martes, 8 de noviembre de 2011

Léolo, (Jean-Claude Lauzon, 1992)


Dado que mi intención es comentar las películas de estreno, desde luego, pero también algunas películas que, por distintos motivos me parecen interesantes, he estado pensando largamente qué película, de este segundo grupo, elegiría para empezar.
En mi cabeza han aparecido, como en un listado, todas las películas que han ido marcando mi vida de cinéfilo y que todos tenemos en mente cuando pensamos en las mejores películas de la historia del cine, aquéllas que aparecen en todos los textos y cursos de Historia del Cine, pero conforme repasaba la lista, cada poco se colaba esta película, la borraba…, y al poco tiempo, volvía a aparecer como si tuviera vida propia, como si el mismo Léolo se empeñara en volver del sitio lejano y olvidado en que reposa su cuerpo desnudo.
Así que no me queda más remedio que hablar de "Léolo" y os aseguro que no es fácil. Hubiera sido más cómodo algo de: Ford, Hawks, Vidor, Buñuel, Hitchcok, Dreyer, Eastwood, Kurosawa, Wilder, Lubitsch, etc., en fin de los maestros conocidos y reconocidos del cine.
Para empezar, es muy posible que muchos de vosotros no la hayáis visto; bien, eso es un pecado mortal, por omisión, de acuerdo, pero un pecado mortal para todos aquellos que se consideren amantes del cine. Así que espero que después de leer este post os entre la necesidad irrenunciable de verla, con conseguir este objetivo me conformo.
"Léolo" es una película de producción franco-canadiense dirigida por Jean-Claude Lauzon, director nacido en Canadá y que sólo hizo dos largometrajes: “Un zoo la nuit,” en 1987, y "Léolo", en 1992.
Jean-Claude Lauzon, murió en agosto de 1997 tras estrellarse, contra una montaña al norte de Canadá, la avioneta Cessna que pilotaba. En el accidente murió también su novia.
Sinopsis
Un niño llamado Léo Lauzon, atrapado en una realidad insoportable, trata de evitar que el entorno trastorne su mente.
En medio de una familia genéticamente destinada a la locura, en los arrabales de Montreal, Léo intenta mantener la cordura refugiándose en el mundo de sus sueños. Así, imagina que es hijo de un tomate italiano fecundado, y por lo tanto se hace llamar Léolo Lozzone.
La realidad agobiante y desquiciada contrasta con la otra realidad, la de los sueños de Léolo. Además, Léolo, que tiene 12 años, está enamorado de Bianca, la vecina siciliana. Léolo escribe todas las noches sus pensamientos en unas hojas que va tirando conforme las escribe y que conocemos a través de un narrador en off que lee los escritos de Léolo recuperados por un peculiar Domador de Palabras, que recopila versos y frases para salvarlas de la destrucción.
El tema
Sidney Lumet, en su estupendo libro “Así se hacen las películas” dice que lo primero que hay que hacer con un proyecto para una película es preguntarse: ¿de qué trata? ¿Cuál es el tema? Pues bien, el tema de "Léolo" es, sin duda, la locura.
La esquizofrenia es la enfermedad mental más estudiada y menos conocida de toda la psicopatología. Un esquizofrénico es lo que tradicionalmente llamamos un loco, alguien que ha dejado de relacionarse con la realidad, ha creado un mundo propio, ha huido a otra parte, a otro sitio fuera del mundo que llamamos “real”. Es la imagen que tenemos de “locos” que están convencidos de que son Napoleón, o el caballo del Cid, Gladiator o un extraterrestre, y elaboran toda una realidad alternativa que acomode y acoja su fantasía, o más propiamente, su delirio. Es frecuente también que sufran alucinaciones auditivas (oyen voces que no existen) o visuales (ven cosas que no existen). En su forma más extrema, el paciente acaba en estado catatónico, totalmente ajeno a los estímulos del mundo real.
Es la forma más radical de huida, después del suicidio. Hoy en día algunos tipos de esquizofrenia responden relativamente bien a la medicación pero seguimos sin conocer la causa de la enfermedad.
A veces, he pensado que lo que ha ocurrido es que, ante una realidad insoportable, simplemente el esquizofrénico se ha ido a otra parte donde se encuentra más protegido, más feliz.
Murray Bowen, un eminente psiquiatra norteamericano decía que hacen falta tres generaciones en una familia para fabricar un esquizofrénico.
Dos de las hermanas de Léolo acaban ingresadas en un manicomio, el abuelo no parece estar mejor, su padre tiene una obsesión patológica con la limpieza intestinal, su hermano tampoco destaca por su equilibrio y para terminar está su madre, centro nuclear emocional de este microcosmos enajenado y de la que Léolo dice: “Mi madre navegaba como un gran barco en el mar de la locura”.
Léolo repetirá insistentemente a lo largo de la película, como si se tratara de un mantra protector: “Porque sueño no estoy loco, porque sueño no lo estoy”.
Una película diferente
Es imposible catalogar esta película, tampoco es posible explicarla ni analizarla con los estándares habituales. La película se escapa, huye, de cualquier análisis que pretendamos hacer. Lo único que podemos hacer es verla una y otra vez, y disfrutarla una y otra vez. He visto miles de películas pero ninguna como ésta.
"Léolo" es una película arriesgada, el guión (también de Jean-Claude Lauzon) transita por lugares peligrosos. Cada secuencia se nos muestra al borde del desastre y del disparate pero por esa magia que, a veces, tiene el cine, lo que podía haber sido un esperpento sin pies ni cabeza, acaba siendo un cuento de terror que no sólo conforma un discurso interno coherente sino que nos mantiene enganchados por las tripas a lo que sucede en pantalla.
En este sentido, el fenomenal crítico Ángel Fernández Santos escribió:
“Léolo fluye a través de giros, se dobla y desdobla en fugas y saltos, transcurre de manera tortuosa y accidentada, pero con gracia y transparencia. Situaciones de baja miseria moral encuentran en Léolo resoluciones de alta elegancia. Incluso imágenes que bordean lo escatológico devienen destellos de ingenio”
A partir mediados de los años 80 el cine norteamericano fue cambiando un aspecto fundamental de la dramaturgia de las películas. Si hasta entonces las películas estaban mayoritariamente dirigidas hacia un público adulto, que había crecido viendo películas y leyendo libros donde la acción se producía a partir de las emociones y donde los protagonistas eran héroes existenciales que se transformaban a partir de un itinerario vital cuyo referente sería “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, a partir de mediados de los 80 Hollywood empezó a poner en el punto de mira de sus películas otro tipo de público, más joven y que había crecido viendo películas y leyendo libros donde la acción tenía un fin en sí misma y los héroes ya no eran existenciales sino irónicos y por tanto sus motivaciones no tenían importancia, si tenían que matar, mataban mientras hablaban de cómo preparaban las hamburguesas aquí o allá. No quiero decir que no se hayan hecho excelentes películas de acción en las últimas décadas, simplemente digo que me parece que las emociones han pasado a un segundo plano, y se han quedado relegadas a una serie de comedias románticas más o menos atinadas.
En los 106 minutos de duración de Léolo no hay explosiones, ni tiros, ni persecuciones, ni sexo con música y flou y sin embargo su visión es una experiencia que te atrapa el ánimo desde los lugares comunes que todos hemos visitado alguna vez: el miedo, el agobio de la familia, la soledad, la incomprensión, la ternura, la negrura…, es decir todas aquellas emociones que definen lo humano, y al terminar, da igual el tiempo que haya pasado, sus imágenes morarán para siempre en nuestra mente. Es una de esas películas que etiquetamos de inolvidables.
"Léolo" destila cine por sus poros
La cámara se mantiene estática, siempre en el sitio adecuado, como un testigo de los acontecimientos, como con cuidado de no molestar a unos personajes atormentados y al borde de la locura. La mayor parte de las veces, la cámara se sitúa a la altura de los ojos de Léolo, y vemos a su familia a través ellos.
No hay grandes movimientos, giros espectaculares, ni colores artificiales que diferencien los dos mundos de Léolo, la realidad del arrabal de Montreal se confunde, como se confunde en la mente del niño protagonista, con la Sicilia de sus sueños, únicamente se diferencian en la luz, la luminosidad del Mediterráneo frente al frío del arrabal canadiense.
La transición entre las secuencias se realiza con suaves fundidos a negro, un recurso sencillo y elegante, el más sencillo y elegante. Los planos están encuadrados a la perfección y su duración es la justa. Los cambios de plano se realizan de forma pausada y sencilla, con esa intención de no entrometerse, de que no se vea el artificio, de que las escenas parezcan trozos de vida y no meramente una representación de la misma.
Si alguna vez ha estado justificada la voz en off es en Léolo. Los personajes no necesitan hablar, la voz en off habla por ellos, va desarrollando el diálogo interior de Léolo mediante el ingenioso recurso de la aparición del Domador de Palabras.
La banda sonora
Si os digo que es una de las mejores bandas sonoras de la historia del cine, os va a parecer que se me ha ido la cabeza pero os puedo asegurar que la música de la película se te queda grabada como se te quedan grabadas las imágenes y la película no sería la misma con otra música.
Es una música envolvente, que no sólo acompaña la peripecia vital de los personajes sino que ayuda en la narración, que colabora de forma substancia para crear esa especie de clima que absorbe todos tus sentidos y que te hace permanecer encogido durante la proyección de la película y dar un profundo suspiro cuando acaba. Estamos ante una de las pruebas más claras de que la música es capaz de alterar los estados de ánimo incluso de manera más eficaz que las otras artes.
Lauzon utiliza música de: Tom Waits, Loreena McKennit, The Rolling Stones, Gilbert Becaud, Nusrat Fate Ali Khan, Baaba Maal, música griega preciosa, hipnótica música tibetana, etc., además de una cancioncilla encantadora, “La canción de Bianca”, compuesta por François Dompierre e interpretada por Sylvie Legault.
Algunos datos de interés
Denys Arcand, el director de “Las invasiones bárbaras” tiene un pequeño papel como orientador en el colegio de Fernand.
La película fue premiada con la Espiga de Oro del Festival de Cine de Valladolid.
Se presentó en Cannes y era la gran favorita pero tras un incidente entre Lauzon y Jamie Lee Curtis que formaba parte del jurado (parece ser que Lauzon, durante una de las galas del Festival le hizo proposiciones obscenas) fue descartada del palmarés a favor de “Las mejores intenciones” de Bille August.
La revista Time incluye "Léolo" entre “Las 100 mejores películas de la Historia del Cine”.

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