Criaturas
de la noche
“Nightcrawler” me parece una de las mejores y más
interesantes películas que nos ha traído 2015.
Se trata del primer largometraje de su director, Dan Gilroy, un californiano de 56 años, casado con Rene Russo desde 1992. Gilroy
había hecho algunos trabajos de guionista pero nunca había dirigido. En “Nightcrawler”,
además, ha escrito el estupendo guion original que fue nominado al Oscar en el
apartado de “Mejor guion original” y que acabaría ganando “Birdman”.
La película tiene dos lecturas; por un lado es una crítica
durísima sobre la ética, o la falta de ella, de los medios de comunicación y
por extensión sobre la ética, o la falta de ella, de nuestra sociedad que elabora
productos deleznables desde un punto de vista moral pero que, desgraciadamente,
son los más demandados por la población, los que suben los índices de audiencia
en las televisiones.
La segunda lectura de la película se puede hacer tomando
como referencia a su protagonista, Louis Bloom (Jake Gyllenhaal), un psicópata
que encuentra en el mundo de los cazadores de sucesos y la venta de imágenes a
la televisión un territorio ideal para desarrollar sus aptitudes. A lo largo de
la película no se produce ninguna evolución del personaje pero el interés se
mantiene en función de una pregunta: ¿Hasta dónde será capaz de llegar?
La película se sustenta en tres pilares:
-
El trabajo de Jake
Gyllenhaal
-
El guion de Dan Gilroy
-
La fotografía de
Robert Elswit
Louis Bloom es el protagonista absoluto de la película al
que Gilroy rodea de personajes secundarios, hasta cierto punto, arquetípicos en
el mundo del periodismo, y sobre todo de las cadenas de televisión estadounidenses
donde la guerra por los índices de audiencia es despiadada. La interpretación de
Jake Gyllenhaal es, posiblemente, la mejor que ha hecho hasta el momento (y las
tiene muy buenas). No se limita únicamente a las expresiones del rostro sino
que desarrolla un conjunto complejo de gestos y movimientos que dotan a su
personaje de características tangibles que aportan verosimilitud al personaje.
El actor camina, habla, gesticula, mira, grita o sonríe y es, inequívocamente,
Louis Bloom por la gracia del cambio físico que experimenta Jake Gyllenhaal
para insuflar de vida a su personaje. Me parece una injusticia que no fuera
nominado al Óscar, un hecho más sangrante todavía teniendo en cuenta que
Bradley Cooper sí estuvo nominado por “El francotirador”.
“Nigthcrawler” se construye sobre un excelente guion
plagado de diálogos originales y potentes. Hasta tal punto son buenos que Jake
Gyllenhaal ha confesado que los dijo palabra por palabra teniendo cuidado de no
cambiar ni una coma. En muchas ocasiones, el protagonista recita párrafos
extraídos de los cursos de gestión, de formación de emprendedores, de trabajo
en equipo o de superación personal que las organizaciones lanzan sobre sus
empleados con un empeño digno de mejor causa.
Rodada en su integridad en la ciudad de Los Ángeles y en su
mayor parte de noche, la película se beneficia de un formidable trabajo de
fotografía que firma Robert Elswit, el fotógrafo favorito de Paul Thomas
Anderson que, con su cámara digital Arri Alexa, consigue captar a la perfección
las luces de la noche y aporta, a la película, una rara cualidad estética que
sirve de soporte a los abominables sucesos que acontecen en las entrañas de una
ciudad sin alma y sin posibilidad de redención, poblada por miserables criaturas
e infortunados personajes. En este sentido, hay que mencionar el final del film,
a la vez sorprendente y desolador.
“Nightcrawler” es un crudo retrato sobre nosotros mismos que
invita a reflexionar sobre la degradación de la sociedad y nuestra connivencia
con ciertas prácticas, desprovistas de cualquier tipo de ética, que son las que
colocan en los primeros lugares de los índices de audiencia a determinados
formatos televisivos. Deberíamos ser conscientes de la responsabilidad que
tenemos como consumidores de estos productos.
La famosa sentencia de Godard: “Todo travelling es una cuestión moral” estaba aludiendo a la
responsabilidad del cineasta a la hora de decidir qué debía o no debía mostrar
y cómo debía mostrarlo. Gilroy nos muestra las acciones de sus personajes sin
emitir ningún juicio sobre ellos ni recrearse en lo abyecto de sus motivaciones,
parece decirnos: “Estos son los hechos y
suyas las conclusiones”.