“Un método peligroso”, la última película dirigida por David Cronenberg, cuenta las
relaciones profesionales y personales entre Sigmund Freud, Carl Gustav Jung y
Sabina Spielrein entre 1904 y 1913.
Se
trata de la adaptación cinematográfica de una obra de teatro que, a su vez, adaptaba
un libro de no ficción basado, en gran parte, en la correspondencia que
intercambiaron Freud y Jung. Freud es considerado como el padre del
psicoanálisis y autor de la teoría psicoanalítica, y Jung, mucho más joven, fue
discípulo suyo aunque, más tarde, discreparía en algunos aspectos con su mentor y acabaría cuestionando varios puntos de la teoría psicoanalítica de Freud e introduciría nuevos
paradigmas que Freud rechazó con vehemencia. Estas diferencias, a la postre, acabarían produciendo el distanciamiento profesional y personal de los dos psiquiatras, lo que daría pie a la
aparición de diferentes escuelas psicoanalíticas, algo que Freud temía desde el principio.
Vaya
por delante que no me creo la teoría psicoanalítica y que tampoco creo en el
psicoanálisis aunque reconozco el genio de Freud al abrir una puerta que estaba
absolutamente cerrada por la neurología clásica.
A
pesar de no creer, tengo que reconocerle dos virtudes a la teoría psicoanalítica
y a su herramienta, el psicoanálisis: por un lado la formulación de la teoría es espectacular
y tremendamente atractiva, prueba de ello es que prácticamente todo el mundo ha
asumido gran parte de su terminología y la ha incorporado a la vida cotidiana:
el complejo de inferioridad, el lapsus freudiano, el complejo de Edipo, la interpretación
de los sueños, etc. Por otro lado, y relacionado con esto, la teoría
psicoanalítica y el psicoanálisis tienen un tremendo potencial cinematográfico
y si no, basta recordar la cantidad de películas que, en mayor o menor medida,
hacen alusión al tema o lo utilizan como base o explicación del comportamiento
de los personajes. Por no hablar de Woody Allen.
No
me imagino otro director más adecuado para esta película aunque se pueda
pensar, a priori, lo contrario. Películas como “Inseparables”, “Crash”, “M. Butterfly” y otras lo avalan como un director al que le gusta profundizar en
territorios oscuros de la mente humana.
Al
margen de su idoneidad, podríamos decir conceptual, David Cronenberg realiza un
trabajo de dirección de actores extraordinario, los tres protagonistas: Viggo
Mortensen en el papel de Freud, Michael Fassbender en el de Jung, y Keira
Knightley, están estupendos.
En
ocasiones una gran actuación es atribuible al actor en un gran porcentaje, se
me ocurre como ejemplo la Meryl Streep de “La dama de hierro”. En otros casos
es el director el que controla el trabajo de los actores y es, en gran medida,
el responsable de sus actuaciones.
¿Por
qué creo que, en este caso, David Cronenberg tiene gran parte del mérito? Pues
porque la “acción” de la película se desarrolla en el nivel interpretativo, y
por lo tanto Cronenberg se vuelca en este aspecto hasta controlar el más mínimo
gesto, el último matiz en la composición de cada uno de los personajes. Voy a
poner algún ejemplo: Tanto Freud como Jung están casados, el primero lleva la
alianza, el segundo no. Precisamente vemos en un primer plano cómo Marta, la
esposa de Jung, se quita la alianza cuando éste la somete a una especie de
polígrafo; no es una casualidad ni un error de atrezzo. Sabemos que Jung se
plantea su matrimonio, en ocasiones, como un lastre, algo que no le deja avanzar, además, siente carencias y acaba siendo infiel a su esposa repetidamente.
A Freud, sin embargo, lo vemos en una escena comiendo con toda su familia, no ofrece ninguna duda su lealtad férrea a su familia, de la misma manera que a su teoría.
Otro detalle de construcción del personaje es que Freud aparece en todas las escenas fumando, y parece que lo
hace de forma compulsiva mientras, exteriormente, mantiene una imagen de
tranquilidad y control.
Lo que nos narra la película es, por un lado, el nacimiento de una teoría
psicoanalítica que pretende explicar los comportamientos humanos, y por otro lado,
vemos esos mismos comportamientos en los actos de los tres protagonistas
principales y, cómo no, en el extraordinario Otto Gross, el tercer psiquiatra de la película,
interpretado inmejorablemente por Vincent Cassell.
Todo
esto necesita una minuciosa dirección de actores que Cronenberg lleva a cabo a
la perfección consiguiendo que los intérpretes alcancen registros que nunca
habían alcanzado en sus carreras, y el ejemplo más claro lo tenemos en Keira
Knightley.
Arropando
el excelente trabajo de los actores encontramos una puesta en escena muy clásica
que se ajusta a la perfección al tono de la película y consigue, además,
hacernos olvidar su origen teatral. Las conversaciones están filmadas en diferentes
escenarios (parques públicos, jardines, despachos, consultas médicas, el pequeño velero
de Jung, el barco que lleva a los dos psiquiatras a Estados Unidos, etc.).
Todo
lo anterior está fotografiado de forma maravillosa por el excelente Peter Suschitzky, fotógrafo, -casi
nada-, de “El imperio contraataca” y habitual en la mayoría de las
películas de Cronenberg.
Es obligatorio mencionar una maravillosa
banda sonora firmada por Howard Shore que incorpora piezas de Wagner, como no
podía ser de otra manera dado el tema de la película y su relación con las
óperas de Wagner.
Para
terminar dos cosas: la primera, que el maquillaje de Viggo Mortensen es una
chapuza, y la segunda que la película tiene un inconveniente y es que para
disfrutarla del todo, es necesario tener conocimientos, aunque sean básicos,
sobre la teoría psicoanalítica y el psicoanálisis.
PD: Me encanta el cartel de la peli.
PD: Me encanta el cartel de la peli.
No hay comentarios:
Publicar un comentario