“Detour”
nunca llegó a estrenarse en España. Cuando se pasó por televisión se tituló
como “El desvío”, una traducción literal de su título original.
Dirigida
por un director desconocido, con actores mediocres, y técnicamente imperfecta,
“Detour” es, sin embargo, una joya del cine negro.
Sinopsis
Al
Roberts, (Tom Neal), es un pianista que toca en un local de segunda o tercera categoría
de Nueva York en el que también canta su novia Sue, (Claudia Drake). A pesar de
que su sueño es tocar en el Carnegie Hall, Al prefiere casarse y seguir con su
apacible vida pero Sue tiene otras ambiciones y está decidida a triunfar en
Hollywood. Al, en un primer momento, no se decide a acompañarla pero al cabo de
un tiempo se da cuenta de que no puede estar sin ella y emprende el camino
hacia el Oeste.
Sin
dinero, está obligado a viajar haciendo auto stop. En el transcurso del viaje
se encontrará con Charles Haskell Jr. (Edmund McDonald) y más tarde con Vera
(Ann Savage) y estos encuentros convertirán el viaje en una auténtica
pesadilla.
La serie B
Las
películas de serie B se caracterizan por su bajo presupuesto, su corto tiempo
de rodaje, la utilización de directores y actores principiantes, poco conocidos
o ya en decadencia y, en general, su baja calidad técnica y artística. Estas
películas, la mayoría de las veces, se proyectaban formando parte de un
programa doble, junto a una producción de serie A, para que la sesión tuviera
más atractivo para el público y éste tuviese la impresión de que obtenía más
por el dinero de la entrada. Esta práctica comenzó en los años treinta y se
extendió hasta finales de los cincuenta.
Así
pues, los grandes estudios no prestaban apenas atención a este tipo de
películas ya que el tirón en la taquilla no dependía de ellas sino de la producción
de serie A que se estrenaba en la misma sesión. Esta circunstancia tenía el
inconveniente de que el presupuesto era muy limitado pero tenía una gran
ventaja: los grandes estudios dejaban a los directores de serie B toda la
libertad del mundo para hacer sus películas.
Edgar G. Ulmer (1904-1972)
Decir
que Ulmer fue un director de serie B es quedarse corto. Si exceptuamos unos
cuantos títulos, el grueso de su filmografía sería más bien de “serie Z”. Si
nos creemos lo que dice en sus entrevistas, realizó 127 películas (apenas se
conocen unas cuarenta), y trabajó con los grandes directores clásicos como
Murnau, Pabst, Max Linder, Mauritz Stiller, Fritz Lang, Ernst Lubitsch, Erich von Stroheim, William Wyler y Cecil B. DeMille. Únicamente se puede confirmar
que trabajó en alguna de las producciones de Murnau como ayudante del director
artístico. Es imposible que trabajara en algunas de las películas que él dice
ya que los rodajes coincidían en el tiempo pero algunas se rodaron en Alemania
y otras en Estados Unidos, así que, es muy probable que el currículum de
nuestro querido Ulmer responda más a su imaginación que a la realidad.
A
pesar de ello, no se puede discutir su talento para hacer arte de la necesidad,
o su capacidad para rodar en muy poco tiempo, con tomas únicas de cada plano y
con recursos no ya limitados sino prácticamente inexistentes algunas películas
muy interesantes.
De
su filmografía hay que destacar dos excelentes películas, dos joyas del cine;
la que comentamos aquí y una producción titulada originalmente “The black cat”,
(1934), que en castellano se tituló “Satanás” o también “El gato negro”, con
Boris Karloff y Bela Lugosi.
Rodar sin tiempo ni presupuesto
“Detour”
se rodó en ¡seis días! Con un presupuesto miserable, con actores mediocres y
desconocidos, sin localizaciones en exteriores y con unos medios técnicos más
propios de una película casera. Pues bien, con estos medios, Ulmer realizó una
obra maestra del cine negro que, hoy, se nos aparece como una película
fascinante, hipnótica, reconocida por toda la crítica con unanimidad y que
aparece en todas las listas de las mejores películas del cine negro.
Técnicamente
la película es un desastre, como no podía ser de otra manera, dado los escasos
medios de que disponía. Vemos personajes que se suben a los vehículos por el
lado equivocado, saltos de eje, travellings que saltan como si se movieran por
suelos adoquinados, iluminación al borde del abismo, insertos para cubrir
deficiencias de decorado, en fin lo que se puede esperar cuando se rueda una
película en seis días y sin apenas presupuesto.
Ahora
bien, Ulmer utiliza todas estas carencias a su favor y las convierte en parte
del lenguaje cinematográfico que acaba dotando a la película de un clima que no
hubiera tenido con un presupuesto más holgado y un plan de rodaje más alargado.
Voy a poner algunos ejemplos.
Al
principio, vemos a Sue y Al pasear por las calles de Nueva York. Esta secuencia
está rodada en estudio (que es más barato) pero claro, no hay pasta para
construir las calles con lo que Ulmer mete una niebla artificial que oculta
absolutamente todo excepto a los dos personajes y algunos rellenos de atrezzo
que tienen pinta de pertenecer a otra película, y para que veamos que están
paseando por Nueva York, inserta planos de farolas con los rótulos de las
calles. La secuencia tiene, de esta forma, un tono diferente, un clima que se
corresponde a la perfección con el contenido y la forma que tendrá toda la película.
Otra
forma de ahorro es rodar las escenas con el menor número de planos posible ya
que cada plano diferente requiere iluminar lo que se va a filmar, es decir
cambiar las luces o poner otras, mover la cámara, cambiar el objetivo, etc., en
fin, tiempo y dinero. Vamos a ver un par de ejemplos.
La
aparición de Vera en la gasolinera: la cámara coge a Vera (haciendo auto stop)
en plano medio y retrocede, conforme avanza Vera, en un travelling de retroceso
(por cómo salta la imagen, no creo que fuera un travelling con raíles y la cámara
montada sobre un soporte que se desliza sobre ellos eso costaba tiempo y dinero,
más bien parece que se recurrió a algún sistema más barato y artesanal como
subir al cámara en una silla de ruedas o algo por el estilo), así pues la
cámara sigue a Vera hasta que se sube al coche y luego gira para ver al coche
salir de la gasolinera, todo en un plano. Aún así, la aparición de Vera está
contada de tal forma que el espectador sabe que esta mujer le va a complicar la
vida a nuestro protagonista.
En
realidad, toda la película está realizada de esta manera, la falta de recursos
se transforma en estilo, en atmósfera y la película acaba siendo una
experiencia absorbente desde el primer fotograma.
La trama
La
película se construye a partir de un flashback. Al Roberts, con una pinta que da
pena, está en la barra de en un bar de carretera y recuerda los acontecimientos
que le han llevado hasta allí. Todo lo que veremos en pantalla es lo que Al nos
cuenta, pero al espectador, poco a poco se le va despertando la duda de si lo
que nos cuenta es lo que ocurrió de verdad o el protagonista nos está contando
una versión distorsionada y favorable para él que justifique sus actos y lo
exima de la responsabilidad de lo ocurrido. Y esta duda aporta un elemento
sumamente interesante a la película, le da un valor añadido al guión.
Hay
secuencias antológicas en la película que una vez vistas no se borrarán de
nuestra memoria. No las voy a enumerar por no destripar la película pero en
cuanto se ven se las reconoce sin ningún problema.
Los actores
Ya
he dicho que los actores eran desconocidos cuando rodaron la película y siguen
siendo desconocidos. Nunca hicieron ninguna película decente y de hecho
posiblemente sea de justicia porque ninguno de ellos tiene un especial talento.
Sin embargo, ocurre en esta película una especie de milagro que consiste en que
las carencias de los actores también se aprovechan a favor de la película. Me
explicaré un poco más ya que si no va a parecer que todo vale con tal de apoyar
la explicación.
Tom
Neal es un actor inexpresivo, toda la película se la pasa con cara de amargado,
parece que no tiene otro registro. Su cara es inexpresiva y anodina, la de un
hombre entre cobarde, amargado y resignado. Pues bien, eso es lo que se le pide
en la película, así es el personaje.
Tom
Neal, el actor protagonista, llevó una vida de lo más desgraciada; obtuvo una
licenciatura en Derecho y practicó boxeo en sus años universitarios. En 1951
mantuvo una disputa con Franchot Tone por los favores de Barbara Payton, Neal
le rompió a Tone la nariz, el pómulo y le produjo una conmoción cerebral.
Franchot Tone y Barbara Payton se casaron a continuación. A causa de este
episodio a Neal le fue muy complicado encontrar trabajo. Barbara Payton dejó a
Franchot Tone a las siete semanas y volvió con Neal con el que estuvo 4 años.
En 1957, Neal se volvió a casar, tuvo un hijo y su mujer murió en 1958 a causa
de un cáncer. En 1961 se volvió a casar, en esta ocasión con Gale Bennett y
cuatro años más tarde Neal la mató disparándole una bala del calibre 45 en la
cabeza. En el juicio se pidió la pena de muerte. Él siempre sostuvo que era
inocente. Al final se le condenó por homicidio involuntario y obtuvo una
sentencia de diez años de cárcel de los que cumplió seis. Es curioso hasta qué
punto se asemeja la peripecia de Al Roberts en “Detour”, a la de Tom Neal en la
vida real.
Ann
Savage, tiene cara de mala leche, parece más de una película de terror que de
una cinta de cine negro (cuando abre los ojos en el coche y mira a Al parece
una psicópata), sobreactúa todo el rato y sólo sabe estar cabreada con el
protagonista y con el mundo (“una mujer con garras”, dirá uno de los
personajes). Pues bien, es lo que le va al personaje ya que Vera es una
auténtica arpía que no tiene una idea buena y parece que su misión en la vida
es hacer lo posible para fastidiar a Al, es una mujer que bebe y se emborracha,
que intenta seducir de la forma más vulgar y lujuriosa al protagonista, que se
aprovecha de él y además lo somete a humillaciones continuas y todo ello por
una ambición desmedida y un egoísmo ilimitado.
La puesta en escena
Ulmer
realiza una película que combina a la perfección el expresionismo alemán, el
realismo americano de la época, y los paradigmas del cine negro americano. De
esta combinación afortunada nace una película irrepetible, con una atmósfera
asfixiante que envuelve a los personajes y que consigue que el espectador tenga
la sensación de que algo horrible va a pasar, de que es inminente y, además,
irremediable.
El
director utiliza la luz de forma extraordinaria: en la secuencia nocturna, en
la carretera, con esa maravillosa lluvia artificial, la exposición de la cámara
está al límite, ya no se puede forzar más, un poco más oscura y no se vería
nada, pero la poca luz que hay ilumina justo lo que tiene que iluminar. Lo
mismo ocurre cuando introduce el flashback; Al Roberts está sentado en la barra
del bar, en primer plano, su rostro brilla por la luz y los ojos aparecen en
penumbra bajo el sombrero, empieza a recordar y la luz ambiente desaparece, el
rostro se sumerge en la penumbra y sólo quedan iluminados los ojos, la cámara
baja hasta la taza (redonda) y de ahí se gira hasta la máquina de discos, la
circunferencia del disco se funde con la del bombo del club donde toca Roberts
y empieza el flashback. Un recurso baratísimo, eficaz y de una belleza
cinematográfica indiscutible.
La
economía de planos es asombrosa. Fruto de la necesidad, Ulmer hace que las
escenas se desarrollen con el mínimo número de planos necesarios. Ya hemos
comentado la escena en la gasolinera cuando aparece Vera, pero por poner otro
ejemplo, la cena de Al con Haskell se rueda en un único plano, no hay plano y
contraplano y el mismo plano sirve para la cena, el pago en la barra y la
salida del bar.
Algunas
de las soluciones de puesta en escena de Ulmer las hemos visto después en otras
películas, incluso en “Psicosis” hay planos que recuerdan a “Detour”.
Hay
un aspecto en las películas al que siempre he prestado atención, que me parece
importante: la forma en que el director nos presenta a los personajes, el plano
con que introduce en la película a cada uno de los personajes significativos de
la película dice mucho del amor y el respeto que el director tiene por sus
personajes y también de su capacidad de transmitir la esencia del personaje en un
plano, de forma visual. Ya comenté en otro post cómo presenta Clint Eastwood a
su Kowalski de “Gran Torino”, pero todos recordamos cómo presenta Coppola a su
Vito Corleone, o John Ford a Ethan en “Centauros del desierto”.
En
“Detour”, Ulmer nos presenta a Al Roberts caminando con las manos en los
bolsillos, sin afeitar, con la ropa hecha un desastre y aspecto derrotado,
mientras la cámara lo sigue, de noche, en una carretera que ya sabemos que no
va a ninguna parte.
A
Sue, la idealizada compañera en el club, la introduce al principio del
flashback cuando ella accede al escenario, la cámara la coge de espaldas, ella
se da la vuelta lentamente y Ulmer cambia a un plano más corto con Roberts
sentado al piano y Sue en contrapicado e iluminada por un foco brillante.
Muy
diferente es la presentación de Vera. Vemos a Roberts echar gasolina y al fondo
del plano una figura lejana de una mujer, la cámara cambia el plano y coge a
Vera en plano medio, una mujer haciendo auto stop pero a diferencia de
cualquiera que hace auto stop, Vera no aparece sonriente, tiene la cara
avinagrada que no la abandonará en toda la película; la cámara, pues, ha ido a
por Vera, y ahora que la tiene en plano medio retrocede y la trae en un
estupendo aunque artesanal travelling de retroceso hasta el coche, la mete en
él y la misma cámara y en el mismo plano la empuja, junto con Roberts hacia la
carretera, el demonio se ha subido al coche de Roberts y viaja con él.
Hoy
en día, los directores, con algunas excepciones claro, presentan a sus
personajes de cualquier manera, como si no les importaran. En el teatro no se
encuentra una buena obra o un buen director que no se preocupe de que sus
personajes tengan una entrada inolvidable y también una salida, un mutis
conforme es debido, que es lo que un servidor va a hacer en estos momentos.
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