Yo
creo que el cine actual tiene problemas muy serios debido a la falta de
creatividad en todos los aspectos: temas, historias, guiones, puesta en escena,
música, etc. No voy a profundizar en el asunto pero es algo que se puede comprobar
sin mayor problema al repasar la cartelera, repleta de secuelas, versiones de
comic, versiones de versiones, precuelas y demás.
Entre
todos los problemas quiero destacar dos que me parecen muy importantes: el primero
es que, salvo contadas excepciones, la producción de películas está en manos de
gente a la que no le gusta el cine y que están en el negocio únicamente por
intereses financieros. Este hecho no se da exclusivamente en el mundo del cine,
lo mismo pasa con las editoriales, o las fábricas de coches.
En
una de las escenas de “Cautivos del mal”, (una gran película del subgénero “cine
dentro del cine”) el productor de la película que se está rodando, descontento
con el tratamiento de una de las escenas, le dice al director: “Para ser
director hay que tener imaginación”, a lo que contesta el director: “Para ser
director hay que tener humildad”. Y éste es el segundo problema que quería
comentar, un problema que viene más al hilo del comentario de “Contagio”, y es que
los directores actuales lejos de tener la humildad que el personaje de “Cautivos
del mal” dice ser imprescindible para un director, lejos de tener esa humildad,
digo, se nos muestran en sus obras con una actitud de prepotencia bastante por
encima de su verdadero talento. Es el caso de Steven Soderbergh que se ha
olvidado de que lo más importante en una película es contar una historia y
desarrollar unos personajes.
“Contagio”
cuenta la expansión de una enfermedad infecciosa (una pandemia) causada por un
virus que ha mutado y ha pasado del reino animal (en este caso murciélago y
cerdo) al ser humano.
Soderbergh
plantea una estructura coral, con muchos personajes y subtramas al estilo de
las películas de catástrofes como “El coloso en llamas”. Hasta aquí, nada
original, un planteamiento que ha dado buenos resultados en edificios en
llamas, aviones o barcos, pero Soderbergh y su guionista no parecen haber
acertado con el planteamiento.
Han
hecho del virus el protagonista de la película (y no a los personajes que luchan
contra él, contra la adversidad en forma de virus) con lo que la historia
principal que debería haber sido la lucha contra la pandemia queda reducida a un
documental sobre los métodos de actuación de las diferentes instituciones (CDC,
OMS, etc.) en este tipo de situaciones y no se crea la tensión, el suspense o
la emoción creciente que es necesaria en toda historia para mantener al
espectador pendiente de la narración, tensión que veíamos en las películas de
catástrofes citadas. Lo peor, es que este tipo de narración aséptica y sin
emoción, sin drama, es una elección de Soderbergh con la intención según dice
de presentar los hechos de la manera más realista y objetiva posible.
En
su afán de presentar los hechos de la manera más objetiva posible, hechos excelentemente
documentados, sujetos a los procedimientos reales de actuación, Soderbergh
prescinde del drama e así, ocurre que situaciones que podían haber dado juego
dramático como la obsesión del profesor interpretado por Elliott Gould por
cultivar el virus incluso incumpliendo las medidas de seguridad o el acto
heroico de la doctora que interpreta Jennifer Ehle al inocularse la vacuna que
todavía no ha sido suficientemente probada, son tratados de forma tan plana, se
ha tomado tan poco tiempo en presentarnos a esos dos personajes, en que el público
los conozca y los quiera que cuando llega el momento de que arriesguen sus
vidas apenas sentimos ningún tipo de emoción.
Si
a este problema en la historia principal añadimos una serie de subtramas absurdas
y sin ningún interés (el rapto de la epidemióloga es ridículo, Matt Damon no se
sabe si va o viene, la historia del conserje mejor no comentarla, la historia
del bloguero es un disparate y la muerte de la epidemióloga de campo
completamente innecesaria), el resultado es una película coral que no engarza
las historias, una serie de episodios aislados que nos interesan lo justo ya
que no nos identificamos con los personajes y por lo tanto no nos importa
demasiado lo que les pase.
En
alguna parte he leído que Soderbergh quería un elenco estelar de actores que interpretaran
a los personajes secundarios para que el público, al ser estrellas de cine, se
identificara con ellos con más facilidad. No es ese el camino, el camino es
construir los personajes y las historias. Al utilizar estrellas, (Damon, Paltrow,
Cotillard, Fishburne, Jude Law o Kate Winslet y algunas más) lo único que consigue Soderbergh
es que el casting sea de lo más inadecuado. No hay quien se crea a Damon como
asustadizo padre de familia, Gwyneth Paltrow tiene un papel que no le va en
absoluto, y lo mismo le ocurre a Marion Cotillard, Law absolutamente desatado,
sobreactuado y ridículo no acaba de saber si es un visionario de las
conspiraciones, un periodista comprometido con la verdad o un canalla
aprovechado, y la verdad es que el guión dice que es las tres cosas y eso no
puede ser. Todos parecen perdidos en sus personajes y en sus historias.
En
cuanto a la puesta en escena, la película se articula cronológicamente por días
y así la primera secuencia corresponde al día 2 de la epidemia. Esta secuencia
es, junto con la del final, lo mejor y lo único salvable de la película. Empieza
con la pantalla en negro y el sonido de una tos y acaba con el atropello del
joven en Hong Kong es un comienzo excelente, una maravilla, no se puede contar
mejor el inicio de una epidemia, sin apenas palabras y con un tono ominoso que
predispone al espectador.
Lástima
que a partir de esa primera secuencia la película decaiga de manera estrepitosa
y sólo recupere algo de ritmo al final, en la secuencia del día 135 donde,
también sin palabras, asistimos a la difusión de la vacuna y a la explicación
del origen de la pandemia, otra excelente secuencia.
Así
pues, una extraordinaria secuencia de inicio, una extraordinaria secuencia de
final y todo lo que se cuenta entre una y otra se podía haber contado igual de
bien con un Power Point.
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