“No tengo tiempo, no tengo tiempo para
preocuparme por cómo ocurrió, es lo que hay. Estamos modificados genéticamente
para dejar de envejecer a los 25, el problema es que sólo vivimos un año más a
no ser que consigamos más tiempo. El tiempo es, ahora, la moneda de cambio, lo
ganamos y lo gastamos. Los ricos pueden vivir eternamente, y el resto…, yo sólo
quiero despertar con más tiempo en mis manos que horas tiene el día.”
Así
comienza “In Time” con la voz en off del protagonista sobre una imagen de un
reloj digital y el sonido de los latidos cardíacos que se van consumiendo con
cada segundo.
Me
gusta la ciencia ficción, siempre me ha gustado. Desde muy joven he leído
centenares de libros, los he leído casi todos, desde los más clásicos hasta los
más recientes y cuando se estrena “una de ciencia ficción” no puedo evitar
crearme expectativas que, casi siempre, acaban defraudadas.
En
la ciencia ficción hay diferentes vertientes, hay historias sólo para
entretener, las hay con la única finalidad de contar unos hechos comunes a
cualquier otro género pero con el adorno de la ciencia ficción, etc. La ciencia
ficción que más me interesa es la ciencia ficción “de ideas”, aquélla que
propone escenarios y temas para que el lector o el espectador reflexione sobre
aspectos fundamentales del ser humano y de la sociedad en que vivimos;
historias como las que se cuentan en “1984” de Orwell, o “Un mundo feliz” de
Aldous Huxley o “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury, por ejemplo.
Algo
parecido nos ofreció Andrew Niccol en “Gattaca” (1997), una película muy apreciable
aunque no sea la obra maestra que algunos dicen que es.
Como
en “Gattaca” la idea, la premisa en la que se basa “In Time” es un auténtico
filón de oro y ese es precisamente el problema que tengo con esta película, que
partiendo de una idea estupenda, Niccol no ha sido capaz de sacarle todo el
partido que le hubiera podido sacar otro director.
Quizás
tenga algo que ver con el hecho de que Andrew Niccol es el guionista, director
y productor de la cinta y, claro, acumular tanto poder al hacer una película
puede ser bueno si se tiene el talento de Spielberg, pero, Andrew Niccol no es
Spielberg ni de lejos.
Además,
cuando es uno mismo el que se está jugando su dinero es muy difícil armonizar
la parte creativa de la película, el guión y la dirección, con el presupuesto,
la producción. Me imagino a Niccol escribiendo una escena y pensando: la
rodaremos en exteriores, en Australia, o construiremos un decorado de tal o
cual magnitud, necesitaré 300 extras, 25 coches, dos helicópteros…, y a
continuación me imagino a Niccol sacando las cuentas, mentalmente, y tachando la
localización en Australia, el suntuoso decorado, quitando 250 extras, 24 coches
y los dos helicópteros para escribir: exterior día: los dos protagonistas
cogidos de la mano son perseguidos a pie por el guardián del tiempo en las afueras
de la ciudad…, y claro, no es lo mismo.
Todo
esto se nota en la película. La producción es pobre, muy pobre. Las
localizaciones son anodinas y sin ningún interés, los coches de lo más
normalito, coches convencionales con un poquito de atrezzo, y todo esto podría
ir bien para una película de ciencia ficción de serie B, incluso podría
resultar gracioso, pero canta bastante en lo que se pretende una “gran
producción”.
Si
a lo comentado añadimos que Niccol se muestra más descuidado de lo habitual (ya
era descuidado en sus otras películas), el resultado se resiente.
Me
parece que, como mínimo, la película necesitaba:
-
Dos guionistas que revisaran el guión y que le dieran
dos o más vueltas, y un par de dialoguistas que revisaran los diálogos. Cuando
se crea una historia que conlleva una sociedad con reglas nuevas, (en
este caso el dinero ha sido sustituido por el tiempo que cada uno acumula en un
reloj interno) hay que atar todos los cabos ya que, de lo contrario, hay
circunstancias que el espectador no se cree y acaba sacándolo de la historia.
Es preciso hacer creíble lo increíble cuidando los detalles como por ejemplo:
bancos sin vigilancia; gente que pudiendo robar tiempo a los demás, prefiere morir sin hacerlo; el sistema de intercambio de tiempo
entre las personas sin ningún tipo de código de acceso ni nada por el estilo,
etc.
-
Un director artístico con libertad para crear un mundo
entero y distinto al nuestro (el que vemos en la película es sospechosamente parecido al
nuestro, tanto en arquitectura como en el vestuario o los utensilios, incluso en
las armas o los vehículos).
-
Un productor, o varios, dispuestos a invertir el dinero
que no se ha invertido.
-
Un ayudante de dirección o director de segunda unidad
que se hubiera dedicado a las escenas de acción dejando a Niccol centrarse en
la historia.
Niccol
intenta justificar la escasez de recursos diciendo que la acción se sitúa en un futuro cercano (no es tan cercano, hay
personajes que dicen haber vivido ya más de cien años), y, además, pretende
hacer de la escasez, un recurso estilístico, pero no sabe. No quiero parecer
reiterativo pero ¿no os parece un despropósito que una pareja que le ha robado
más de un millón de años al hombre más poderoso de la tierra y ha atracado
varios bancos sea perseguida sin tregua durante toda la película por un extraordinario
dispositivo compuesto por tres tíos (dos de ellos sin ningún interés por darles
caza) y un coche? ¡Pero hombre, por Dios!
Si
la racanería en la producción se puede perdonar (yo no la perdono), lo que es
imperdonable es el descuido en la dirección. Todo está rodado con una
vulgaridad exasperante; tanto las escenas de acción como las más intimistas. Da
la sensación de que se ha colocado la cámara echando los dados y la
consecuencia es que no hay una coherencia interna de las imágenes.
Al
ver esta película no puedo dejar de pensar en otras donde sus creadores nos
regalaron verdaderas obras maestras, mundos enteros: “Blade Runner”, (una cinta de hace 30 años) “Soylent Green: Cuando el destino nos alcance”, (una cinta de hace 40 años), o “Metrópolis”, (una película de hace más de 80 años).
En
una primera visión la película entretiene. La opción de Niccol por desarrollar
la historia como una especie de cinta de acción a lo Bonnie & Clyde modernizada
al estilo de cualquiera de las películas de hoy en día donde una chica y un
chico huyen de todo el mundo y particularmente de un hombre rico y sus sicarios
mientras el amor, entre atraco y atraco, huída y huída y algunas gotas de
humor, surge entre los dos, no deja de funcionar como entretenimiento, pero la
hemos visto miles de veces y con mejores resultados y esta opción supone desechar todas las posibilidades que proporcionaba la idea que da lugar a la película. De hecho
se puede hacer un ejercicio de imaginación para confirmar lo que estoy
diciendo: podéis probar a quitar todo el tema del tiempo y los últimos setenta
minutos de la película serían los mismos.
Sobre los actores, poco que decir, Timberlake, con un look exactamente igual al de la mayoría de protagonistas del cine de acción actual (rapado y con barba de unos días), hace lo que puede, el hombre; la Seyfried absolutamente desaprovechada, a Cillian Murphy sólo se le permite un registro en toda la película que es el que da; y por fin, Kartheiser hace lo mismo que en "Mad Men". No es culpa de ellos, las escenas no dan para más.
Así
pues, “In Time” me parece una aceptable película, con un argumento o una idea
argumental (mejor) estupenda y una forma de llevarla a la pantalla que me deja
insatisfecho, a pesar de haber pasado un buen rato viéndola.
No
sé donde leí, que una manera de saber si una película te parece buena o te ha
gustado de verdad es pensar: ¿Volvería a verla? En este caso la respuesta es:
no.
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