“Ted”, la película escrita y dirigida por Seth MacFarlane, no es una película sino varias a la vez, o, para ser más exactos, es una película de varios géneros mezclados: es una película gamberra e irreverente de colegas, también es
una comedia romántica y, de alguna manera, también es un cuento de Navidad.
La película funciona mejor en su faceta de comedia gamberra
de colegas y flojea algo como comedia romántica.
La historia de “Ted” es de lo más convencional. No hay
ninguna sorpresa, una vez conocida la premisa argumental. Los giros de guión
son previsibles y no cuesta nada adivinar en qué minuto se van a producir.
Sin embargo, la película se ve con agrado y consigue lo que
una comedia debería, siempre, tener como objetivo, hacer reír. Y es en este
aspecto en el que “Ted” sobresale. Es capaz de hacer reír desde el primer
minuto hasta el último, sobre todo, gracias a un guión estupendo y unos
diálogos desternillantes. Desde el punto de vista estrictamente cinematográfico
quizá no se merezca la nota que le he puesto pero es de puro agradecimiento.
Con la que está cayendo, uno no puede por menos que dar las gracias por 100 minutos
de risas.
“Ted” no pasará a la historia del cine como una obra
maestra, pero garantiza risas a lo largo de todo su metraje, que por otra parte
está bien rodado y bien dirigido.
Ridley Scott ha sido enterrado por la crítica en numerosas
ocasiones y en otras tantas se ha empeñado en resucitar como si fuera un “alien”,
que lo es. Este magnífico director no ha gozado nunca del favor de la crítica.
No me preguntéis porqué, nunca lo he entendido. Sus películas, desde la primera
a la última, han sido vapuleadas sin piedad. Se le ha tachado de frío, de
cerebral, de afectado, de superficial, en fin se le ha tachado de casi todo lo
malo.
Una vez más me da la sensación de encontrarme en minoría.
Acabo de leer tres críticas que aparecen en uno de los blogs de cine más
seguidos en nuestro país. Entre los tres comentaristas le dan, a la última
película de Scott, en todos los lados. Les parece horrible absolutamente todo:
la música, la fotografía, el guión, el montaje, la puesta en escena, el ritmo, la
dirección, en fin…, todo.
A mí, Ridley Scott me parece uno de los grandes directores
de la historia del cine. Sus tres primeras películas que también fueron
denostadas por la crítica: “Los duelistas” (1977), “Alien, el octavo pasajero” (1979) y “Blade Runner” (1982), son tres obras maestras, “El reino de los cielos” (2005) -la versión del
director, por supuesto-, es otra obra maestra. Las demás películas de
Scott son excelentes.
“Prometheus” es una obra maestra a la altura de las tres
primeras. ¿Cómo se puede poner en entredicho a un director que tiene
en su haber, 15 excelentes películas y 5 obras maestras?
“Prometheus” pertenece al género de ciencia ficción. Pero a
un tipo de ciencia ficción que cada vez escasea más, aquélla que plantea
dilemas, que hace preguntas, una ciencia ficción de ideas, la que se hacía en
la época dorada de la ciencia ficción, y ésta precisamente es la ciencia ficción que más me gusta, la
que más aporta, la que crea mundos enteros, la que propone ideas y se hace preguntas
trascendentales aunque no tenga todas las respuestas.
Tengo cierta debilidad por Tim Burton. Le disculpo cosas
que no le disculparía a otro director.
Tim Burton es un extraordinario, y atípico, director que
nos ha regalado varias películas excelentes y una obra maestra, (“Ed Wood”). Un
director que, en 1994, es capaz de realizar una película en blanco y negro
sobre la vida del denominado “peor
director de la historia del cine” merece todos mis respetos. Y que, además,
la película resultante sea una obra de arte, merece toda mi admiración
Tim Burton es un director arriesgado, apuesta por proyectos
a los que muy pocos directores se acercarían, sólo hay que repasar su
filmografía para constatarlo, en ella hay cuentos barrocos, musicales, películas
de animación, Batman, una versión de Alicia en el país de las maravillas, una
sátira de ciencia ficción, etc.
“Sombras tenebrosas” es la adaptación de una exitosa serie
de televisión americana. Adaptar una serie de televisión es un empeño muy
complicado. Los mecanismos que funcionan en una serie de televisión no son los
mismos que funcionan en un largometraje. En la historia del cine hay muchos
ejemplos de exitosas series de televisión de las que se han hecho largometrajes
y han resultado un auténtico fiasco, sólo por poner un par de ejemplos
recientes nombraré “Embrujada” y “El equipo A”.
La película de Tim Burton está bien dirigida, tiene ritmo,
un diseño de producción extraordinario y una dirección artística espléndida
como la tienen todas sus películas, los actores, encabezados por Johnny Depp
son, todos, de garantía, la fotografía maravillosa y la música estupenda, pero…,
la película no funciona.
El problema es que “Sombras tenebrosas” se configura como
un magnífico envoltorio pero no da con el tono de la historia que cuenta. No
sabemos muy bien a qué carta quedarnos. La película comienza como una historia
romántica-trágica del siglo XVIII, sigue cómo una sátira en la que los
protagonistas son trasladados a los años 70 y termina con el mismo tono con el que
empieza.
Se me ocurre que, para el comentario de esta película, se
podría utilizar la retórica de la crítica, ya superada, en la que se analizaban
las películas en función de su fondo y de su forma.
Me parece mucho más interesante el comienzo y el final que la
parte central, que no acaba de funcionar. Entiendo que muchas decisiones que se
han tomado en el guión han estado supeditadas a la fidelidad a la serie
americana, pero eso ha lastrado la narración de tal manera que el espectador
acaba despistado y sin saber si estamos ante una comedia, un cuento gótico, una
historia de amor o una película de terror.
Vaya por delante que, a mi entender, “Buried” es una
película sobrevalorada donde las haya, a la que no le veo ningún mérito
cinematográfico, muy poco atractivo y a la que le niego, incluso, la
originalidad que se le ha atribuido por parte de la crítica.
Como curiosidad os dejo una imagen con la que me encontré
haciendo un trabajo sobre las campañas en contra de las drogas. La imagen
pertenece a un clip de una campaña de 2007 que hizo la Comunidad de Madrid. Al
lado os he puesto el cartel de “Buried”. ¿Coincidencia?
En
cuanto a “Luces rojas” me pasa lo mismo que con “Buried” aunque por diferentes
motivos. Según dice Rodrigo Cortés el título hace referencia a “las notas discordantes”, “las cosas que no deberían estar ahí”, “las cosas que no encajan”. Pues bien,
la película está llena de luces rojas, de notas discordantes, de cosas que no
deberían estar en ella y de cosas que no encajan.
Rodrigo
Cortés ha dispuesto, para esta película, de un elenco de actores y actrices
inmejorable y de un presupuesto importante pero ni el guión, ni la realización
ni el montaje están a la altura de ellos, y estas tres cosas: el guión, la
realización y el montaje son las verdaderas luces rojas de la película y las
tres están firmadas por él.
La
película indaga, desde un punto de vista científico-escéptico, sobre los fenómenos
paranormales y los sujetos que se hacen llamar psíquicos, mentalistas,
videntes, y demás fauna parecida. Sigourney Weaver (impecable en un papel que
recuerda al de “Avatar”) y Cillian Murphy, forman un equipo de investigadores
que dedican su tiempo y recursos a desenmascarar los fraudes de sujetos que
dicen poseer poderes psíquicos paranormales. Uno de esos sujetos es Simon
Silver (Robert De Niro, con una presencia cinematográfica apabullante pero un
poco “pasado de vueltas” como ocurre cuando no es dirigido con mano firme).
“La invención de Hugo” es una declaración de amor al cine por parte de uno de los
directores más cinéfilos que existen. Martin Scorsese ha financiado
la restauración de muchos films clásicos, ha promocionado festivales de cine
clásico, posee una filmoteca espléndida de películas en 35 milímetros, ha
escrito excelentes libros sobre cine, y ha dirigido numerosos documentales,
entre los que destacan: “El cine norteamericano según Scorsese” y “El cine
italiano según Scorsese”.
Con
este currículum no nos puede extrañar que Scorsese haya dado a luz esta
película a pesar de lo alejada que está de su producción habitual, una película
con niños y en 3D, de hecho, viendo la cinta, uno podría pensar que la ha
dirigido o producido Spielberg.
Más
allá del 3D, y más allá también de su tema, “La invención de Hugo”, es una obra
maestra del cine.
Scorsese
ha dicho que el libro de Brian Selznick le sedujo, por una parte por la
historia de soledad y de necesidad de conectar con su familia del niño, y por
otra parte por el misterio que cataliza la acción y que acaba resolviéndose con
la invención del cine.
El
protagonista de la película no es Hugo, es Georges Mélies (Ben Kingsley), y de esta forma, Scorsese,
aprovecha la historia para rendir un emocionante homenaje a uno de los pioneros
del cine, por extensión a todos ellos, y al cine en general.
Muchos
de los personajes que aparecen en la película son verídicos y algunas de las
historias que se cuentan son reales. Por ejemplo: todo lo referido a Mélies es
verídico, incluida la tienda de juguetes, la esposa de Mélies, el periodista y
cinéfilo René Tabard, el guitarrista de la estación, etc.
Scorsese
ha realizado un esfuerzo de autenticidad que se nota en la película. El
vestuario y los decorados son una maravilla. Se nota que Scorsese ha sido
riguroso, incluso meticuloso con todos los detalles. Por poner un único
ejemplo: las películas de Mélies están recreadas al milímetro, incluso con las
posturas y expresiones de los actores y actrices originales.
Todo
este esfuerzo se acompaña de un glorioso diseño de producción de Dante Ferretti para crear un
mundo (la estación) dentro de otro mundo (el París de los años 30). Ahora bien,
Scorsese, apoyándose en hechos y recreaciones reales tanto históricas como de
decorados, vestuarios, paisajes, etc., le da a la narración un tinte mágico,
como de cuento infantil. En este sentido, hay que hacer mención de una maravillosa fotografía de Robert Richardson y una colorista música de Howard Shore.
Es
de agradecer por parte del espectador, (y hay que anotarlo en la cuenta de
Scorsese), el uso narrativo del 3D. Un sistema que tiene, en ocasiones, más
inconvenientes que ventajas y que se usa, muchas veces, de manera chapucera. No
es el caso, en “La invención de Hugo” el 3D pasa a formar parte del lenguaje
cinematográfico de la película y aporta un valor añadido (como se dice ahora) a
la historia.
La
película construye, además de la trama principal, una serie de microhistorias
protagonizadas por personajes entrañables que viven en la estación. Son
historias casi mudas, sin apenas diálogos y vistas a través de la mirada de
Hugo.
Scorsese
nos presenta una extensa galería de maravillosos personajes como por ejemplo el
bibliotecario encarnado por Christopher Lee, la vendedora de flores, el guardia
de la estación y otros, e incluso se permite guiños al mundo del arte y la
literatura como por ejemplo la presencia de Salvador Dalí y James Joyce sentados en un
café de la estación.
Toda
la película es un continuo homenaje al cine. Hay multitud de guiños,
referencias y pequeñas ofrendas a un sinfín de momentos, personajes e historias
del cine. Baste como ejemplo la secuencia de Hugo colgado de la aguja del reloj
de la estación en claro homenaje a Harold Lloyd uno de los más famosos cómicos
del cine mudo
Poco
más puedo decir que no se haya dicho ya sobre la película. Únicamente me
gustaría, para terminar, referirme a la manera en cómo empieza y en cómo acaba
la película. En algún otro post he dicho que una de las decisiones más
importantes para el equipo que realiza una película es cómo empezarla y cómo
acabarla. El comienzo y el final es algo que no se puede recuperar después. Una
película puede tener un bajón en algún momento y recuperarse después pero una
secuencia inicial fallida o un final malo no tienen arreglo.
La
invención de Hugo comienza con un plano-secuencia maravilloso y termina con
otro plano-secuencia igual de maravilloso aunque no sea tan espectacular como
el primero. No se puede empezar ni acabar una película de mejor forma.
Cameo:
Scorsese tiene una pequeña aparición como fotógrafo haciendo un retrato al
matrimonio Mélies. En muchas críticas y artículos aparece un cameo de Johnny
Depp (uno de los productores de la película), si existe el cameo yo no lo he
visto. Me da la sensación de que se rodó y después se cortó en el montaje final.
“Los descendientes”, la última película dirigida por Alexander Payne es, sin duda, su mejor
realización hasta el momento. En mi opinión es una gran película, a la altura
de las mejores que se han estrenado en los últimos años, y justa candidata a
los Oscars.
Pese
a ello, la película puede despistar a muchos espectadores. De hecho ha
despistado también a muchos críticos. El tono, el ritmo y la historia, no parecen
encajar entre sí. ¿Se trata de una comedia? ¿Un drama?
Estamos
educados en las convenciones del drama y de la comedia tal y como se entienden
en la actualidad: una comedia tiene un cierto tipo de música, de intérpretes,
de situaciones e incluso de fotografía que nos anticipa ya desde los títulos de
crédito que estamos ante una comedia. Y lo mismo ocurre en los dramas.
Pero
la vida no es comedia o drama, la vida es la mezcla de los dos y “Los
descendientes” nos muestra eso, un trozo de vida.
Alexander
Payne es un director con una tremenda cultura cinematográfica. Lo he oído y
leído en varias entrevistas y es un placer que un director de cine conozca los clásicos
y el lenguaje cinematográfico como los conoce él.
La
primera fase de un guión es, la idea. Hoy en día es muy difícil encontrar
historias nuevas, prácticamente el cien por cien de lo que vemos en el cine son
historias que ya se han contado antes y, en el mejor de los casos, alguien las
cuenta de otra manera. En Hollywood, para explicar esta primera idea de una
película se acuñó el término: “Pitch”. El Pich de una película es una frase con
muy pocas palabras que es capaz de definir el núcleo de la película que se pretende
hacer. Así pues, un buen Pich es capaz de explicar al productor, en una frase,
en qué tipo de película va a poner su dinero. Algunos de estos “Pich” se han
hecho famosos, como por ejemplo: Alien se definió como “Tiburón en el espacio”;
Cleopatra, como “Tetas y togas” y Titanic, como “Romeo y Julieta en el
Titanic”.
Pues
bien, parece ser que “El enigma del cuervo” tenía como Pich: “Seven en el siglo
XIX”. Es un buen Pich..., posiblemente lo mejor de la película.
“Un trabajo en los confines del mundo.
Cazador a sueldo para una gran empresa petrolera. No sé por qué hice la mitad
de las cosas que he hecho, pero sé que aquí es donde debo estar. Rodeado por
los de mi calaña: ex convictos, fugitivos, vagabundos, gilipollas; hombres
indignos del género humano”
Así
comienza “Infierno blanco”, con la voz en off del protagonista y la imagen de
Liam Neeson caminando hacia la cantina donde se reúnen todas las noches los ex
convictos, fugitivos, vagabundos y gilipollas de los que habla el protagonista.
Las críticas de la película, en
general, no han sido muy favorables y su trayectoria comercial, en España, ha
sido bastante anodina.
Es muy posible que esta falta de
interés de crítica y público se deba a que da la sensación, a primera vista, de
que se trata de una película más de aventuras, del subgénero de supervivientes
en medio de una naturaleza hostil, y amenazados por animales salvajes.
También ha podido influir que su
director, Joe Carnahan, no presenta unas credenciales que inspiren confianza si
tenemos en cuenta sus dos últimas películas: “Ases calientes” y “El equipo A”,
películas de entretenimiento bastante mediocres, la verdad.
Aunque en España ha recibido críticas
negativas, la película ha tenido buenas críticas y ha funcionado estupendamente
en Estados Unidos.
En el primer post de este blog
escribí sobre la crítica y por tanto no voy a volver sobre el tema, pero no
puedo dejar de decir que es una auténtica pena que los críticos no sean capaces
de ver más allá de lo obvio. Se supone que su función es, precisamente esa: ver
más allá de lo obvio.
“Infierno blanco”, me parece una
excelente película de aventuras y estoy seguro que con el paso del tiempo será
reivindicada por los mismos que ahora la han ninguneado.
Se
trata de la adaptación cinematográfica de una obra de teatro que, a su vez, adaptaba
un libro de no ficción basado, en gran parte, en la correspondencia que
intercambiaron Freud y Jung. Freud es considerado como el padre del
psicoanálisis y autor de la teoría psicoanalítica, y Jung, mucho más joven, fue
discípulo suyo aunque, más tarde, discreparía en algunos aspectos con su mentor y acabaría cuestionando varios puntos de la teoría psicoanalítica de Freud e introduciría nuevos
paradigmas que Freud rechazó con vehemencia. Estas diferencias, a la postre, acabarían produciendo el distanciamiento profesional y personal de los dos psiquiatras, lo que daría pie a la
aparición de diferentes escuelas psicoanalíticas, algo que Freud temía desde el principio.
Vaya
por delante que no me creo la teoría psicoanalítica y que tampoco creo en el
psicoanálisis aunque reconozco el genio de Freud al abrir una puerta que estaba
absolutamente cerrada por la neurología clásica.
A
pesar de no creer, tengo que reconocerle dos virtudes a la teoría psicoanalítica
y a su herramienta, el psicoanálisis: por un lado la formulación de la teoría es espectacular
y tremendamente atractiva, prueba de ello es que prácticamente todo el mundo ha
asumido gran parte de su terminología y la ha incorporado a la vida cotidiana:
el complejo de inferioridad, el lapsus freudiano, el complejo de Edipo, la interpretación
de los sueños, etc. Por otro lado, y relacionado con esto, la teoría
psicoanalítica y el psicoanálisis tienen un tremendo potencial cinematográfico
y si no, basta recordar la cantidad de películas que, en mayor o menor medida,
hacen alusión al tema o lo utilizan como base o explicación del comportamiento
de los personajes. Por no hablar de Woody Allen.
No
me imagino otro director más adecuado para esta película aunque se pueda
pensar, a priori, lo contrario. Películas como “Inseparables”, “Crash”, “M. Butterfly” y otras lo avalan como un director al que le gusta profundizar en
territorios oscuros de la mente humana.
Al
margen de su idoneidad, podríamos decir conceptual, David Cronenberg realiza un
trabajo de dirección de actores extraordinario, los tres protagonistas: Viggo
Mortensen en el papel de Freud, Michael Fassbender en el de Jung, y Keira
Knightley, están estupendos.
En
ocasiones una gran actuación es atribuible al actor en un gran porcentaje, se
me ocurre como ejemplo la Meryl Streep de “La dama de hierro”. En otros casos
es el director el que controla el trabajo de los actores y es, en gran medida,
el responsable de sus actuaciones.
¿Por
qué creo que, en este caso, David Cronenberg tiene gran parte del mérito? Pues
porque la “acción” de la película se desarrolla en el nivel interpretativo, y
por lo tanto Cronenberg se vuelca en este aspecto hasta controlar el más mínimo
gesto, el último matiz en la composición de cada uno de los personajes. Voy a
poner algún ejemplo: Tanto Freud como Jung están casados, el primero lleva la
alianza, el segundo no. Precisamente vemos en un primer plano cómo Marta, la
esposa de Jung, se quita la alianza cuando éste la somete a una especie de
polígrafo; no es una casualidad ni un error de atrezzo. Sabemos que Jung se
plantea su matrimonio, en ocasiones, como un lastre, algo que no le deja avanzar, además, siente carencias y acaba siendo infiel a su esposa repetidamente.
A Freud, sin embargo, lo vemos en una escena comiendo con toda su familia, no ofrece ninguna duda su lealtad férrea a su familia, de la misma manera que a su teoría.
Otro detalle de construcción del personaje es que Freud aparece en todas las escenas fumando, y parece que lo
hace de forma compulsiva mientras, exteriormente, mantiene una imagen de
tranquilidad y control.
Lo que nos narra la película es, por un lado, el nacimiento de una teoría
psicoanalítica que pretende explicar los comportamientos humanos, y por otro lado,
vemos esos mismos comportamientos en los actos de los tres protagonistas
principales y, cómo no, en el extraordinario Otto Gross, el tercer psiquiatra de la película,
interpretado inmejorablemente por Vincent Cassell.
Todo
esto necesita una minuciosa dirección de actores que Cronenberg lleva a cabo a
la perfección consiguiendo que los intérpretes alcancen registros que nunca
habían alcanzado en sus carreras, y el ejemplo más claro lo tenemos en Keira
Knightley.
Arropando
el excelente trabajo de los actores encontramos una puesta en escena muy clásica
que se ajusta a la perfección al tono de la película y consigue, además,
hacernos olvidar su origen teatral. Las conversaciones están filmadas en diferentes
escenarios (parques públicos, jardines, despachos, consultas médicas, el pequeño velero
de Jung, el barco que lleva a los dos psiquiatras a Estados Unidos, etc.).
Todo
lo anterior está fotografiado de forma maravillosa por el excelente Peter Suschitzky, fotógrafo, -casi
nada-, de “El imperio contraataca” y habitual en la mayoría de las
películas de Cronenberg.
Es obligatorio mencionar una maravillosa
banda sonora firmada por Howard Shore que incorpora piezas de Wagner, como no
podía ser de otra manera dado el tema de la película y su relación con las
óperas de Wagner.
Para
terminar dos cosas: la primera, que el maquillaje de Viggo Mortensen es una
chapuza, y la segunda que la película tiene un inconveniente y es que para
disfrutarla del todo, es necesario tener conocimientos, aunque sean básicos,
sobre la teoría psicoanalítica y el psicoanálisis.
PD: Me encanta el cartel de la peli.
Alguna
vez he escrito que es más fácil hacer la crítica de una mala película que
hacerla de una buena. Eso se debe a que es muy difícil explicar porqué una
película es buena y otra es mala, o porqué una película funciona y otra no.
De
“Los chicos están bien”, podemos decir que tiene un estupendo guión, unos
diálogos maravillosos y unas interpretaciones inmejorables. Pero ni siquiera
todo esto explica la película.
Es
cierto que el guión es fenomenal; se desarrolla de la forma más ortodoxa
posible siguiendo los parámetros del cine más clásico con su trama principal,
sus subtramas, sus puntos de inflexión, etc., todo en su sitio y todo escrito
con la precisión de un reloj suizo.
También
es verdad que nunca Annette Bening y Julianne Moore estuvieron tan bien. Ambas
actrices interpretan a mujeres de mediana edad: la primera una científica
obsesa del control, la segunda tierna y creativa. Pero, además de las
interpretaciones de cada una de ellas lo que más llama la atención y aporta un
plus a la película es la química que hay entre las dos.
Lo
mismo ocurre con los dos adolescentes. Este cuarteto tiene química, sus escenas
compartidas son más que la suma de las interpretaciones de cada uno de ellos.
Es,
pues, una película de actores; cierto. Pero también es una película de guión y
de dirección. El trabajo de Lisa Cholodenko, guionista y directora del film se
podría adjetivar como inteligente, comedido y elegante que es lo que necesita
una comedia y si no sólo hay que revisar a los grandes de la comedia como
Cukor, La Cava o McCarey.
El
trabajo de los actores y de su directora consigue algo muy complicado de
conseguir, un clima de veracidad, de cercanía, una atmósfera entrañable donde
el espectador acaba enamorado de todos los personajes. Lo que pasa en la
pantalla es verdad, nos lo creemos, en ningún momento dudamos de nada, nos
tragamos los diálogos, los gestos, las actitudes, las risas, los llantos, todo.
Es más, todos los personajes nos caen bien, nos los llevaríamos a casa a todos.
Todo
esto es mucho más difícil cuando se trata de una comedia que, además, está
rodada como una comedia. Quiero decir con esto que cuando se rueda un drama y
se elige una puesta en escena realista incluida la fotografía, se rueda con
planos cortos, con tomas largas, en escenarios naturales sin apenas atrezo,
etc., la sensación de verdad es más fácil de conseguir, el ejemplo más claro
sería “Nader y Simin, una separación” ya comentada en otro post en este mismo
blog.
En
este caso, ni la puesta en escena ni la fotografía son realistas y por lo tanto
todo el mérito recae en unos actores en estado de gracia y dirigidos con mucho
cuidado para que no sobrepasen los límites, una tentación habitual cuando se
trata de una comedia.
Por
fin, tengo que mencionar una espectacular banda sonora que mezcla temas de
David Bowie, Joni Mitchell o Leon Russell con otros temas de grupos de rock
indie actuales. Y tengo que hacer una referencia particular al tema “Galatea’s
guitar”, de Gabor Szabo que suena en la parte final de la película, una
auténtica joya.
En este post
no voy a avisar de posibles spoilers, no hace falta. Pero tengo que advertir a
los lectores que es posible que en algún momento me ponga moñas y babee un
poquito.
"Tres tristes tigres" es
un premiado cortometraje realizado por Johnny Caulfield y protagonizado por
Lorenzo Ordás, Eduardo Sánchez y Jonathan Prat (sí, el menor de mis dos estupendos hijos. La familia la completa mi querida esposa que es capaz de
arrancarme la cabeza si digo algo malo o dudo, ni por un instante, de que este
corto es una auténtica obra maestra).
Johnny Caulfield es, obviamente, un seudónimo.
Jonathan acaba, este año, tercero de Diseño Gráfico
(espero) y ha hecho el cortometraje, junto con dos de sus compañeros de
clase, como parte de su formación.
Joni (no sé si tendría que cascarle
una y "griega" o alguna h, ya se lo preguntaré) me ha enseñado el
corto y, por supuesto, no me ha dado ninguna explicación; es lo que tienen los
genios creadores, que no les gusta explicar su obra.
En la nota que aparece en YouTube
los autores se preguntan ¿Qué es el diseño? ¿Cómo son los diseñadores gráficos
de hoy en día?
No tengo, ni mucho menos, la
capacidad para contestar a estas preguntas, pero lo voy a hacer.Ya oigo a mi
hijo: "ya está soltando lo primero que le viene a la cabeza",
¡correcto!
Yo creo que un diseñador gráfico es
alguien capaz de transformar una idea en una imagen, convertir esa imagen en un
icono, y ese icono en una forma de ver y sentir la vida, en una forma de ser; es por tanto, alguien capaz de cambiar la realidad, algo así como un mago pero
que en lugar de varita mágica utiliza un Mac. Bueno, además es alguien que sabe que Comic Sans no es un
grupo de música sino una tipografía, -que por otra parte aborrece-, (lo sé
porque me hizo quitarla de este blog) y que no sabe quién es Belén Esteban pero
conoce perfectamente a Milton Glaser.
El corto está
construido en 18 planos, 7 transiciones con fundidos a negro y el fundido final
a blanco, más una escena en un plano y con fundido final a negro que aparece
después del The End, una especie de escena post-créditos.
Al ver los cuatro minutos y pico
que dura el corto me vienen a la mente algunas referencias que me parecen
obvias. Veo a Tarantino, y más concretamente "Reservoir dogs" en la
escena en la que salen del coche y cruzan la pantalla en diagonal y a cámara
lenta con la irrupción de un maravilloso tema musical, y también veo a Tarantino en el plano lateral de dos de los tigres caminando a cámara lenta acompañados por la misma música.
También veo a Holden Caulfield, el
protagonista de "El Guardián entre el centeno", único libro
que escribió J. D. Salinger. Un libro muy especial y uno de mis favoritos. Un libro con una especie de leyenda negra ya que a Mark D. Chapman, asesino de John Lennon, lo cogieron
cerca del edificio Dakota donde le disparó al músico, leyendo este libro. También llevaba
encima este libro el hombre que disparó a Ronald Reagan y el fanático que
acosaba a Jodie Foster.
La referencia, creo que va más allá del apellido que ha elegido el
director como seudónimo, o la camiseta con la imagen de John Lennon que lleva
Jonathan. La referencia es el tono, el clima, la atmósfera. Creo que el corto
transmite la misma sensación que el libro (con la ayuda inestimable de la banda
sonora que se ha escogido), eso sí, -y menos mal-, con un humor menos ácido,
más disparatado, más absurdo, más del estilo de los Hermanos Marx. Al final los diseñadores gráficos son gente que se hace preguntas que no nos hacemos los demás, preguntas como las que se hacía Holden Caulfield: ¿A dónde van, en invierno, los patos de Central Park?
Me parece un
trabajo de mucho talento.
Lo voy a dejar
aquí porque estoy seguro que ya solamente con lo que he dicho del cortometraje,
Joni y sus amigos se partirán de risa un buen rato. Lo mismo hacía Buñuel
cuando leía las críticas de sus películas y las interpretaciones que se hacían
de sus escenas o de sus planos.
PD: Chicos, perdón por el justificado, no he podido evitarlo..., al final la cabra siempre tira al monte.
“La mujer de negro” es una excelente película con un monumental error de casting.
La
productora Hammer, que realizó inolvidables películas de terror gótico entre
1955 y 1980, intenta recuperar el género y el estilo que la encumbró y la llevó a ser un referente del terror, sobre todo, gracias a
las películas que integraron las sagas de Frankenstein y Drácula, muchas de las
cuales dirigió Terence Fisher.
Ahora,
una renacida Hammer, vuelve a sus orígenes y, después de producir la versión
americana de “Déjame entrar”, aborda una temática clásica del género: el de la
casa encantada.
Hemos
visto tantas historias de casas encantadas que es muy difícil salir airoso de
un empeño de estas características pero hay que decir que "La mujer de negro" lo
consigue con sobresaliente y desde luego no es por casualidad. Nada en el cine
es por casualidad.
"La
mujer de negro" es una excelente película porque tiene excelentes bases: un
estupendo guión, un diseño de producción maravilloso que incluye unas
localizaciones extraordinarias, una puesta en escena consecuente con el género
y por fin un elenco de secundarios maravilloso capitaneados por un Ciarán Hinds
en estado de gracia.
En
el calendario romano los ides eran
días de buenos augurios y correspondían con el decimoquinto día de los meses de
marzo, mayo, julio y octubre y con el decimotercer día de todos los demás
meses.
Julio César, emperador de Roma, fue traicionado por un grupo de senadores de Roma que
urdió un complot para asesinarlo. En el año 44 a. C., Julio César acudió al
Senado para participar en una de sus sesiones y fue abordado por varios
senadores que le asestaron 23 puñaladas acabando con su vida. Ocurrió el 15 de
marzo, el ides de marzo.
“Los Idus de Marzo”, la película escrita, dirigida, producida y protagonizada por
George Clooney narra las interioridades de la campaña electoral de dos
candidatos demócratas en Ohio, al parecer, un enclave crucial para decidir el
vencedor de las Primarias del partido y por tanto candidato a presidente de la
nación. Esta elección se celebra en Marzo.
El
tema de la película es la honestidad, la integridad, la lealtad y la traición y desde luego,
la capacidad de corrupción del poder.
Si
todavía hay alguien que dude de la capacidad del cine para influir en la
sociedad de mil maneras diferentes bastaría con reflexionar sobre la cantidad
de información que nos proporciona sobre aspectos que, en principio, deberían
resultarnos totalmente ajenos. Conocemos mejor el sistema electoral americano
que el nuestro; sabemos cómo se financian los candidatos, cómo se estructuran
los equipos de campaña, cómo se preparan los debates, cómo se negocian los
apoyos, etc.
George Clooney realiza una película, basada en una obra
de teatro, que examina sin contemplaciones las interioridades de la lucha por
una candidatura a la presidencia de Estados Unidos.
Esta
segunda película de Guy Ritchie sobre Sherlock Holmes sigue la senda de la
primera, como no podía ser de otra manera dado el éxito económico que obtuvo.
Tanto
la primera entrega como esta segunda son películas que se construyen a partir
de las claves de las cintas de James Bond con el añadido de los toques
“simpáticos” de las películas de dos policías colegas.
Así
pues, asistimos a una película de acción con persecuciones, peleas, tiroteos,
explosiones, cambio de escenarios, etc., eso sí situada en el siglo XIX. En
este sentido es más coherente la versión de la miniserie para televisión que
sitúa a Sherlock Holmes directamente en la actualidad con lo que no se nos hace
tan difícil armonizar los trajes de época y los coches de caballos con las
artes marciales, los tiroteos con armas automáticas y las explosiones.
No
cabe duda de que se ha perdido por completo el espíritu de las novelas de Sir Arthur Conan Doyle. Me imagino que al público que no las haya leído no le importará
demasiado. Tampoco a mí me molesta ya que doy por hecho que no estoy viendo una
película de Sherlock Holmes.
Dicho
todo lo anterior, y admitiendo el disparate que supone hacer de las novelas de
Sherlock Holmes películas de acción a lo James Bond, hay que decir que Guy
Ritchie mezcla aciertos con errores y aunque el ritmo de la acción está
conseguido y alguna escena está muy bien rodada, en general ganan lo errores a
los aciertos.
Basada
en hechos reales, “Intocable” cuenta la historia de Philippe, un hombre rico
que, tras perder a su esposa, se queda tetrapléjico en un accidente de
parapente. Philippe, sólo puede mover la cabeza y por tanto necesita ayuda para
realizar las tareas más sencillas de la vida cotidiana como comer, el aseo,
vestirse, etc., necesita por tanto un cuidador. La historia comienza en el
momento en que se selecciona a los candidatos para ocupar este puesto.
Entre
los aspirantes se encuentra Driss, un exconvicto por atraco a mano armada que
acude a solicitar el empleo únicamente para que le firmen el certificado
conforme que se ha presentado a solicitar el puesto para poder seguir cobrando el
paro. En contra de la opinión de todos, Philippe decide contratar a Driss
apostando con él que no aguantará un mes en el trabajo. La película narra la
relación de Philippe y Driss.
Los
autores de la película, Olivier Nakache y Eric Toledano visitaron al Philippe
de la vida real que vive en Marruecos y éste colaboró con ellos en la
realización del film con una única condición, que en el tratamiento de la
historia, Philippe no diera lástima en ningún momento.
Así
pues, a pesar del argumento, nos encontramos ante una comedia. Obviamente gran
parte del humor de la película es del que llamamos humor negro, eso sí, humor
negro muy inteligente.
La
relación que se establece entre estas dos personas tan diferentes está
reflejada de tal forma que resulta creíble lo increíble y gran parte del mérito
lo tienen los dos actores encargados de encarnar a los protagonistas: François Cluzet y Omar Sy. Entre ambos surge una química maravillosa, me imagino que muy
parecida a la que surgió entre los auténticos Philippe y Driss.
La
película funciona gracias, por un lado, a un guión extraordinario y por otro a
la química establecida entre los dos protagonistas.
El
film consigue todos sus objetivos; es una comedia que hace reír y en ningún
momento inspira lástima, ni siquiera cuando Philippe habla con Driss
de su fallecida esposa y le dice: “Lo peor no es vivir así, lo peor es vivir
sin ella”.
Las
situaciones y los diálogos están milimétricamente medidos y no podía ser de
otra manera ya que de lo contrario se hubiera traspasado la línea de lo
ridículo o peor, la línea de lo tópico como hemos visto en muchas películas con
un argumento similar.
Se
trata de una película iraní dirigida por Asghar Farhadi que ha obtenido
numerosos premios y entre ellos el Oscar a la mejor película de habla no
inglesa.
No
he visto las otras candidatas pero Nader y Simin es una magnífica película y
desde luego se merece un Oscar.
La
película es una especie de thriller que se apoya en un melodrama familiar, y se
desarrolla en el Irán actual.
Una
de las premisas del cine es que la película que vemos tiene que ser verosímil,
es decir, según las reglas preestablecidas para los diferentes géneros
cinematográficos una película tiene que tener una cierta coherencia interna. Y
esta premisa funciona igual para una película del Oeste, un drama o una
película de ciencia ficción.
Nader
y Simin da un paso más, el espectador asiste a lo que ocurre en pantalla como
si lo viera desde el mismo lugar en que está ocurriendo. Se tiene la sensación
de que estamos asistiendo a un episodio que está ocurriendo y del que somos
testigos. Esta sensación no se consigue casualmente, requiere una puesta en
escena determinada, unos actores determinados y un guión absolutamente creíble.
En
Nader y Simin, el espectador entiende a todos los personajes, se identifica con
todos ellos puesto que todos tienen razón, su razón para actuar como actúan. No
es fácil conseguirlo y aquí se consigue precisamente por lo que decía antes, lo
que vemos es como un trozo de vida.
Asghar
Farhadi utiliza una puesta en escena muy bien adaptada al tipo de narración que
pretende. Fotografía muy realista, espacios estrechos que obligan a los
personajes a situarse muy cerca uno del otro, actores muy creíbles, y planos
muy cortos que nos presentan siempre a los actores a la altura de los ojos y a
la distancia que, en la vida real, nos situamos para entablar una conversación.
La
intención del director la podemos ver ya desde la escena de apertura; Nader y
Simin, un joven matrimonio iraní, están sentados uno al lado del otro delante
del juez ya que ella quiere solicitar el divorcio. El motivo para pedir el
divorcio es que ella, Simin, cree que deben irse del país para que su hija
Termeh, de once años, tenga mejores oportunidades. Nader, el marido, está de
acuerdo pero explica que no puede irse ya que debe cuidar a su padre, que vive
con ellos y padece Alzheimer. Ella dice, en un momento: “Pero si no te conoce”,
y él contesta “Pero yo si lo conozco a él”. Toda la escena está rodada desde la
posición del juez, al que no vemos, con la cámara absolutamente inmóvil y con
Nader y Simin sentados enfrente del espectador y tomados en plano medio.
El
director nos sitúa ya como testigos y jueces de lo que vamos a ver, nos obliga
a considerar las razones de los personajes, a escucharlos y entenderlos. Y ya
desde esta escena nos damos cuenta de que ambos tienen razón, su razón. A
partir de aquí no nos queda más remedio que asistir al desarrollo de la
historia desde el punto de vista en que nos ha situado el director y del que no
nos sacará en ningún momento.
Para
terminar hay que decir que los actores son todos maravillosos y nos los
creemos, nos cuesta incluso creer que no exista ese piso con ese matrimonio, la
hija y el padre con Alzheimer.
En
definitiva una excelente película que merece la pena ver y que sería una pena que
la gente tuviera algún reparo por el simple hecho de tratarse de una película
iraní y temer que nos vamos a encontrar con una película lenta y pesada…, nada
más lejos de la realidad.
"The Artist" fue la gran vencedora de la noche de los Oscars con cinco premios: mejor
película, director, actor principal, banda sonora y diseño de vestuario.
The
Artist es una ocurrencia; hacer una película casi muda, en blanco y negro y con una historia que se desarrolla en la época de transición del mudo al sonoro, hoy
en día tal y como están las cosas en el cine es, desde luego, una ocurrencia
que tiene mucho mérito.
La
película es una delicia. Se ve con facilidad a pesar de ser muda y en blanco y
negro y estoy seguro que le encantará a la mayoría de los espectadores y este
excelente funcionamiento en dos niveles diferentes es, en gran parte, mérito de
Michel Hazanavicius, su director.
Hacer
el comentario de esta película me resulta especialmente complicado por una
razón muy sencilla; se trata de una película que tiene dos lecturas
completamente diferentes dependiendo de que el espectador que se enfrente a
ella sea un cinéfilo con conocimientos del cine clásico de Hollywood o de que
el espectador no los tenga. Este hecho que podría haber sido un problema para
el funcionamiento de la película, no lo es debido a que ambas lecturas
funcionan a la perfección: el cinéfilo encontrará una serie de cosas que le
gustarán y el no cinéfilo verá una historia que se desarrolla de la mejor
manera posible y que engancha al espectador desde el inicio.
No
soy un entusiasta de The Artist. Creo que había mejores películas (aunque el
nivel no era muy alto) como “War horse” o “La invención de Hugo”. Creo que
había mejores actores como Gary Oldman y creo que había mejores directores como
Steven Spielberg pero entiendo que los académicos de Hollywood hayan premiado "The Artist" puesto que la película hace diana en lo más querido para la
industria del cine, ella misma.
Estamos
ante una película biográfica de Margaret Thatcher protagonizada ni más ni menos
que por Meryl Streep. La película se “organiza”, por decir algo, de forma muy
extraña. Vemos a una Margaret Thatcher senil, con pérdidas de memoria y
alucinaciones en las que aparece el que fuera su marido Sir Denis Thatcher. A
partir de aquí se introducen una serie de flash-backs que recorren su
trayectoria.
El
material es inmejorable (la biografía de uno de los personajes más relevantes
del siglo XX) y el planteamiento, aunque no es lineal es perfectamente asumible
para la narración, podría funcionar. Pues bien, con todo a favor, Phyllida Lloyd (la directora) se encarga de facturar un auténtico desastre. Si he de ser
sincero tampoco me ha sorprendido puesto que hizo lo mismo con su anterior
película “Mamma mía”, un disparate sin pies ni cabeza y una de las peores
películas que he cometido el error de ver en los últimos años. Así pues nuestra
directora lleva dos de dos.
Únicamente
se salva una entregada Meryl Streep que además de una gran actriz está
caracterizada de forma maravillosa, de tal manera que, en muchas secuencias, se
podría pensar que es la auténtica Dama de Hierro.
Bueno
pues, si exceptuamos la actuación de Meryl Streep, todo lo demás está hecho de
la peor manera posible.
El
guión es absurdo y está construido desde el despiste más absoluto. Y tanto es
así, que uno no acaba de saber hacia dónde quiere ir la película. Seguramente
tampoco Phyllida Lloyd y su guionista Abi Morgan tenían claro qué imagen querían
dar de Margaret Thatcher, y éste es el problema principal de la película que no
tiene un objetivo, que no sabe qué pensar del personaje y por tanto el
espectador, una vez acabada la película, no sabe nada de Margaret Thatcher, ni
cómo era, ni qué era lo que la movía, ni siquiera qué cosas hizo.
Fruto
del despiste que impregna toda la película nos encontramos con una serie de
evocaciones de la protagonista, ya anciana, que no aportan gran cosa al
desarrollo del personaje, además, estos fragmentos, están metidos sin ningún
sentido del ritmo, de la oportunidad o de significación de su contenido, y su
duración no está planificada de ninguna manera. Así pues, tiene más peso en la
película las situaciones de una Margaret Thatcher senil, que no aportan nada
que los episodios “significativos” de su vida.
Aunque
sea un poco tramposo me gustaría recomendar a los lectores de esta crónica que,
después de ver “La dama de hierro”, vean “J. Edgar” para que puedan apreciar
que, siendo igualmente un biopic con una estructura similar, en el caso de “La
dama de hierro”, Phyllida Lloyd nos factura un “truño”, y en el caso de “J.
Edgar”, Clint Eastwood realiza una obra maestra.
Duele
que semejante material y semejante actriz se hayan desaprovechado de esta
manera. Estoy seguro que hay un buen número de directores y guionistas capaces
de realizar una gran película, desgraciadamente se ha optado por elegir a los
menos adecuados y el resultado es el que es.
"War Horse", la última película de Steven Spielberg cuenta la historia de un caballo,
Joey, desde su nacimiento hasta su participación en la Primera Guerra Mundial.
Sus
146 minutos pasan en un suspiro. La película nos atrapa desde la emoción, algo
que no abunda en el cine actual más preocupado por la acción, basta con echar
un vistazo a las películas más taquilleras y podemos ver claramente que las
grandes producciones apuestan por la acción frenética y los efectos especiales
cada vez más espectaculares.
Así
pues, Spielberg apuesta por volver a un cine donde los personajes se mueven por
emociones, donde los principios son importantes y vertebran las acciones de las
personas. Seguramente se le acusará, como ya se ha hecho en otras ocasiones, de
sentimentalismo fácil o directamente de “moñas”, pero los amantes del cine, sin
duda, estarán agradecidos de poder ver una historia bien contada, bien rodada y
que, además, despierta emociones en el espectador.
Spielberg
utiliza, en esta película, todos los recursos del lenguaje cinematográfico
clásico; desde la composición de los planos, su duración, la cámara casi
invisible en las escenas de diálogos, la banda sonora muy cinematográfica, de John Williams, que
acompaña la acción en cada momento, o la fotografía, de Janusz Kaminski, en tres calidades
completamente diferentes pero adaptadas a la historia.
Moneyball
cuenta la historia de Billy Beane(Brad Pitt), gerente de los Oakland Athletics, un equipo de béisbol de bajo presupuesto que no puede competir con
los equipos grandes capaces, cada año, de reforzar sus plantillas con fichajes
de jugadores fuera del alcance del presupuesto de Billy Beane. En estas
circunstancias, decide cambiar su política de fichajes y con la ayuda de un
joven economista llamado Peter Brand componer el equipo en función de las
estadísticas.
El
argumento no es nada nuevo, un equipo deportivo modesto que inesperadamente
alcanza el éxito.
Debo
reconocer que la película tiene un mérito enorme ya que consiguió interesarme a
pesar de que la mitad del tiempo no entendía de qué estaban diciendo. No
conozco el béisbol, no lo entiendo, no comprendo sus reglas y por supuesto
ignoro por completo esa especie de Santo Grial que son las estadísticas: bases
conseguidas, primera, segunda o lo que sea, carreras, strikes, home run, etc. Así
pues un mérito que tiene esta película es que a pesar de no tener ni la más
remota idea de lo que se está hablando (y se habla mucho) no desconectas de la
película y se sigue con facilidad.
Este
hecho es debido a que su ejecución es perfecta, los planos están bien buscados,
las escenas duran lo indispensable, la fotografía es la adecuada y por tanto,
el ritmo por un lado y el diseño de producción por otro son lo que tienen que
ser y esto hay que ponerlo en el haber de su director Bennett Miller que ya
dirigió maravillosamente “Truman Capote” con Philip Seymour Hoffman de inolvidable
protagonista que fue premiado con un Oscar, también su director y la película
fueron nominadas aunque, en estos apartados, no ganaron.