, el
conflicto, (la futura misión del grupo), una segunda parte de reclutamiento y
por tanto de presentación y caracterización de los personajes, una tercera
parte de entrenamiento e interacción entre los protagonistas de la historia y
por tanto asistimos al desarrollo dramático de los mismos y una cuarta parte
que se corresponde con la ejecución de la misión donde suele primar la acción y
que nos lleva a un desenlace tanto en lo que se corresponde con la misión en sí
como en el final del arco evolutivo de los personajes que es coherente con todo
lo anterior.
En “Aniquilación” asistimos a la primera parte con el regreso del
marido de la protagonista en lo que es un arranque estupendo y lo mejor de la
película con diferencia. Este arranque está contado con una estupenda puesta en
escena capaz de crear un clima de desasosiego únicamente con los encuadres y el
montaje.
A continuación los responsables de la película deciden que la
segunda y tercera parte del esquema que hemos presentado no es necesario (lo
cierto es que tampoco existen en el libro) y solventan el trámite de presentar
a los personajes en unas cuantas escenas rodadas con una vulgaridad propia de un
telefilm de sobremesa. Con esta decisión se renuncia a que el espectador
conozca y establezca vínculos de amor u odio con los personajes y a que estos
se relacionen y desarrollen un itinerario dramático entre ellos. En el libro la
historia está narrada en primera persona y la progresión dramática se produce a
través del monólogo interior de la protagonista algo que en cine es muy
complicado y requiere una continua y molesta voz en off.
Así pues, cuando empieza la misión no nos puede importar menos lo
que les pase a los personajes por el simple motivo de que, por una parte no los
conocemos y por otra no hay ningún hilo dramático al que nos podamos agarrar.
Por otra parte, Alex Garland parece más preocupado de presentarnos
un paisaje que sea capaz de sorprendernos desde una óptica preciosista pero
vacía; parece olvidar que la belleza de un plano, o de un movimiento de cámara,
debe ir ineludiblemente parejo a su necesidad expresiva.
La película recupera algo de pulso en la escena final entre Oscar
Isaac y Natalie Portman. Pero un buen comienzo y un apañado final no son suficientes
para mantener un film que no es capaz de generar nada más allá de un cierto
desasosiego en algunas secuencias del
mismo.
Entonces, ¿qué ha visto la crítica en esta película? Por lo que he
leído me parece que la mayoría de los críticos que han escrito sobre ella no
conoce el libro y mucho menos la trilogía. Esto es importante puesto que se le
atribuyen a la cinta las virtudes que, en realidad, corresponden al libro. Se
alaba la originalidad de la historia, el mundo creado con ese sistema de
funcionamiento extraño en el que se producen copias del ADN y se mezcla la
carga genética de especies diferentes, etc, etc, etc…, pero…, todo eso ya está
en el libro y explicado de forma mucho más sencilla.
A
nadie se le ocurriría atribuir a Peter Jackson los méritos de la invención de
la Tierra Media y las peripecias de Frodo Bolsón o a Kenneth Brannagh el
argumento de “Hamlet”.
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