Alabada por la crítica, elevada a la categoría de obra maestra y elegida
como el mejor filme de 2016 por algunos medios especializados, “Elle”, última cinta de Paul Verhoeven, no me parece una mala película pero…, ni la
entiendo, ni me gusta.
"Hasta el último hombre" parece una película de otro tiempo, me recuerda mucho a las películas de propaganda bélica (casi un género en sí mismo) que Hollywood hizo en el durante la Segunda Guerra Mundial. Es más, si no fuera tan explícita en las secuencias de guerra podría pasar perfectamente por una cinta de principios de los años 40.
Me ha gustado la película de Mel Gibson. Más la segunda mitad que la primera. La primera mitad se me hizo un poco premiosa y, desde luego, carece de la fuerza y la tensión de la segunda.
Está claro que Mel Gibson es un director muy dotado. Dirige con un pulso excelente y la cámara siempre está en el mejor lugar, los planos duran lo que tienen que durar y la cámara se mueve lo que se tiene que mover. Además, es de agradecer su claridad expositiva. Siempre sabemos lo que está pasando, en qué lugar nos encontramos y cuál es su geografía.
Si fuera por mí, hubiera elegido a otro protagonista aunque la cara de bobalicón de Andrew Garfield encaja bien con el carácter del personaje. Pero..., a mí no me convence, ni en esta película ni en ninguna, me pasa también con el protagonista de Harry Potter cuando no hace de Harry Potter.
Otro aspecto discutible es si la sangre, la casquería, el gore, o como lo queramos llamar, es poco, es el adecuado o es excesivo. La opinión general parece estar de acuerdo en que Gibson se pasa con estos aspectos de sus películas y puede que tengan razón. Pero, en este caso, yo creo que es muy adecuado para mostrar, de verdad, los horrores de la guerra desde una perspectiva muy cercana, a ras de suelo (nunca mejor dicho), con la cámara arrastrándose con los soldados.
Y para acabar, y enlazando con esto último, voy a decir algo que quizás llame la atención teniendo en cuenta lo que sabemos sobre la censurable ideología de Mel Gibson: creo que esta película, (no sé si pretendiéndolo o no), es mucho más pacifista o antibelicista que otras y esto no es debido como se pudiera pensar a las convicciones de su protagonista sino a la crudeza con que muestra la guerra y sus consecuencias en el transcurso de unas secuencias a la altura de la del desembarco en "Salvar al soldado Ryan".
Con motivo del estreno de “La isla mínima” ya apunté que
Alberto Rodríguez me parecía el director español con más talento de la última
década y, hoy por hoy, el mejor a mucha distancia de los demás.
“El hombre de las mil caras” cuenta un episodio sucedido en
el pasado reciente de la política española. El film está, por tanto, basado en
hechos reales, los acontecidos a raíz del descubrimiento de las prácticas de
corrupción del entonces Director General de la Guardia Civil, Luis Roldán, su
imputación y posterior huida del país que precipitó la dimisión del, entonces,
Ministro del Interior.
Para los que, durante muchos años, hemos sufrido la mediocridad
del cine español es un alivio poder disfrutar, desde hace un tiempo, de unas
cuantas películas excelentes cada año, incluso alguna auténtica obra maestra
como la que nos ocupa.
Alguien podrá pensar que estoy exagerando pero no es así. “El
hombre de las mil caras” es una obra maestra por muchos motivos. Voy a enumerar
algunos de ellos:
-El guion: Basado en un libro de Manuel Cerdán, está firmado por
Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, los mismos que firmaron el guion de “La isla
mínima”. Independientemente del argumento, que es el que es, la adaptación del
libro de Cerdán es un prodigio. La estructura en cierta forma circular, la
inclusión de la voz over, los diálogos…, todo es perfecto.
-La puesta en escena: Para mí lo más importante a la hora de juzgar una película.
Alberto Rodríguez es un maestro de la puesta en escena a la altura de los
grandes maestros clásicos. Su cámara está siempre en el mejor sitio posible y se
mueve siempre con sentido y precisión milimétrica. No se puede rodar mejor. Es,
sin ninguna duda, la película mejor rodada que he visto hace años.
-La fotografía: El director de fotografía es Álex Catalán que ya firmó la
fotografía de “Grupo siete” y de “La isla mínima”. Inmejorable el trabajo de
este extraordinario fotógrafo que ilumina a la perfección tanto los exteriores
como los interiores, el día o la noche, aviones, coches, aeropuertos…, o
personas.
-Los actores: Todos en su mejor versión. Los protagonistas absolutos de
la cinta, José Coronado y Eduard Fernández y, en realidad todos y cada uno de
los actores y actrices que trabajan en la película. Ahora bien, quiero destacar
un aspecto que no es muy frecuente en el cine español respecto del reparto
(para los modernos casting). Me refiero a los secundarios, siempre muy por
debajo de los protagonistas y en muchos casos, bastante flojos por no decir
malos de solemnidad. No es el caso de “El hombre de las mil caras”. Todos los
actores de reparto son magníficos. Independientemente de la relevancia o
longitud de su papel, sus actuaciones son todas para Goya. Creo que se merecen
el crédito que seguramente no recibirán, así que modestamente aportaré,
nombrándolos, mi granito de arena para su reconocimiento público:
-Marta Etura (Nieves)
-Emilio Gutiérrez Caba
(Osorno)
-Craig Stevenson
(Georges Starckman)
-- Enric Benavent
(Casturelli)
-Philippe Rebbot
(Pinaud)
-Pedro Casablanc
(Abogado)
-Alba Galocha (Beatriz)
Por todo esto y más, “El hombre de las mil caras”, es una
obra maestra. Pero, además tiene lo que tienen las obras maestras, un plus que
las hace funcionar como un mecanismo de relojería, algo que no se puede explicar desde el punto de vista técnico.
No hace mucho he visto “Tarde para la ira”, la primera
película como director de Raúl Arévalo (que protagonizó “La isla mínima”). Se trata de un
excelente thriller a la altura de los mejores de Hollywood, una historia de
venganza de la magnitud de “A quemarropa”. Pues bien, recomiendo hacer un
ejercicio que resulta muy ilustrativo. Se trata de comparar la puesta en escena
y la fotografía de las dos películas. No pueden ser más distintas y a la vez
más adecuadas cada una para el tipo de película de la que forman parte. “El
hombre de las mil caras” se constituye como una película de espías, traiciones
y timos y requiere una puesta en escena más clásica, cámara estática con
trípode, planos generales y medios con una fotografía definida,
sin grano, limpia con una iluminación precisa para cada escena. Por el
contrario, la magnífica película de Raúl Arévalo tiene una puesta en escena más
nerviosa, secuencias con la cámara al hombro, gran número de primeros
planos y una fotografía con mucho grano, muy sucia, poco definida, muy
apropiada para ilustrar una venganza de un hombre dominado por la ira y que
acabará abrazando la violencia como una forma de redención o de terapia.
La puesta en escena, que es lo que define la
película como obra artística, es imprescindible que se adecué a cada propuesta
como lo hace en estas dos películas, quizás la mejores de los últimos tiempos
en nuestro cine.
No puedo terminar sin destacar la valentía de Alberto
Rodríguez a la hora de abordar sus proyectos: “Grupo siete” era un thriller sobre un grupo de policías en la Sevilla de la Expo, “La isla mínima” cine negro rural y atmosférico, y “El hombre de las mil caras”, una
película de espías pero también de timadores. Películas de género que ya están muy
codificadas por Hollywood desde hace tiempo y que hubieran podido acabar en desastre
al trasladar esos códigos a suelo patrio y sin embargo nos han dado tres excelentes películas.