Dado que mi intención es comentar las películas de
estreno, desde luego, pero también algunas películas que, por distintos motivos
me parecen interesantes, he estado pensando largamente qué película, de este
segundo grupo, elegiría para empezar.
En mi cabeza han aparecido, como en un listado,
todas las películas que han ido marcando mi vida de cinéfilo y que todos
tenemos en mente cuando pensamos en las mejores películas de la historia del
cine, aquéllas que aparecen en todos los textos y cursos de Historia del Cine,
pero conforme repasaba la lista, cada poco se colaba esta película, la borraba…,
y al poco tiempo, volvía a aparecer como si tuviera vida propia, como si el
mismo Léolo se empeñara en volver del sitio lejano y olvidado en que reposa su
cuerpo desnudo.
Así que no me queda más remedio que hablar de "Léolo" y os aseguro que no es fácil. Hubiera sido más cómodo algo de: Ford, Hawks,
Vidor, Buñuel, Hitchcok, Dreyer, Eastwood, Kurosawa, Wilder, Lubitsch, etc., en
fin de los maestros conocidos y reconocidos del cine.
Para empezar, es muy posible que muchos de vosotros
no la hayáis visto; bien, eso es un pecado mortal, por omisión, de acuerdo, pero
un pecado mortal para todos aquellos que se consideren amantes del cine. Así
que espero que después de leer este post os entre la necesidad irrenunciable de
verla, con conseguir este objetivo me conformo.
"Léolo" es una película de producción
franco-canadiense dirigida por Jean-Claude Lauzon, director nacido en Canadá y
que sólo hizo dos largometrajes: “Un zoo la nuit,” en 1987, y "Léolo", en 1992.
Jean-Claude Lauzon, murió en agosto de 1997 tras
estrellarse, contra una montaña al norte de Canadá, la avioneta Cessna que
pilotaba. En el accidente murió también su novia.
Sinopsis
Un niño llamado Léo Lauzon, atrapado en una realidad insoportable, trata
de evitar que el entorno trastorne su mente.
En medio de una familia genéticamente destinada a la locura, en los
arrabales de Montreal, Léo intenta mantener la cordura refugiándose en el mundo
de sus sueños. Así, imagina que es hijo de un tomate italiano fecundado, y por
lo tanto se hace llamar Léolo Lozzone.
La realidad agobiante y desquiciada contrasta con la otra realidad, la
de los sueños de Léolo. Además, Léolo, que tiene 12 años, está enamorado de Bianca,
la vecina siciliana. Léolo escribe todas las noches sus pensamientos en unas
hojas que va tirando conforme las escribe y que conocemos a través de un
narrador en off que lee los escritos de Léolo recuperados por un peculiar Domador
de Palabras, que recopila versos y frases para salvarlas de la destrucción.
El tema
Sidney Lumet, en su estupendo libro “Así se hacen las películas” dice
que lo primero que hay que hacer con un proyecto para una película es
preguntarse: ¿de qué trata? ¿Cuál es el tema? Pues bien, el tema de "Léolo" es,
sin duda, la locura.
La esquizofrenia es la enfermedad mental más estudiada y menos conocida
de toda la psicopatología. Un esquizofrénico es lo que tradicionalmente
llamamos un loco, alguien que ha dejado de relacionarse con la realidad, ha
creado un mundo propio, ha huido a otra parte, a otro sitio fuera del mundo que
llamamos “real”. Es la imagen que tenemos de “locos” que están convencidos de
que son Napoleón, o el caballo del Cid, Gladiator o un extraterrestre, y
elaboran toda una realidad alternativa que acomode y acoja su fantasía, o más
propiamente, su delirio. Es frecuente también que sufran alucinaciones
auditivas (oyen voces que no existen) o visuales (ven cosas que no existen). En
su forma más extrema, el paciente acaba en estado catatónico, totalmente ajeno
a los estímulos del mundo real.
Es la forma más radical de huida, después del suicidio. Hoy en día
algunos tipos de esquizofrenia responden relativamente bien a la medicación
pero seguimos sin conocer la causa de la enfermedad.
A veces, he pensado que lo que ha ocurrido es que, ante una realidad
insoportable, simplemente el esquizofrénico se ha ido a otra parte donde se
encuentra más protegido, más feliz.
Murray Bowen, un eminente psiquiatra norteamericano
decía que hacen falta tres generaciones en una familia para fabricar un
esquizofrénico.
Dos de las hermanas de Léolo acaban ingresadas en un
manicomio, el abuelo no parece estar mejor, su padre tiene una obsesión
patológica con la limpieza intestinal, su hermano tampoco destaca por su
equilibrio y para terminar está su madre, centro nuclear emocional de este
microcosmos enajenado y de la que Léolo dice: “Mi madre navegaba como un gran barco en el mar de la locura”.
Léolo repetirá insistentemente a lo largo de la
película, como si se tratara de un mantra protector: “Porque sueño no estoy loco, porque sueño no lo estoy”.
Una
película diferente
Es imposible catalogar esta película, tampoco es
posible explicarla ni analizarla con los estándares habituales. La película se
escapa, huye, de cualquier análisis que pretendamos hacer. Lo único que podemos
hacer es verla una y otra vez, y disfrutarla una y otra vez. He visto miles de
películas pero ninguna como ésta.
"Léolo" es una película arriesgada, el guión (también
de Jean-Claude Lauzon) transita por lugares peligrosos. Cada secuencia se nos
muestra al borde del desastre y del disparate pero por esa magia que, a veces,
tiene el cine, lo que podía haber sido un esperpento sin pies ni cabeza, acaba siendo
un cuento de terror que no sólo conforma un discurso interno coherente sino que
nos mantiene enganchados por las tripas a lo que sucede en pantalla.
En este sentido, el fenomenal crítico Ángel Fernández Santos escribió:
“Léolo
fluye a través de giros, se dobla y desdobla en fugas y saltos, transcurre de
manera tortuosa y accidentada, pero con gracia y transparencia. Situaciones de
baja miseria moral encuentran en Léolo resoluciones de alta elegancia. Incluso
imágenes que bordean lo escatológico devienen destellos de ingenio”
A partir mediados de los años 80 el cine
norteamericano fue cambiando un aspecto fundamental de la dramaturgia de las
películas. Si hasta entonces las películas estaban mayoritariamente dirigidas
hacia un público adulto, que había crecido viendo películas y leyendo libros
donde la acción se producía a partir de las emociones y donde los protagonistas
eran héroes existenciales que se transformaban a partir de un itinerario vital cuyo
referente sería “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad, a partir de mediados
de los 80 Hollywood empezó a poner en el punto de mira de sus películas otro
tipo de público, más joven y que había crecido viendo películas y leyendo
libros donde la acción tenía un fin en sí misma y los héroes ya no eran
existenciales sino irónicos y por tanto sus motivaciones no tenían importancia,
si tenían que matar, mataban mientras hablaban de cómo preparaban las hamburguesas
aquí o allá. No quiero decir que no se hayan hecho excelentes películas de
acción en las últimas décadas, simplemente digo que me parece que las emociones
han pasado a un segundo plano, y se han quedado relegadas a una serie de
comedias románticas más o menos atinadas.
En los 106 minutos de duración de Léolo no hay
explosiones, ni tiros, ni persecuciones, ni sexo con música y flou y sin
embargo su visión es una experiencia que te atrapa el ánimo desde los lugares
comunes que todos hemos visitado alguna vez: el miedo, el agobio de la familia,
la soledad, la incomprensión, la ternura, la negrura…, es decir todas aquellas
emociones que definen lo humano, y al terminar, da igual el tiempo que haya pasado,
sus imágenes morarán para siempre en nuestra mente. Es una de esas películas que etiquetamos de inolvidables.
"Léolo" destila cine por sus poros
La cámara se mantiene estática, siempre en el sitio
adecuado, como un testigo de los acontecimientos, como con cuidado de no
molestar a unos personajes atormentados y al borde de la locura. La mayor parte
de las veces, la cámara se sitúa a la altura de los ojos de Léolo, y vemos a su
familia a través ellos.
No hay grandes movimientos, giros espectaculares, ni
colores artificiales que diferencien los dos mundos de Léolo, la realidad del
arrabal de Montreal se confunde, como se confunde en la mente del niño
protagonista, con la Sicilia de sus sueños, únicamente se diferencian en la
luz, la luminosidad del Mediterráneo frente al frío del arrabal canadiense.
La transición entre las secuencias se realiza con
suaves fundidos a negro, un recurso sencillo y elegante, el más sencillo y
elegante. Los planos están encuadrados a la perfección y su duración es la
justa. Los cambios de plano se realizan de forma pausada y sencilla, con esa
intención de no entrometerse, de que no se vea el artificio, de que las escenas
parezcan trozos de vida y no meramente una representación de la misma.
Si alguna vez ha estado justificada la voz en off es
en Léolo. Los personajes no necesitan hablar, la voz en off habla por ellos, va
desarrollando el diálogo interior de Léolo mediante el ingenioso recurso de la aparición
del Domador de Palabras.
La
banda sonora
Si os digo que es una de las mejores bandas sonoras
de la historia del cine, os va a parecer que se me ha ido la cabeza pero os
puedo asegurar que la música de la película se te queda grabada como se te
quedan grabadas las imágenes y la película no sería la misma con
otra música.
Es una música envolvente, que no sólo acompaña la
peripecia vital de los personajes sino que ayuda en la narración, que colabora
de forma substancia para crear esa especie de clima que absorbe todos tus
sentidos y que te hace permanecer encogido durante la proyección de la película
y dar un profundo suspiro cuando acaba. Estamos ante una de las pruebas más
claras de que la música es capaz de alterar los estados de ánimo incluso de
manera más eficaz que las otras artes.
Lauzon utiliza música de: Tom Waits, Loreena McKennit, The Rolling Stones, Gilbert Becaud, Nusrat Fate Ali Khan, Baaba Maal,
música griega preciosa, hipnótica música tibetana, etc., además de una
cancioncilla encantadora, “La canción de Bianca”, compuesta por François
Dompierre e interpretada por Sylvie Legault.
Algunos
datos de interés
Denys Arcand, el director de “Las invasiones
bárbaras” tiene un pequeño papel como orientador en el colegio de Fernand.
La película fue premiada con la Espiga de Oro del
Festival de Cine de Valladolid.
Se presentó en Cannes y era la gran favorita pero
tras un incidente entre Lauzon y Jamie Lee Curtis que formaba parte del jurado
(parece ser que Lauzon, durante una de las galas del Festival le hizo
proposiciones obscenas) fue descartada del palmarés a favor de “Las mejores
intenciones” de Bille August.
La revista Time incluye "Léolo" entre “Las 100 mejores películas de la Historia del Cine”.
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