Hacer una película
requiere una inversión económica que hay que amortizar. Esto ha sido siempre
así, pero desde hace algún tiempo, las corporaciones que manejan los grandes
estudios ejercen una presión extrema para asegurar beneficios en cada película.
El efecto inmediato es la mutilación de cualquier veleidad artística que se
salga de lo que se ha comprobado que funciona comercialmente. En una primera
época del cine, todavía había “locos” que gastaban su dinero en películas arriesgadas
que iban más allá de sus objetivos comerciales, que ponían los valores artísticos
por delante de las garantías económicas. Hoy es muy difícil que ocurra esto. Si
echamos un vistazo a la cartelera podemos ver que la gran mayoría de
producciones están pensadas para amortizar la inversión sin ningún tipo de
riesgo. Otro Supermán, otro Spiderman, otro Batman, más Vengadores, otro
Robocop, más Zombies, otro Thor, más X-men, otro Lobezno, y para que no se nos
escape nada, alguna de “dibujos”. Son producciones perfectamente diseñadas para
hacer dinero, y secundariamente, dependiendo del interés y el talento del
director, pueden tener más o menos calidad artística.
Por eso siempre me
produce alegría encontrar una película que hace lo contrario, que antepone los
valores artísticos a los comerciales. Este es el caso de “Sólo Dios perdona”.
La misma historia se podría haber rodado para que acabara siendo un éxito de público
y por tanto recuperara la inversión, bastaba con “narrarla” de otra manera, de una manera más ortodoxa, más
comercial.
A “Sólo Dios perdona” la
abuchearon en Cannes (en el mismo festival en el que su director optó a la
Palma de oro con “Drive” y obtuvo el Premio al mejor director) y la crítica le
ha dado por todos lados.
Ya he dicho en varias
ocasiones que la crítica anda muy perdida desde hace tiempo y ha devenido,
también, como la producción cinematográfica, en una crítica comercial que basa
sus comentarios en todo menos en los aspectos artísticos de la obra que critica.
A mi entender, la crítica debe analizar la película desde el punto de vista
artístico, de la misma manera que se analiza un cuadro una escultura o un libro.
Desde este punto de
vista, “Sólo Dios perdona” es una gran película, una obra de arte
cinematográfica.
Hay varios aspectos a resaltar y por los que
mantengo que, la película, es una obra de arte:
1.
La composición de
los planos: Nicolas Winding Refn, con una
meticulosidad propia de Stanley Kubrick, compone cada plano de la película con
una intención determinada y ajustada a la composición global. Basta observar
cómo, en ocasiones, enmarca a los personajes físicamente, con puertas, marcos
de ventanas, etc. Otras veces los enmarca mediante la iluminación. Otras veces
compone en planos medios con la simetría característica de Kubrick que otorga
una sensación de armonía que no tendría de otra manera.
2.
La iluminación: No puedo ni imaginar el trabajo del director de
fotografía para iluminar esta película. Cada escena está iluminada hasta el
último detalle, toda la luz es intencionada, toda la oscuridad tiene un
propósito.
3.
El color: Winding Refn utiliza colores saturados que recuerdan al
cine chino. Se trata de una utilización emocional del color, algo que apenas se
hace en el cine moderno, más preocupado por el valor estético o plástico del
color y no por su valor como potenciador de las emociones de los personajes,
algo que hacía Kubrick, o, antes, Nicholas Ray en “Johnny Guitar”.
4.
La banda sonora: La película tiene una banda sonora y no una banda musical
como ocurre en la mayoría de películas manufacturadas para triunfar
comercialmente. Hay sonidos, ruidos, música, incluso canciones pero al servicio
de la película y no al servicio de la explotación posterior del CD.
5.
Los personajes: Los personajes están definidos de manera inmejorable, y
con el mínimo de diálogos. Tanto “Drive”, su anterior película, como ésta son
películas casi mudas a diferencia, también, del cine actual, enfermo de
verborrea, en el que todo hay que explicarlo mediante interminables parrafadas.
Recuerda a los personajes de Sergio Leone o de Clint Eastwood.
6.
La violencia: Se le ha reprochado, a la película, la violencia de algunas
escenas. Lo que en “Drive” la crítica consideró una virtud, ahora lo considera
poco menos que pecado mortal y, en Cannes, el público abandonaba la sala en señal de protesta. Cuando escribí el comentario de Drive
(también en este blog), decía: “Me ha sorprendido el uso de la violencia que se
hace en “Drive”. Con todo lo que hemos visto no es fácil que un asesinato más
nos llame la atención, pues bien, en “Drive” todos los asesinatos son
estupendos (si se me permite expresarlo así), todos son diferentes y todos nos
dejan pegados al asiento”. Este párrafo vale
punto por punto para “Sólo Dios perdona” supera a “Drive” en cada ocasión.
Basta con poner dos ejemplos: el primero es la ya famosa escena de la tortura (la
que ha provocado protestas y abucheos) donde la cámara muestra a las mujeres
con los ojos cerrados y nunca a los hombres con los ojos abiertos, lo que hace
más impactante la escena, una escena espectacular y que recordaremos como una
de las escenas imborrables en la memoria cinematográfica. El segundo ejemplo
que he elegido, es la muerte de la madre del protagonista, una inesperada,
sorprendente y maravillosa composición de Kristin Scott-Thomas en un registro
completamente alejado de lo que nos tiene acostumbrados. Nicolas Windign Refn,
hace un uso emocional de la violencia y no un uso espectacular y plástico como
se hace en la inmensa mayoría de las películas.
7. El tema: "Sólo Dios perdona" trata de la culpa y de la redención como muy pocas veces se ha hecho en el cine. El espectador llega a sentir el peso de la culpa en el protagonista y su necesidad extrema de redención.
7. El tema: "Sólo Dios perdona" trata de la culpa y de la redención como muy pocas veces se ha hecho en el cine. El espectador llega a sentir el peso de la culpa en el protagonista y su necesidad extrema de redención.
Si repasamos los siete puntos que he comentado podemos ver que
la película se aparta, en todos ellos, de lo que vemos a todas horas en el cine y
la televisión, por tanto no es de extrañar que tanto público como crítica,
sorprendidos e impactados por este atrevimiento hayan optado por lo más fácil,
darle la espalda.
En el comentario de “Drive” decía: "Sólo hay tres cosas que no
me convencen en la película, aunque entiendo que se trata de una opinión basada
en el gusto y por tanto muy particular de cada uno: No me gustan los títulos de
crédito; creo que pueden ser un homenaje a William Friedkin, pero,
aún así, me parecen más adecuados para una comedia romántica con Meg Ryan que para un thriller violento y oscuro.
Tampoco me gustan las canciones, hubiera preferido una banda sonora más oscura
(¿jazz?, ¿blues?) y menos presente. Y por fin, tengo mis dudas sobre el uso de
la cámara lenta, hay secuencias en que me parece que está perfecta pero hay otras
en las que creo que sobra.
Y para terminar…, falta la lluvia."
En “Sólo Dios perdona”, los títulos de crédito, la banda
sonora y la utilización de la cámara lenta son perfectos, eso sí, me sigue
faltando la lluvia pero a cambio hay un policía-justiciero-psicópata absolutamente maravilloso.
“Sólo Dios perdona” es una extraordinaria película. Una
valerosa y arriesgada película.
Me gustaría acabar recomendando una revisión de la
filmografía de Nicolas Winding Refn. Sus películas, hasta “Drive” han pasado
completamente desapercibidas pero son todas interesantísimas y con varias obras
maestras en su haber que, más pronto que tarde, habrá que reivindicar. En todas
ellas hay un interés por innovar y por dotarlas de una calidad artística que
los aficionados al buen cine tenemos que agradecer.
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