No entiendo la mayor parte de las críticas de cine
que aparecen en las revistas especializadas o en los diarios.
Alfonso Sánchez, (1911-1981) |
Llevo toda la vida leyendo revistas de cine y
críticas de películas y nunca he sentido que
esos seres enigmáticos a los que llamamos críticos tuvieran nada que ver conmigo.
Tras leer una crítica casi siempre me parecía que yo estaba equivocado en el
juicio que había hecho de tal o cual película, pero nunca conseguía entender
las razones de haber errado de forma tan clara en mi apreciación de la obra.
Las más de las veces pensaba yo que me faltaba formación que, yo que había
visto mucho cine y leído mucho sobre cine, no tenía ni idea de cine. Hasta tal
punto estaba convencido de esta idea que intentaba no opinar sobre una película
hasta no haber leído las críticas e incluso, después de leerlas me
convencía de que opinaba yo lo mismo que tal o cual crítico famoso o
prestigioso aunque no fuese así.
Hoy en día, después de muchos años, y ya en el otoño
de mi descontento y camino del invierno shakespeariano, he comprendido que la crítica en España, salvo honrosas
excepciones (Alfonso Sánchez, José Luis Guarner o Angel Fdez. Santos, los tres fallecidos ya), es una crítica a la altura de nuestra historia cinematográfica, es
decir, muy pobre.
A la falta de profesionalidad y preparación que, históricamente,
han tenido nuestros críticos hay que añadir, en las últimas décadas, algunos
defectos que han propiciado que cualquier crítica de cualquier película sea un
texto ininteligible en el que se usa un lenguaje florido y rimbombante pero
vacío de sentido. Incluso, en alguna ocasión, he probado a coger párrafos de
varias críticas de distintas películas y he conseguido hilvanar un texto que
podría servir para cualquier reseña con el único cuidado de cambiar los nombres
de los autores y el título.
José Luis Guarner (1937-1993), uno de nuestros
mejores críticos, (olvidado hoy, injustamente, hasta el punto de que no soy
capaz de encontrar ningún enlace decente que hable de él y de su trabajo)
distingue dos clases de críticos:
José Luis Guarner, (1937-1993) |
a)
El crítico que parte en busca de
profundas exégesis y significados simbólicos, que deforma todo cuanto ve y que
hace del camelo una función vital.
b)
El crítico que se ha inventado una
escala de valores establecida de una vez para siempre, y la aplica a ultranza
sin encomendarse a Dios ni al diablo, depositario “in aeternum” de los más
profundos y recónditos secretos del arte.
Creo que, en nuestros tiempos, abunda una tercera
clase de críticos, aquéllos que ven una película y a continuación, simplemente
con haberla visto una vez, se ponen a escribir sin mediar ningún tipo de análisis,
investigación o reflexión, únicamente por el impacto emocional que le ha
producido, como lo haría cualquier espectador, aunque, al contrario que éste,
no se limita a decir “me ha gustado”, “no me ha gustado”, “era muy lenta”, “la
fotografía era muy bonita”; no, esta especie de crítico escribe un texto para
el que el diccionario de sinónimos se queda corto, acumula adjetivos sin cuento
e incluso se inventa verbos nuevos que alimenten su prepotente discurso. Muy posiblemente la crítica de cine es, como casi todo, un reflejo de la sociedad en que nos ha tocado vivir y que tiene en la velocidad, la superficialidad y la deshonestidad sus señas de identidad.
Quienes me conocen, saben que podría seguir
escribiendo indefinidamente, pero prefiero acabar ya transcribiendo lo que el
personaje de Hemingway le dice al protagonista de “Midnight in París” con la
ilusoria pretensión de que alguno de los críticos que pueblan nuestras revistas
se sienta aludido: “Ningún tema es horrible si la historia es veraz y si la
prosa es limpia y honesta y si manifiesta valor y elegancia bajo presión”.
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