Esta
segunda película de Guy Ritchie sobre Sherlock Holmes sigue la senda de la
primera, como no podía ser de otra manera dado el éxito económico que obtuvo.
Tanto
la primera entrega como esta segunda son películas que se construyen a partir
de las claves de las cintas de James Bond con el añadido de los toques
“simpáticos” de las películas de dos policías colegas.
Así
pues, asistimos a una película de acción con persecuciones, peleas, tiroteos,
explosiones, cambio de escenarios, etc., eso sí situada en el siglo XIX. En
este sentido es más coherente la versión de la miniserie para televisión que
sitúa a Sherlock Holmes directamente en la actualidad con lo que no se nos hace
tan difícil armonizar los trajes de época y los coches de caballos con las
artes marciales, los tiroteos con armas automáticas y las explosiones.
No
cabe duda de que se ha perdido por completo el espíritu de las novelas de Sir Arthur Conan Doyle. Me imagino que al público que no las haya leído no le importará
demasiado. Tampoco a mí me molesta ya que doy por hecho que no estoy viendo una
película de Sherlock Holmes.
Dicho
todo lo anterior, y admitiendo el disparate que supone hacer de las novelas de
Sherlock Holmes películas de acción a lo James Bond, hay que decir que Guy
Ritchie mezcla aciertos con errores y aunque el ritmo de la acción está
conseguido y alguna escena está muy bien rodada, en general ganan lo errores a
los aciertos.
Para
empezar la película arranca de manera tan confusa que se hace muy difícil
seguir la trama y entender lo que estamos viendo, y eso es un error. Cuando ya
conseguimos entender la trama resulta que apenas tiene interés, no despierta
emoción ni mucho menos suspense en el espectador, es más ya la hemos visto mil
veces: un villano que quiere provocar una guerra a nivel mundial y un héroe que
intenta impedirlo y así salvar al mundo.
Incluso
en escenas que deberían suponer un mazazo emocional como por ejemplo la muerte
de Irene Adler (contada, con sutileza, sí ¡con sutileza! en fuera de plano), no
acaba de importarnos demasiado, y tampoco parece que le importe demasiado a
Sherlock, contradiciendo lo que se nos ha insinuado con anterioridad. Se ha
optado por una máxima del cine moderno, la secuela tiene que ser más
espectacular que la original, con más explosiones, más tiroteos, más peleas y
un super villano más maquiavélico y peligroso.
Lo
mismo ocurre con la forma de dirigir, más de todo: travellings, grúas, cámara
lenta, efectos especiales, etc.
En
el haber hay que decir que Robert Downey Jr. se encuentra en su salsa y crea un
Sherlock Holmes entre Iron Man y el Mozart de Amadeus (ya sé que no era Robert
Downey sino Tom Hulce, pero ¿a quién no se lo recuerda a ratos?), un papel que
le viene como un guante.
También
me parece un acierto el personaje de Mycroft Holmes, el hermano de Sherlock, en
una creación portentosa de Stephen Fry.
Hay
que destacar también a Jared Harris que compone un creíble James Moriarty, el archienemigo de Sherlock Holmes.
Y
para acabar este pequeño repaso al casting, hay que decir que Noomi Rapace en
el papel de gitana está muy desdibujada y que Jude Law cumple sin más como un
dinámico Watson. Ninguno de los dos tiene un personaje bien desarrollado, el
guión se limita a crear dos estereotipos. En el caso de Noomi Rapace su
personaje pasa sin pena ni gloria por la película y en el caso de Jude Law los
guionistas se han limitado a crear un colega de Sherlock que replique sus
diálogos, le sirva de contrapunto y le secunde en las escenas de acción.
Para
terminar, si tuviera que elegir una escena en toda la película, sin duda sería
la confrontación final entre Moriarty y Sherlock Holmes frente al tablero de
ajedrez ya que recupera, en parte, algo de la esencia de los libros de Conan Doyle en los que se planteaba un misterio, en apariencia irresoluble, a cuya resolución se aplicaba Sherlock Holmes aplicando sus extraordinarias dotes de observación y deducción .
En
definitiva, aunque se eleva un poco por encima de la primera entrega no deja de ser un entretenimiento sin más y me imagino que otro éxito económico
para la Warner.
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