“Whiplash” es una película escrita y dirigida por Damien Chazelle, director estadounidense que cumplió 30 años en enero. Se trata de su
segundo largometraje tras rodar, en 2009, “Guy and Madeline on a Park Bench”,
una película que no he visto, ni conozco a nadie que lo haya hecho. “Whiplash” desarrolla
la historia ya esbozada en un cortometraje escrito y dirigido por el propio
Damien Chazelle.
La película está protagonizada por Milles Teller y J. K.Simmons. El primero es más o menos conocido por participar en “Divergente”. J.
K. Simmons tiene 60 años y una larga carrera cinematográfica y televisiva pero
siempre, relegado a papeles secundarios.
La película no tiene escenas de acción, ni efectos
especiales, ni hermosas localizaciones o estupendos decorados.
El argumento es simple, nada original y además tiene que
ver con un tipo de música minoritario.
Los personajes, a excepción de los dos principales, no
tienen interés ni están desarrollados.
Y para terminar, su presupuesto ha rondado los tres
millones de dólares. Por ponerlo en perspectiva hay que recordar que “Piratas
del Caribe: En el fin del mundo” costó 300 millones; el primer Spider-man 258 y
“Avatar”, 237. O que Johnny Depp o Leonardo DiCaprio cobran 20 millones por
película.
Sin embargo la película está valorada tanto por los
críticos como por el público con un 95 sobre 100 en Rotten Tomatoes y con un 88
sobre 100 y un 8,7 sobre 10, en Metacritic. Estuvo nominada en 5 apartados para
los Oscars, incluido el de mejor película, y se llevó tres: Montaje, Actor
secundario y sonido.
“Whiplash” es pura emoción. Todo en la película está en
función de producir en el espectador unas determinadas sensaciones. Las escenas
comienzan plácidamente y sufren una escalada de tensión que desemboca en un
clímax, a continuación la tensión se rebaja con escenas que podríamos
considerar de transición y vuelta a empezar hasta la escena final. Si lo
pensamos es una estructura típica musical. Y aquí es donde radica el secreto de
la película. Todo en “Whiplash” gira en torno a la música, al jazz. No sólo el
argumento sino, ¡atención!, la puesta en escena.
El director y guionista ha decidido que la música sea la que dirija la película. Una decisión arriesgada, audaz, pero tremendamente eficaz.
El director y guionista ha decidido que la música sea la que dirija la película. Una decisión arriesgada, audaz, pero tremendamente eficaz.
La música es, de entre todas las manifestaciones
artísticas, la que posee mayor capacidad para influir en el estado de ánimo de
las personas. Muchos acontecimientos de nuestra vida están “marcados” por una
canción o un fragmento musical. Lo mismo nos ocurre en el cine. Woody Allen, a
la salida de un concierto soltaba una de sus geniales frases: “Cuando escucho a Wagner me dan ganas de invadir Polonia”. Hay miles de ejemplos del poder de la música para generar estados de ánimo: la sensación
de aventura del comienzo de “Star Wars” o el tema de “Indiana Jones”; la
tristeza infinita de la flauta y los violines de “La vida es bella”; el sentimiento entre épico y trágico de la secuencia final de “El último mohicano” de Michael Mann con la
maravillosa música de Clannad, uno de los finales más hermosos del cine...
Pues bien, en “Whiplash” se hace lo mismo pero al revés. La
música es la que manda. El montaje y la cámara están a su disposición. Los
movimientos de la cámara y la edición de la película se han planificado en función
del contenido musical de cada escena.
Se puede ver claramente si comparamos las escenas
“musicales”, (las de los ensayos o las de las actuaciones), con las escenas en
las que no hay música como por ejemplo las escenas con el padre del
protagonista o con su novia. En estas últimas la cámara permanece quieta y el
montaje es sencillo, el de siempre, plano-contraplano y se acabó. Sin embargo
en las escenas “musicales” la cámara está siempre en movimiento, un movimiento
suave, en lentos travellings frontales, en delicados giros, subiendo y bajando,
rodeando a los actores, como si bailara alrededor de ellos.
El montaje en estas escenas “musicales” es un montaje más
audaz, más sincopado, sigue el ritmo de la batería.
Voy a poner dos ejemplos, uno de movimiento de cámara y
otro de montaje para que veamos claramente cómo ambos, el movimiento de la
cámara y el montaje están subordinados a la música.
La película tiene uno de los comienzos más elegantes que he
visto desde hace tiempo: sobre la pantalla en negro oímos la batería que va
acelerando su ritmo mientras en la pantalla todavía en negro aparece el título
de la película en letras blancas. El redoble de tambor sigue acelerándose hasta
que bruscamente se detiene y en ese momento vemos encuadrado a través de un
pasillo, al otro lado del umbral de una puerta y enmarcado por ella, al joven músico.
Está haciendo unos ajustes, la cámara quieta a la altura de los ojos del
protagonista que está sentado. Hechos los ajustes, Milles Teller comienza a
tocar la batería y al mismo tiempo la cámara inicia un suave travelling de
acercamiento frontal hasta que penetra en el recinto y se desarrolla la primera
escena entre Milles Teller y J. K. Simmons.
En cuanto al montaje he elegido la secuencia siguiente a la
que hemos analizado en la que Milles Teller sale de ensayar para ir a su casa y
lo vemos caminar por las calles mientras de fondo oímos un tema musical que es
el que organiza los cambios de plano, los cortes y la edición de toda la
secuencia en una especie de sinfonía musical de los ritmos de la ciudad.
Es posible que los elementos más determinantes a la hora de
despertar emociones en el espectador sean: los actores, el montaje, los
movimientos de cámara y la música. Ya hemos hablado del montaje, de la cámara y
de la música, nos queda hablar de los actores.
Milles Teller era una apuesta bastante lógica ya que es un
joven actor que está despegando, me imagino que entraba en el presupuesto, y
además sabía tocar la batería con lo que el director se ahorra los dobles de
manos y le facilita el rodaje de manera decisiva. En la película es él el que
toca la batería puesto que la ha tocado desde los 15 años en un grupo de rock. A
pesar de su experiencia con la batería tuvo que ensayar duro para el papel y
estuvo apoyado en el rodaje por Nate Lang un batería profesional que en la
película hace el papel de Carl Tanner el batería al que sustituye nuestro
protagonista. A pesar de lo dicho lo que escuchamos no es lo que toca Milles
Teller sino un batería profesional.
Milles Teller está correcto pero no es el eje sobre el que
gira la película. El centro de la película es J. K. Simmons que ganó un Oscar
por su papel de profesor obsesivo e intransigente capaz de utilizar métodos muy
cuestionables para conseguir sus objetivos. J. K. Simmons es el “centro
emocional” de la película. Su sola presencia es capaz de crear un clima de
tensión insoportable. J. K. Simmons es un magnífico actor, casi desconocido
entre la mayor parte del público. Yo lo conocía por su excelente papel en una
serie de la HBO que se proyectó entre 1997 y 2003 con el título de “Oz” una
serie que trataba del acontecer diario en una penitenciaria americana y que
recomiendo recuperar a todos los que no la hayan visto. En esta serie, J. K.
Simmons interpreta a un recluso y realiza un magnífico trabajo.
“Whiplash” no es una obra maestra. Tiene algunos defectos,
sobre todo en cuanto al desarrollo de los personajes secundarios (padre, novia).
Las subtramas (la relación con su padre y con su novia) no tienen ningún
interés.
Algunos han criticado su mensaje, (el fin justifica los
medios), o la imagen que se da sobre la música y los músicos.
Quizás tengan razón, no lo sé. O quizás sólo sea la
historia de un joven obsesionado por llegar a ser una leyenda del jazz como
Charlie Parker y de un profesor que está dispuesto a cualquier cosa para intentar
que consiga su objetivo. Y nada más.
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