“Ted”, la película escrita y dirigida por Seth MacFarlane, no es una película sino varias a la vez, o, para ser más exactos, es una película de varios géneros mezclados: es una película gamberra e irreverente de colegas, también es
una comedia romántica y, de alguna manera, también es un cuento de Navidad.
La película funciona mejor en su faceta de comedia gamberra
de colegas y flojea algo como comedia romántica.
La historia de “Ted” es de lo más convencional. No hay
ninguna sorpresa, una vez conocida la premisa argumental. Los giros de guión
son previsibles y no cuesta nada adivinar en qué minuto se van a producir.
Sin embargo, la película se ve con agrado y consigue lo que
una comedia debería, siempre, tener como objetivo, hacer reír. Y es en este
aspecto en el que “Ted” sobresale. Es capaz de hacer reír desde el primer
minuto hasta el último, sobre todo, gracias a un guión estupendo y unos
diálogos desternillantes. Desde el punto de vista estrictamente cinematográfico
quizá no se merezca la nota que le he puesto pero es de puro agradecimiento.
Con la que está cayendo, uno no puede por menos que dar las gracias por 100 minutos
de risas.
“Ted” no pasará a la historia del cine como una obra
maestra, pero garantiza risas a lo largo de todo su metraje, que por otra parte
está bien rodado y bien dirigido.
Seth MacFarlane adapta su puesta en escena a los
requerimientos de las distintas fases de la película: la parte romántica, la
parte gamberra y la parte de cuento de Navidad.
Además es cuidadoso con los encuadres, los planos, su
duración y el movimiento de los mismos. Y como ya sabéis que me gusta poner
ejemplos, voy a poner alguno:
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La cámara adopta
diferentes puntos de vista y en función de cuál sea el que utiliza en cada
momento se sitúa a una altura determinada. Por ejemplo cuando Ted mantiene una
conversación con alguien adulto, bien el adulto se agacha y la cámara se sitúa
a 50 centímetros del suelo, bien está sentado a la misma altura y la cámara
toma a los dos sin que haya un cambio de altura, o bien la cámara se sitúa a
una distancia que minimice la diferencia de perspectiva.
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Los planos en que
aparecen el padre y el hijo psicópatas que acabarán secuestrando a Ted están
tomados en un acusado contrapicado, vistos desde la perspectiva de Ted, para
que aparezcan más amenazantes y grotescos.
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La conversación “surrealista”
de Ted y John, en la fiesta en la que aparece Flash Gordon, sobre un futuro
restaurante, se produce después de que ambos hayan consumido cocaína. La cámara
hace un plano-contraplano pero siempre en movimiento, con giros de 180 grados
hacia un lado y otro. Parece que la cámara también ha esnifado.
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La pelea entre Ted y
John está rodada cámara en mano y con un montaje absolutamente frenético, como
corresponde a la pelea que, por otro lado, es de lo más divertida.
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Al comienzo de la
película, vemos un inicio típico de un cuento de Navidad: una voz en off, y un
paisaje nevado con un cielo estrellado y una casa iluminada en una vista aérea,
no puede ser más navideño ni más de cuento moñas de Navidad con final feliz.
En fin, una película que a pesar de contar una historia de
lo más convencional, hace reír, está bien dirigida, tiene un buen guión, unos
estupendos diálogos y un osito de peluche que cobra vida.
Por cierto, en absoluto es una película recomendada para ir
acompañado de los niños. Ni por el lenguaje empleado en los diálogos ni por las
prácticas de los protagonistas, muy alejadas de las que serían recomendables
para el público infantil.
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